El grupo local Alánimo en una de las puestas más gustadas, Cuando muera el otoño. Autor: Jorge Luis Domìnguez Publicado: 21/09/2017 | 06:26 pm
SANTA CLARA, Villa Clara.— Hasta hace poco fue un festival de «pequeño formato» (desde monólogos hasta obras de tres o cuatro actores) pero, como declarara a raíz del más reciente encuentro su fundador y organizador, Ramón Silverio, «al Mejunje le queda chico» tal soporte, de modo que en la flamante edición 24, el festival escénico recibió piezas de todo tipo, si bien predominaron las menos complejas por las consabidas dificultades a la hora de trasladar escenografías y vestuarios.
Mas, dado su carácter nacional, el Festival acogió de todo y pudo apreciarse aquí una notable y nutrida representación de los más diversos estilos y poéticas, respondiendo a la perfección al lema que rige el evento a partir de este, su más reciente encuentro: «Todas las voces, todas las tendencias».
Si hubiera, no obstante, que definir líneas predominantes, pudiera hablarse del teatro para niños (específicamente los títeres) y un tipo de pieza minimalista que no hace reñida su adaptación a un espacio con propuestas generalmente ambiciosas y universales.
De los anfitriones
El mismo grupo de la compañía anfitriona sorprendió gratamente con The Royal Well, escrito y dirigido por Blanca Blanche, quien además comparte elenco con María Luisa Bringas: una joven sedienta se enfrenta a un pozo que encierra un duende juguetón, el cual le escamotea el precioso líquido para verter en su recipiente todo tipo de juegos y elementos alusivos a fiestas y actos de magia.
Síntesis magistral de «comedia silente», circo (en especial el clown) y música (con la actuación en vivo de la orquesta de cámara Rubén Urribarres), la pieza funde gestualidad y sonido en una ósmosis brillante, en la cual al virtuosismo de los instrumentistas ejecutando piezas clásicas (Mozart, Vivaldi, Bach…) se unen los desempeños de ambas actrices para sugerir y aludir en una original obra que, tras un breve retoque eliminando ciertas reiteraciones, demostrará mucho mejor la potencialidad de su autora y del colectivo al que pertenece.
Virajes femeninos y divertidos
Entre otras, la capital estuvo representada por 24 horas viraje, de la Compañía El Cuartel, sobre una pieza de la argentina Gilda Bona, premiada en el certamen La escritura de la diferencia (2012). «Cultura de masas» para referirse a crisis femeninas de clase media, estas tres mujeres al borde de (constantes) ataques de nervios, ponen a prueba el talento de Violeta Ampuida, Karla Menéndez y Arianna Delgado al asumirlas, y a su directora, Sahily Moreda, para lograr un montaje tan alocado y febril como la alienación y el desequilibrio que acertadamente satirizan.
Tres mujeres también «danzan» El vals de las solas, a cargo del matancero Teatro D’Sur, dirigido por el veterano Pedro Vera, quien llevó a escena sendos monólogos del chileno Jorge Díaz, en torno a otros tantos delirios femeninos (desde las ansias irrefrenables de ser actriz a la despreocupación de madres que no parecen dotadas para serlo) que arrancaron a la intérprete, Massiel Abreu, un desempeño desigual: a veces fue tanto su torrente histriónico, particularmente gestual, que cayó con frecuencia en el desborde, algo que el director y ella misma deben controlar para futuras puestas.
Muñecos
Como decía, los títeres reinaron, desde diferentes grupos y sus respectivas líneas expresivas.
Insistiendo en la proyección del payaso, El huevo de la discordia, de la compañía Teatro Océano, se vio lastrado por un estiramiento excesivo de un argumento sencillo, lo cual provocó redundancias en el discurso, pese a los esfuerzos de los actores, excesivos en su proyección.
Valga encomiar en este apartado tres espectáculos: Cuando muera el otoño, del grupo local Alánimo; Viaje a la república del caballo muerto, por el maestro Armando Morales, y Cómo te lo cuento, del colectivo español Yheppa, especialmente invitado al evento.
En el primero, el ensemble que conduce Carmen Margolles logra sensibilizar al auditorio más diverso con una historia (libremente inspirada en la vida del músico Alejandro G. Caturla) que predica el amor capaz de vencer a la muerte y, de paso, flagela prejuicios raciales y clasistas. Perfecta simbiosis de lenguajes (actrices y títeres, escenarios de tamaño natural y pequeños), con una música preciosa del artista emblemático, todo magistralmente llevado por las actrices María Caridad Santos y Yamilet Rodríguez, redundó en una de las puestas más gustadas del festival.
Armando Morales se presentó más de una vez, pero fue en ese espectáculo aludido, sobre textos de Roberto Espina, donde el titiritero y actor brilló con una sabrosa mixtura de humor y seriedad que apenas deslindaba entre sus manejados muñecos y sus propias proyecciones escénicas.
En cuanto a los visitantes españoles, la actriz Yolanda Diana Marcos, que siguió las órdenes de Carlos Díez (esposo y compañero de trabajo), nos enfrentó a un puñado de relatos breves que beben generalmente de la cultura popular ibérica y universal, y que tienen no pocos puntos de contacto con el imaginario criollo de Cuba y América Latina. De ahí la empatía que un público tanto menudo (principal destinatario) como adulto, logró con la imaginativa y graciosa propuesta.
Desde los niños
No solo fue abundante el teatro para los niños, sino desde ellos mismos, con su lenguaje y su universo: ¡A las tres de una vez!, del espirituano Teatro Paquelé, que se arriesgó con dos actores adultos (cierto que muy jóvenes) encarnando a personajes de menor edad que trasuntan en sus travesuras y miedos conflictos mucho más graves que lo aparentado por aquellos: abusos sexuales o indiferencia familiar son llevados a la picota en un texto delicado y muy cuidadoso de Blanca Felipe Rivero, con puesta sencilla pero elocuente de Pedro A. Venegas, y las notables actuaciones de Ilen Bernal y Carlos A. Delgado.
Manejo hábil del humor negro que incluye un racional uso del espacio escénico demostró La maleta encantada, también de Alánimo, dirigido artísticamente por José A. Torrecillas; sin embargo, en esta ocasión el plano actoral evidenció fisuras e irregularidades.
A lo grande
Las jornadas finales, cubiertas por grupos de las provincias orientales, también representaron ese ensanchamiento escénico de que hablábamos al principio, y que caracterizó este Mejunje Teatral.
Noria, de Roberto D. M. Yeras (Premio de dramaturgia Virgilio Piñera 2006), por Alas D’Cuba (Granma) y dos espectáculos de Teatro del Viento (Camagüey) cerraron bien arriba el festival.
Con Fernando Muñoz Carrazana al frente (que asume a la vez el protagónico), Noria se desarrolla en un bar de madrugada donde confluyen personajes y situaciones que reflejan brutales realidades contemporáneas. Con fluido ritmo, conseguidas actuaciones en casi todos los casos y acertado diseño dramatúrgico, la puesta se resiente cercana a su desenlace, debido a un estancamiento del relato que afecta su despegue general, al punto de impedir que la propuesta conceptual llegue con toda su contundencia al espectador.
Los caballeros de la Mesa Redonda, texto del alemán Christoph Heinen y versión de los artistas camagüeyanos que tienen como líder a Freddys Núñez, protagonizó una de las frecuentes invasiones de numeroso y variado público al entrañable Mejunje.
Los caballeros de la Mesa Redonda fue representada por Teatro del Viento, de Camagüey. Foto: Jorge Luis Domínguez
Caracteriza al nuevo montaje de Teatro del Viento la impresionante dinámica escénica y el trepidante ritmo que no decae en más de dos intensas horas de representación, lo cual obliga a los capacitados actores a desdoblarse en cantantes y bailarines, en ejercicios que implican verdaderos desafíos. Sin embargo, a la puesta le afecta una indudable desmesura tanto de tono como de esencia (analogías forzadas, reiteraciones, subrayados superfluos…) que tras un saludable «chapeo» darán a la obra, sin dudas, un acabado superior.
Festival festivo
Aunque con otras subsedes y programaciones colaterales en municipios, el afamado Mejunje volvió a ser centro de irradiación e imantación. Esta 24 edición de su Festival teatral resultó todo un éxito, que esperamos se repita en las próximas, desafiando fríos y comenzando cada año con renovadas energías escénicas.