Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Libros que nos salvan de la desmemoria

El volumen Nuestro amigo Leal fue escrito por numerosas manos de amigos, como «una suerte de abrazo múltiple»

Autor:

Alejandro A. Madorrán Durán

De gala se viste por estos días la editorial Boloña, y no es para menos. Después de diez años de ausencia, su colección vuelve a lucir en las vitrinas de San Carlos de La Cabaña como parte de esta 27ma. Feria Internacional del Libro Cuba 2018, la cual, para mayor celebración, está dedicada al Historiador de la ciudad de La Habana, Eusebio Leal Spengler, creador de ese sello, que desde 1996 se empeña en reflejar «la hondura y riqueza del patrimonio intelectual de la Isla», según reza su catálogo.

Con más de una veintena de nuevos títulos y reediciones «aterrizaron» los dirigidos por Mario Cremata Ferrán en la vetusta fortaleza habanera, específicamente en la bóveda A-8, acicalada para la ocasión con muestras audiovisuales y pantallas interactivas. Entre las novedades que contempla su programa están: Caminos para el azúcar, de Oscar Zanetti y Alejandro García; El crimen de la mancha en el espejo y otras historias, de Ciro Bianchi Ross; Marianao en el recuerdo, de Félix Mondéjar y Lorenzo Rosado; así como Cena con Buda, de Armando Cristóbal Pérez; Damas de social, de Mirta Yáñez y Nancy Alonso; entre otros.   

También revisten especial importancia aquellos que llevan la firma, o abordan la vida y obra de Eusebio Leal. Entre ellos Fiñe, el cual constituye —al decir de Cremata— un libro muy singular y atractivo, compuesto por amenas crónicas que publicó el historiador en las páginas de Juventud Rebelde desde finales de los 80 y hasta principio de los 90. «Se trata de una serie de remembranzas y reflexiones sobre determinados aspectos de su infancia, como la escuela pública, los maestros normalistas, el vendedor de hielo, la abuela mambisa; recordados desde una óptica donde prevalece la ética y el amor a Cuba», añadió.

Aeterna sapientia (que en latín quiere decir: la eterna sabiduría) e Hijo de mi tiempo, son dos textos que nos permiten reflexionar y aprender de la mano de los discursos, conferencias, artículos y prólogos que el también Premio Nacional de Patrimonio Cultural (2012) ha ofrecido en diversos espacios y momentos. Ambos, memoria impresa de la excelsa oratoria de quien lleva la palabra ágil y elocuente para hablarnos de nuestras raíces fundacionales, de personajes, fechas y hechos que forjan la cultura cubana contemporánea.

En la misma senda, las palabras de Leal en Cuba prendida del alma «nos conminan a asumir y perpetuar el culto a nuestra tradición ética, a los símbolos nacionales, los padres fundadores, el sentido del deber y de la gratitud; valores y principios que han de ser irrenunciables».

Son muchas las temáticas que aborda el Doctor honoris causa de la Universidad de La Habana (2016) en los seis capítulos de Cuba prendida del alma. Se rememora su conferencia con los jóvenes de la Asociación Hermanos Saíz (AHS); dedica varias páginas a expresar su lealtad a Fidel, a quien describe como «una llama inextinguible»; también nos habla de cómo se gestó la amistad entre Hugo Chávez y el líder de la Revolución Cubana; entre otros apasionantes asuntos y personalidades del pasado y el presente de la Isla.

Como una especie de obsequio por sus 75 años de vida y su medio siglo de labor al frente de la oficina del Historiador de la ciudad de La Habana, fue escrito Nuestro amigo Leal por numerosas manos de amigos, como «una suerte de abrazo múltiple: el abrazo en forma de libro de gente que lo admira, que le quiere, que le debe, que lo venera…, personas de Cuba y el mundo para las cuales Eusebio Leal Spengler ha sido y sigue siendo una inspiración fecundante».

Ponderar la Patria

Este martes, a las 10:00 a.m., en la sala Nicolás Guillén de La Cabaña, la editorial Boloña presentará dos títulos cardinales para acercarnos más al calibre humano de uno de los fundadores de nuestra nación: Carlos Manuel de Céspedes. El Diario perdido, de Eusebio Leal Spengler; y El camino de la desobediencia, del joven escritor bayamés Evelio Traba.

Sobre la trascendencia de ambos volúmenes comenta Cremata: «Los recomiendo especialmente a los jóvenes. No solo porque Céspedes sea el padre de la Patria, sino debido a que, a través de su martirio, reflejado en ambos libros, podemos comprender que ese hombre no fue el luchador sin tacha que por lo general se muestra en las clases de Historia de Cuba. Céspedes tuvo defectos, se equivocaba, fue injusto, y también podía ser irascible; pero siempre sus lecciones se asentaban sobre una base ética, y esos valores los necesitamos mucho los más nuevos».

Carlos Manuel de Céspedes. El Diario perdido, en su sexta edición, no pierde vigencia, al contrario, las palabras del  iniciador de nuestras gestas independentistas, y primer presidente de la república de Cuba en armas, vuelven a arrojar luz «al contexto y a los protagonistas de la saga libertaria cubana». Acompañado por un valioso ensayo, a modo de prólogo, de Leal, en el cual «desbroza matices de hechos históricos relevantes en el devenir patrio y se acerca al hombre y su circunstancia».

Guiado por la misma luz de Céspedes, El camino de la desobediencia se propone seducir a los lectores de todas las edades con su escritura novelada, que juega con la ficción y la posibilidad histórica, pero que atesora en sus casi 600 páginas innumerables datos, situaciones y personajes, corroborados por una rigurosa investigación, afirma Cremata. 

«El libro demandó una edición muy exhaustiva, pues está lleno de referencias e información desconocida o poco conocida sobre la vida del Padre de la Patria. Por ejemplo, su viaje por Europa después de terminar sus estudios de abogacía en la universidad de Barcelona, España, capítulo descrito con un nivel de minuciosidad sin precedentes.

«También se aborda su relación con dos descollantes figuras de nuestra historia, Perucho Figueredo e Ignacio Agramonte. Del segundo, el autor deja saber que si bien estuvieron confrontados, entre ambos medió un gran respeto mutuo. Y con respecto a Perucho, se destaca su estrecha amistad, que los unió desde sus estudios en los claustros monacales dominicos de Bayamo, hasta el momento postrero».

Resulta interesante, además, el abordaje de la traumática relación que Céspedes mantuvo con su padre, que, de algún modo, recuerda a la que José Martí tuvo con el suyo. Ambos héroes enfrentados a una figura paterna que defiende los ideales peninsulares y metropolitanos en confrontación con los de emancipación de sus vástagos.  

Y es que «Traba titula a su libro El camino de la desobediencia porque a los 22 años Céspedes marca un punto de giro en su pensamiento, en el que no existía marcha atrás para el camino de la independencia, aunque tuviera que ir en contra de su familia», revela Cremata.

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