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La fotografía es mi «enfermedad»

Este sábado comienza la primera edición de La Villa infinita, festival de todas las artes ideado por el joven creador Williams Cruz Perdomo, para celebrar el aniversario 220 de su San Antonio de los Baños

Autor:

José Luis Estrada Betancourt

Es como si Williams Cruz Perdomo hubiera nacido con una cámara fotográfica y una computadora en sus manos. Suerte la suya que ha podido canalizar a través del arte sus dos grandes pasiones: la plástica y las nuevas tecnologías. De ello dará fe la muestra que realizará en medio de la primera edición del festival La Villa infinita, que comienza hoy en su amado San Antonio de los Baños natal, gracias a su idea y empuje, aunque, por supuesto, ha recibido el apoyo de muchos artistas e instituciones, ansiosos todos por celebrar los 220 años de esa tierra.

«Es un evento que añoramos que en lo adelante se mantenga por mucho tiempo y que aglutina a artistas de varias manifestaciones y de todas las generaciones, para homenajear a nuestra hermosa villa, pero también a esos que nos han llenado de orgullo, como René de la Nuez o la agrupación Tesis de Menta. Será una gran fiesta en medio de la XXXVIII Semana de la Cultura Ariguanabense», explica Williams, quien desde muy corta edad se sintió atraído por el dibujo, las formas y los colores.

Recuerda ahora Williams cómo empezó a dibujar casi con desespero, e imagina lo mucho que le hubiera ayudado haberse vinculado a la Casa de Cultura, por allá por los años 90, «pero entonces mis padres quizá no podían dedicarle tiempo a eso. Sin embargo, con mi descubrimiento de las tecnologías, de las computadoras, se me abrió un mundo fascinante, al punto de que decidí estudiar Informática.

«Las herramientas que me ofreció esa carrera, unido a mi incesante interés por las artes visuales, fueron conformando este camino que aún recorro. Solo que esta vez me acerqué a la Casa de Cultura por mi propia cuenta, y allí comencé a relacionarme con artistas, con destacados profesores de artes plásticas de San Antonio de los Baños. De pronto se me despertó la necesidad de crear y de que las personas vieran lo que estaba haciendo».

—Te iniciaste por la pintura, el grabado (ha realizado diez exposiciones personales y participado en 63 exposiciones colectivas en Cuba, Colombia, Argentina, España, Suiza), ¿cómo llegaste a la fotografía?

—Me vi de repente realizando fotomontajes y aprovechando mis conocimientos de Informática. El photoshop se convirtió en una herramienta con muchas posibilidades, con la que podía diseñar, hacer carteles, humor gráfico... Claro, a medida que me adentraba en la fotografía se iba haciendo mayor mi necesidad de superarme, de descubrir sus secretos, y me refiero también a las bondades del equipo, a esa parte tecnológica, cuyas potencialidades no siempre se explotan al máximo porque se desconocen.

«Así fue como matriculé en diferentes cursos y talleres que me aportaron mucho, sobre todo aquellos impartidos por los fotógrafos Alberto (Chino) Arcos y Pedro Abascal en la sede de la Uneac. En lo adelante he estado siempre dispuesto a aprender, de modo que no he dejado pasar otras oportunidades que se me han presentado como el taller audiovisual Historias urbanas, a cargo del crítico de arte español Manuel García; y el de artes plásticas que ofreció el Centro Experimental de Artes Visuales José Antonio Díaz Peláez, por ejemplo.

«Intento que mis fotomontajes sean verosímiles, ello equivale a un exhaustivo trabajo con el programa que utilizo. Me gusta que la gente sepa de lo que se trata, porque al final muestro algo que no existe, y no obstante las personas se quedan con la duda de si estarán equivocados. Me esfuerzo porque no se vean las costuras, que sean obras atractivas desde el punto de vista plástico, visual».

—Uno no se asombra de saber que si eres de San Antonio de los Baños, desarrolles también la vertiente del humor gráfico...

—Ciertamente es difícil que quien vive en la capital del humor gráfico en Cuba y tenga una inquietud como la mía no sucumba al encanto del humor gráfico. Yo al menos no pude escapar, de manera que visitaba ese Museo del Humor que es una institución que está muy relacionada con el pueblo, y empecé a moverme por esa línea y por medio de ella también a ejercer la crítica social ante lo mal hecho. Es muy satisfactorio, al menos para mí, cuando con el photoshop consigo hacer lo mismo que los dibujantes con su pincel y sus plumillas. Ha sido muy estimulante ver de vez en cuando mis obras publicadas en el DDT de Juventud Rebelde, en La calle del Medio, El Artemiseño... y hasta haber obtenido el Premio Uneac en la XVII Bienal Internacional de Humorismo Gráfico, en el 2011, aunque no soy humorista de oficio. No me ocurre como con la fotografía, que estoy todo el tiempo en la calle tratando de captar una imagen.

—¿Y la cartelística?

—Igual me llama mucho la atención el trabajo con las formas, con las imágenes, con los colores; intentar decir algo con economía de recursos, pero de una manera efectiva. Creo que adentrarse en el universo del diseño te hace un artista más completo. Entonces, he concebido carteles para concursos convocados por el Centro Pablo, para celebrar el décimo aniversario de La Jiribilla. También fui el autor, en 2011, del cartel de la expo colectiva internacional Galgos, que acogió la galería Al Xaraf Art Space, Albaida del Aljarafe en Sevilla, España; justo en el mismo lugar donde dos años más tarde realicé mi primera exposición personal internacional. He diseñado catálogos para un gran artista como René de la Nuez y para diferentes muestras en San Antonio de los Baños y Güira de Melena.

—Pero de todas formas te quedas con la fotografía...

—La fotografía es mi enfermedad, yo ando con la cámara siempre arriba y a cuatro ojos, porque cuando menos te lo imaginas puede aparecer una imagen impactante, que habla por sí sola, que transmite ideas, mensajes. La cámara es como parte de mi cuerpo.

—¿Cómo conformas tus exposiciones?

—De dos modos: partiendo de una idea previa o gracias a que reviso prácticamente a diario las miles de imágenes que guardo en mis archivos. Puede suceder que de pronto salte una foto que hice cuatro años atrás, pero que hoy me dice cosas nuevas, o que complete un concepto que estoy trabajando en la actualidad. Así voy armando un proyecto. En Spectrums, por ejemplo, hay fotos de 2009 y 2010, aunque esa expo se mostró recientemente en el Centro Cultural Fresa y Chocolate. Igual ocurrió con Manipulaciones, que se mostró en el Centro Provincial de Artes Plásticas en el 2012.

—Spectrums conquistó la beca El reino de este mundo que otorga la Asociación Hermanos Saíz (AHS)...

—Yo la venía preparando desde hacía un tiempo, pero no la había podido materializar. Ello solo fue posible por la colaboración de la AHS con su beca, organización a la que me uní desde el 2012 y que es esencial por la manera como promueve y apoya a los jóvenes artistas. La AHS me ha permitido llegar un poco más lejos, al propiciarme el provechoso intercambio con otros creadores, lo cual, por supuesto, te nutre y enriquece. Esas son cosas que un artista siempre necesita.

—Además del festival La Villa infinita, ¿algo más le quita ahora el sueño a Williams Cruz?

—Bueno, estoy trabajando con otro colega en un proyecto que aún no tiene título, pero en el que estamos poniendo todo nuestro empeño, pues deseamos presentarlo para la venidera Bienal de La Habana, cuyo proceso de selección es muy riguroso. Sin embargo, nos gusta probarnos.

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