Mads Mikkelsen, reconocido actor procedente de Dinamarca, es el protagonista de Hannibal. Autor: Internet Publicado: 21/09/2017 | 06:52 pm
El canibalismo ha sido considerado literalmente espantoso; los seres humanos que se alimentan de semejantes han generado en su plasmación artística textos que mueven al horror, al morbo que provoca lo monstruoso, lo atrozmente diferente y anormal. Libros, películas, dramas teatrales o cuadros que giran en torno a esa práctica están destinados a un público que busca emociones fuertes, que encuentra en lo feo llevado a su categoría más elevada, satisfacción estética, lo cual, no por paradójico, deja de ser real. Pero la antropofagia también ha servido como tropo, procedimiento metafórico para discursar acerca de procesos histórico-sociales o intrincados laberintos ontológicos.
Hannibal Lecter es de esos caracteres que han trascendido de la literatura al cine y a la televisión; siquiatra sicópata, homicida y antropófago, la novela que lo tiene de protagonista fue escrita en 1981 por Thomas Harris y se titula en español El dragón rojo. Recientemente, la pantalla chica recibió al tristemente célebre personaje mediante la serie Hannibal (2013-2015), que ha acarreado una desigual recepción en el mundo entero.
Dirigida por su creador y uno de sus muchos guionistas, Bryan Fuller, en tres temporadas retoma una vez más el original literario de Harris en capítulos de 43 minutos que insisten mucho más que las lecturas precedentes en una característica del doctor sicópata: su condición de cocinero gourmet.
Tomando personajes y elementos de la novela original, la serie producida por la poderosa cadena NBC, vincula a Will Graham (Hugh Dancy), investigador asociado al FBI, quien tiene la rara capacidad de experimentar los crímenes de la manera en que los cometen los asesinos, con el doctor Hannibal Lecter (Mads Mikkelsen), que ayuda a aquel cuando los crímenes son demasiado retorcidos y complicados. Para formar una tríada muy estrecha y a la vez contradictoria, aparece Jack Crawford (Laurence Fishburne), director de Ciencias del comportamiento en el FBI.
Lecter es un hombre culto, amante de la música clásica, amén de experto y exquisito cocinero, que combina las más sabrosas delicatessens con... partes de sus víctimas, que no solo engulle sino que las ofrece a sus colegas e invitados, por supuesto, metamorfoseadas entre los otros ingredientes de su cocina, pletórica de atractivas recetas gourmet.
En Hannibal se privilegian los exclusivos platos que el Doctor prepara en cada capítulo, y que la cámara recoge, recrea, con suma delectación y conocimiento de causa(s); a la vez, los diálogos que intercambian los participantes en las cenas están llenos de ironías y dobles sentidos, aluden a aspectos que las trascienden y apuntan a las realidades otras que ocupan la verdadera diana dramática de los episodios, o el hipertexto que constituye la serie toda.
Pero mediante esa presencia de la comida gourmet se aprecia la evidente vocación por parte de los realizadores de combinar lo monstruoso y lo delicado, lo terrible y lo encomiable desde el punto de vista estético, como una parábola (hiperbolizada, cierto) de la propia vida, integrada en esencia por tales binarismos. Esto se aprecia en la esencia artística de los propios asesinos, quienes pretenden siempre que sus crímenes sean auténticas obras de arte, suerte de performances e instalaciones que pudiera exhibir cualquier museo.
En todos esos asesinatos, como en esas otras expresiones estéticas, hay siempre un mensaje, e incluso a veces más: toda una ideología, una cosmovisión filosófica, por muy errada, irracional o absurda que sea, como es lógico, al emanar de tales mentes perturbadas. Sin embargo, esto no encuentra igual proyección en los crímenes del protagonista; aquí desconocemos, excepto en contadas ocasiones, las motivaciones reales del Hannibal televisual para elegir y ultimar a sus víctimas, lo cual es algo que han descuidado su creador y su equipo de guionistas. Todo lo contrario al personaje de Will, mucho mejor diseñado sicológicamente y más rico en sus contradicciones y complejidades.
Con un ritmo lento, ajeno a las prisas hollywoodenses, que posibilita el desarrollo y maduración de caracteres y situaciones, la serie logra una ambientación cuasi perfecta que la conecta con los clásicos del horror y más de una vez nos permite paladear la influencia positiva de un David Lynch o un Brian de Palma, sin descartar al maestro Hitchcock.
La cámara es otra destacada auxiliar de Hannibal, ensayando una planimetría frecuentemente cercana a la estética cinematográfica que la coloca por encima de otras series; tiene un visor hiperrealista cuando se trata de proyectar, hasta el detalle, autopsias o cuerpos sanguinolentos con vísceras brutalmente expuestas, donde la estética gore señorea.
La técnica habitual del plano/contraplano para los diálogos de los protagonistas admite ciertos encuadres y angulaciones muy inteligentes que, con la ayuda de la iluminación, enfrentan al espectador con lados ocultos (y oscuros) de aquellos escondidos tras las palabras; para lo cual no desecha el primer plano, e incluso el bigclose up.
Mas, cuando se trata de mostrar los asesinatos o los ulteriores platos-resultantes (donde, como decíamos, el horror se metamorfosea bajo los encantos y elíxires de la buena mesa) los realizadores acuden a planos generales, panorámicas que devienen magistrales zooms o detalles muy concretos donde se revela con fruición lo mismo un espectáculo horrible, mas irresistiblemente atractivo visualmente, que unos deliciosos platos en plena cocción y preparación que viajan finalmente a la mesa en forma de manjares, los cuales, contrario a las escenas homicidas, se rechazan pese a su apariencia comoquiera que sabemos lo que realmente ocultan. Y entonces, vuelven los planos medios, primeros o grandes en toda su intimidad y subjetivismo.
Otro mérito de Hannibal es la música; no solo la incidental (Brian Reitzell) que como en todo thriller que se respete prepara el ánimo del espectador anunciando para el inminente peligro o la cercanía de uno de los crímenes consumados, sino también la que suena en casi todos los episodios: la clásica que escucha Hannibal Lecter, un melómano refinado.
Por último están las actuaciones. Mads Mikkelsen, quien ha triunfado en el cine europeo (Coco Chanel & Igor Stravinski, Torremolinos 73...) y ha hecho carrera en Hollywood (El rey Arturo, Casino Royal...), da vida al caníbal protagónico. Actor de registro amplio, de concentrada energía y marcadas modulaciones entonacionales y emotivas, no desarrolla toda la brillantez que el personaje demandaba; tiene momentos logrados junto a otros donde apenas enuncia los parlamentos asignados, en una proyección bastante monocorde y hasta gris.
Algunos piensan que ante la impronta de grandes colegas que le precedieron en el rol (sobre todo, sir Anthony Hopkins) palidece su desempeño, pero no creo que se trata de eso, sino de concepción y dirección; acaso el perfil trazado aquí —demasiado seguro de sí mismo, prepotente— le llevaron a una interpretación entonces sobre lo fría y sin los matices esperados.
Otro notable actor como Laurence Fishburne (Jack) tiene que vérselas con un directivo del FBI poco original en su diseño; más cercano a los agentes de thrillers clase B que a lo que presuntamente debe ser —un detective inteligente, rodeado como está de sutilezas y torceduras—, se mantiene todo el tiempo en aire del sabueso confuso y dubitativo, sin el adecuado peso dramático.
La verdadera estrella de la serie es Hugh Dancy (Will) en una labor de elevada altura histriónica, capaz de asumir y proyectar la compleja naturaleza de su agente: sus delirantes visiones, sus combates interiores, la rabia unida a una peculiar sensibilidad, llegan a nosotros en toda su dimensión, gracias a la estatura emocional del actor, combinada con una depurada técnica.
Serie para estómagos resistentes, Hannibal es sin dudas una de las más conseguidas y motivadoras de las que «ruedan» por nuestras memorias flash y discos duros en los últimos años.
Asesor acusado
El famoso chef español José Andrés, quien trabajó como asesor para los ritos culinarios del doctor Lecter, tuvo que enfrentar al presidente Donald Trump, que lo demandó por daños y perjuicios y le exigió diez millones de dólares cuando este renunció en el 2015 a abrir un nuevo restaurante en un hotel de lujo en Washington, perteneciente al mandatario, a partir de que tildara a los mexicanos como «violadores» y «narcotraficantes».
Homenaje
Los títulos de todos los capítulos de la serie Hannibal hacen referencia a aspectos culinarios. En la primera temporada sobre gastronomía francesa, en la segunda, japonesa y en la tercera, italiana.