Este libro, La luz sobre el espejo, de la Editorial de Ciencias Sociales, nos entrega diversas lecciones de historia patria. Y diría más. Nos transmite el tono querencioso, cercano, que identifica a su autor: Eusebio Leal, historiador de la ciudad de La Habana, por título y pasión.
La luz sobre el espejo, que es como se denomina este volumen, nos ofrece en 190 páginas una selección de conferencias y discursos donde Leal deja impreso el tono coloquial que lo distingue.
Ya lo sabemos. El Historiador de la Ciudad es, particularmente, un conversador magistral, esto es, maestro que conversa. Incluso en lo escrito. Muy atinada es la observación de la contracubierta que asegura que este libro se oye más que se lee. Este comentarista suscribe ese juicio. Y además de esa facilidad de lectura de los textos ordenados en este volumen, el lector va a aprender historia de Cuba. No topará con perfiles generales. Más bien nos topamos con la intrahistoria. El detalle sugerente. O la observación reveladora como cuando comienza hablando de La Habana a visitantes extranjeros y les advierte que esta ciudad fue construida a expensas de la naturaleza, porque era, «en los albores de la colonización española», «un bosque florido».
Por ello, no leeremos, más bien oiremos mientras andamos por caminos, senderos, cuestas, depresiones de nuestro quehacer histórico. Aparte de cuanto de interés histórico hallemos, nos nutriremos de la ejemplaridad cubana de algunos personajes: como don Fernando Ortiz y Dulce María Loynaz, y otros nombres, incluso pintores. Todos, hechos y personajes, delineados con un sentimiento que ilumina nuestro origen y lo cimenta.
Leal escribe o conversa, además, sobre objetos, como la montura de Maceo, el diario perdido de Carlos Manuel de Céspedes, y temas más actuales como la nación y la emigración. Y finalmente una entrevista de la periodista Magda Resik. En un momento, nuestra colega le pregunta: «¿Por qué la historia?». Y el historiador responde: «Para mí la historia es la memoria de las cosas. Una persona sin memoria es una víctima, un pueblo sin memoria es una fatalidad, jamás encuentra su camino».