Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Adiós al maestro Ramiro Guerra

El iniciador de los caminos de la danza moderna cubana falleció en La Habana, la ciudad que lo vio nacer hace 96 años

Autores:

Norge Espinosa Mendoza
Marilyn Garbey

Ramiro Guerra, el iniciador de los caminos de la danza moderna cubana, falleció en La Habana, la ciudad que lo vio nacer hace 96 años, en la cual desplegó su talento extraordinario como coreógrafo, intelectual, maestro y donde tuvo muchos amigos.

Hombre extremadamente inteligente, de cultura profunda, tan atento a la vida toda, por eso el 25 de septiembre de 1959, en una de las salas del Teatro Nacional aún en construcción, sentó los cimientos de lo que hoy es Danza Contemporánea de Cuba, una compañía reconocida entre las más relevantes del panorama danzario mundial.

En un país sin tradición danzaria, sin escuelas de danza, formó una agrupación con la cual puso en escena todos los colores de la nación: negros, blancos, mestizos, compartieron en los espacios de creación. Irreverente como fue hasta el fin de sus días, desbarató prejuicios machistas que cuestionaban al hombre bailarín, y sumó a su gesta a diseñadores y músicos.

Tuvo Ramiro la lucidez de nutrirse de las pautas de la danza norteamericana y de la europea, para pasarla por el tamiz de lo cubano: de los orishas del panteón tomó gestos, pasos de baile, maneras de moverse que conformaron la técnica cubana de danza moderna, convertida en referente mundial para la formación de bailarines. También formó un público para esta especialidad, sin pautas definidas como el ballet. Así creó, con la colaboración de sus bailarines, el estilo cubano de danza moderna, orgullo de este pequeño país.

Su fama lo precedía: era muy exigente con su equipo de trabajo y sus valoraciones eran demoledoras; si estaba en el teatro y lo que veía no le gustaba, se levantaba de su butaca y se iba sin explicaciones. Su lengua afilada provocó muchas rupturas que solo el tiempo restauraba, y hasta le provocó censuras. Pero sus discípulos, entre los que se cuentan figuras destacadas de la cultura cubana, lo reverencian como maestro.

A menudo se asocia a la danza solo el movimiento del cuerpo del bailarín. Ramiro fue el autor de numerosos libros de pensamiento sobre la danza y la cultura toda. Calibán danzante, Coordenadas danzarias, Siempre la danza, su paso breve, entre otros, son grandes aportes a la reflexión sobre la danza y su impacto en el entorno social. Por su producción intelectual profundamente descolonizadora, expresión de una actitud antihegemónica, es reconocido en el ámbito latinoamericano que hoy lamenta su partida.

Por suerte, Ramiro tuvo en vida los aplausos que merecía. El Premio Nacional de Danza, el de Enseñanza Artística y el de Investigación Cultural se honraron al incluirlo en su nómina. En su cumpleaños, cada 29 de julio, le acompañaban sus amigos. Recuerdo el de sus 90 años, allí estaban el maestro Fernando Alonso, Eduardo Arrocha, Santiago Alfonso, Norge Espinosa, Jorge Brooks, entre otros que gozaron del privilegio de su amistad. Los jóvenes artistas y críticos han bautizado el evento que organizan bianualmente como De la memoria fragmentada, título de una de sus coreografías.

Ramiro Guerra será, por siempre, inspiración para los hacedores de la danza. En el minuto de su partida, volvemos a agradecerle el gesto fundador. Hasta siempre, maestro.

Danzar más allá  de la muerte

El fallecimiento del maestro Ramiro Guerra, premio nacional de Danza, deja para el arte escénico y la cultura cubana toda, una ausencia que nadie podrá cubrir. Su legado como coreógrafo, profesor, investigador y líder en las apropiaciones de las vertientes modernas y sus postulados en nuestro ámbito dancístico, lo habían convertido ya, desde hace mucho, en una referencia primordial para entender no solo lo relacionado con el desarrollo de una visión más contemporánea entre nosotros. La obra que nos legó este habanero es la de un fundador veraz y convincente, que fue en vida, además, un guerrero y un líder dotado de todas las armas que hay que manejar en busca de la renovación genuina.

Nacido en 1922, de haber llegado a junio de este 2019, le hubiéramos celebrado los 97 años. Renegó de su carrera de abogado para irse en pos de la danza, y tuvo entre sus maestros y guías a figuras como Nina Verchinina, Martha Graham y José Limón. En 1943 bailaba, guiado por Alberto Alonso, en Pro Arte Musical. Viajó a Europa, a Estados Unidos, se integró a las Misiones Culturales animadas por Raúl Roa en 1950, y se forjó como bailarín y coreógrafo en medio de la indiferencia general. Como a tantos cubanos, le sorprendió encontrar fuera de su tierra los ecos de su identidad, y regresó a su patria para ir más al fondo de este asunto, preparándose para retos mayores. En 1959 crea el Conjunto del Departamento de Danza Moderna del Teatro Nacional de Cuba. Fue su propia revolución dentro del nuevo tiempo.

El arco de lo que Ramiro Guerra hizo cristalizar en ese empeño nos alienta todavía. Mulato, Mambí, La rebambaramba, Chacona, Improntu galante, Medea y los negreros, Orfeo antillano, son mucho más que títulos en un catálogo de lujo. Con Suite yoruba consigue un clásico que unifica la herencia de la cultura africana en nuestra nación con la visión de un artista pleno en su afán de modernidad. Fue estricto, severo, riguroso. Fogueó a bailarines y nombres que hoy le reconocen con agradecimiento infinito. El Conjunto triunfó en París, en otras naciones europeas, recibió los elogios de Maurice Béjart. Y tenía por delante aún más desafíos. La fuerza polémica de El decálogo del apocalipsis, en 1971, parecía rozar el límite.

Tras el frustrado estreno de esa última pieza, los aires de un momento oscuro alejaron a Ramiro de la compañía que él fundó. Fiel a sí mismo, no se detuvo por ello, y de esa aparente parálisis vinieron algunos de sus libros sobre el arte de la danza que hoy son uno de sus grandes aportes. Restaurado el nivel de las aguas, no quiso volver atrás y retornó a la coreografía con el Conjunto Folklórico Nacional y otras agrupaciones. En 1989 estrenó De la memoria fragmentada: una pieza que recomponía, en el escenario, memorias, obstáculos y nuevas profecías. No volver sobre sus pasos era una de las divisas que proclamó. Y también en ello fue único, indagando siempre, inquietando siempre.

Ahora que ha fallecido, podrá hacerse una biografía formal de este maestro. Premios y condecoraciones, distinciones y doctorados, podrían intentar su retrato. Genio auténtico, no podrá ser reducido a una biografía formal. Sus discípulos directos e indirectos, sus colaboradores, estudiosos y amigos, sabrán recordarlo como un espíritu sin descanso. Lo que él fundó, baila siempre con nosotros. Sus libros, que deberían ser más y mejor leídos por las nuevas generaciones no solo de la danza en Cuba, serán bitácoras imprescindibles. Ramiro Guerra fue un talento y un carácter, y en su ética de rigor nos deja muchos retos por venir. Este fin de semana, la compañía que él fundó, ahora bajo el mando de Miguel Iglesias, volverá a convocar al público en el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso. Sea esa la mejor manera de entender, y demostrar, que su nombre danza más allá de la muerte. Que como todo artista verdadero, no hay adiós posible para quien supo alcanzar una trascendencia tan firme, pletórica de futuridad.

***

Silencio. Descanse en paz, maestro Ramiro. Nuestros salones respiran su trabajo, su esencia, su virtud. Su obra, la danza cubana, está hoy de luto, pero celebra su inmensidad. (Danza Contemporánea de Cuba)

***

Hoy sabemos que andas ya libre de materia y convertido en espíritu, ese que siempre descubrimos en ti y que nos guio, danzando como amas por los caminos del infinito. Hasta que nos volvamos a ver, MAESTRO. Gracias por tu guía, ejemplo y perseverancia. (Lizt Alfonso)

***

Acosta Danza se suma al duelo por la desaparición física del Maestro Ramiro Guerra, Padre de la Danza Moderna Cubana. Nuestra compañía seguirá reverenciando los aportes y enseñanzas de quien será, para siempre, uno de los pilares de la escena danzaria de nuestro país. (Acosta Danza)

Según su última voluntad 

Atendiendo a su última voluntad sus restos fueron cremados y sus cenizas expuestas en el vestíbulo de la Sala Avellaneda del Teatro Nacional de Cuba, sitio íntimamente vinculado a su vida, obra y legado. A la caída de la tarde de este jueves se esparcieron en el mar. El Consejo Nacional de las Artes Escénicas informará en las próximas horas sobre el homenaje que se le tributará a esta gran figura de la cultura cubana.

Comparte esta noticia

Enviar por E-mail

  • Los comentarios deben basarse en el respeto a los criterios.
  • No se admitirán ofensas, frases vulgares, ni palabras obscenas.
  • Nos reservamos el derecho de no publicar los que incumplan con las normas de este sitio.