Acaba de abandonarnos uno de los imprescindibles dentro de la canción hispana escrita: el español Luis Eduardo Aute (Filipinas, 1943-Madrid, 2020). Autor: Archivo de JR Publicado: 09/04/2020 | 09:50 pm
Acaba de abandonarnos uno de los imprescindibles dentro de la canción hispana escrita: el español Luis Eduardo Aute (Filipinas, 1943-Madrid, 2020), por ello sería pertinente revisar dos testimonios artísticos relacionados con el singular y polifacético artista.
Uno de ellos es el filme Aute retrato (Gaitzka Urresti), que fuera incluido en la muestra española dentro de la pasada edición del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano.
Aunque más conocido como el gran cantautor que entregó preciosas canciones durante décadas, interpretadas por otros (Massiel, Ana Belén…) o por sí mismo, con una voz susurrante y hermosa, Aute fue además pintor, poeta, cineasta y dibujante, y uno de los méritos del documental es develarnos esas otras no menos importantes líneas de una múltiple personalidad estética, mediante entrevistas al homenajeado en diferentes etapas de su vida y comentarios de amigos, familiares y colegas.
Una edición precisa empalma tiempos, declaraciones, imágenes y sonido en un trayecto al que quizá le sobran minutos y algunas redundancias, sobre todo en las declaraciones de los entrevistados, pero que constituye, sin dudas, un hermoso y necesario texto fílmico que reafirma aquella frase martiana: Honrar, honra.
El otro es un disco que fuera grabado en el año 2000 por el sello Virgin Records España S.A. y que se distribuyó en varios países de Europa y América Latina con notable éxito, pues bien es sabida la popularidad del bardo, incluso en muchos lugares fuera de su tierra adoptiva: ¡Mira que eres canalla, Aute!
Con una hermosa cubierta que reproduce el cuadro El hortelano, del mismo Aute —un pintor muy atendible con un sugerente universo surrealista e influenciado por varios ismos—, colegas del cantautor se sumaron al homenaje, en un volumen que prolonga su universo musical mediante arreglos que se adaptan a los estilos personales de los intérpretes, a la vez que dota el registro fonográfico de una rica diversidad estilística.
Aparece, digamos, el tango contemporáneo en el argentino León Gieco (De paso), el rock sureño de su compatriota Fito Páez (Tell me Lies), o el de su vecino y colega Jorge Dréxler (Anda), pasando por el mismo género, pero con aires más españoles, en el estilo del irreverente Joaquín Sabina (¿Quién es Caín, quién es Abel?).
No podrían faltar no solo sus compañeros (Serrat en un clásico: Y nada más, que dice regresando a sus mejores tiempos interpretativos, con una orquestación que extrae toda la potencia lírica de la hermosa pieza), o varios de sus paisanos (José Mercé, que en el más rancio aire del cantaor flamenco propone una visceral Al alba) o intérpretes de siempre (Ana Belén, ahora en otro de los grandes Aute: Siento que te estoy perdiendo, a la que extrae toda su carga melódico/poética), sino otros de posteriores generaciones que incorporan, desde sus líneas genéricas, piezas bien conocidas del compositor.
Así hallamos una lectura muy renovadora de Tam Tam Go sobre la mítica Rosas en el mar; el «swamp pop» (Mónica Molina en Las cuatro y diez; Ella baila sola en Ay de ti, ay de mí; Javier Álvarez en Sin tu latido…) incluyendo al explosivo roquero Rosendo en Anda suelto Satanás, o expresiones del «slow rock», más clásico (Pedro Guerra, Pasaba por aquí; Ismael Serrano, Mira que eres canalla) y más moderno: Duncan Dhun, precisamente en Slowly.
Fragmento de una obra de Aute.
La relación entrañable que tuvo el artista homenajeado con Cuba, la que visitó en varias ocasiones —una de las cuales para ofrecer un memorable concierto en el Karl Marx con Silvio Rodríguez—, no fue pasada por alto por los productores del disco, de modo que el propio autor de Ojalá aparece con una versión neosonera de Me va la vida en ello (por cierto muy en consonancia con cierta línea intimista del trovador), mientras su colega Pablo Milanés, con su habitual elegancia interpretativa, hace suya la pieza Libertad, en tanto Eliades Ochoa junto a su Cuarteto Patria eligió, faltaba más, un son tradicional con todas las de la ley: Hemingway delira, en el que Aute reverenció ese «Caribe (en el que) se escribe como se vive».
Lo cierto es que (casi) todo Aute —el filósofo, el poeta, el cronista— con su gracia, vuelo imaginal, sentido del humor e intensidad melódica, reaparecen en este disco que hace 20 años le dedicaran varios de sus colegas y que, a unos días de su desaparición física, vuelve a las tiendas virtuales y se descarga con frecuencia por internet.
Hasta siempre, Aute. Escucharte, disfrutarte desde tu música, es la mejor manera de saber que realmente no te has ido, que siempre estarás.
La belleza
Luis Eduardo Aute
Enemigo de la guerra y su reverso, la medalla
No propuse otra batalla que librar al corazón
De ponerse cuerpo a tierra, bajo el paso de una historia
Que iba a alzar hasta la gloria el poder de la razón
Y ahora que ya no hay trincheras
El combate es la escalera
Y el que trepe a lo más alto
Pondrá a salvo su cabeza
Aunque se hunda en el asfalto
La belleza
La belleza
La belleza, la belleza
La belleza
Míralos, como reptiles al acecho de la presa
Negociando en cada mesa, maquillajes de ocasión
Siguen todos los raíles que conduzcan a la cumbre
Locos porque nos deslumbre su parásita ambición
Antes iban de profetas
Y ahora el éxito es su meta
Mercaderes, traficantes
Más que náusea, dan tristeza
No rozaron ni un instante
La belleza
La belleza
La belleza, la belleza
La belleza
Y me hablaron de futuros fraternales, solidarios
Donde todo lo falsario acabaría en el pilón
Y ahora que se cae el muro, ya no somos tan iguales
Tanto vendes, tanto vales, ¡viva la revolución!
Reivindico el espejismo
De intentar ser uno mismo
Ese viaje hacia la nada
Que consiste en la certeza
De encontrar en tu mirada
La belleza
La belleza
La belleza, la belleza
La belleza