El relato el Lobo, el bosque y el hombre nuevo insipiró el filme Fresa y Chocolate, que se proyectará durante el Taller como parte de la programación cinematográfica del evento. Autor: Juventud Rebelde Publicado: 21/09/2017 | 05:06 pm
La primera versión teatral de El lobo, el bosque y el hombre nuevo, el relato que inspiró la película Fresa y Chocolate, regresa a las tablas de Cuba a 22 años de su estreno.
La Catedral del Helado, propuesta de Sarah María Cruz, volvió a cautivar a un público que no se cansa de ver al actor Joel Angelino desdoblarse en Diego y David para contar, emocionar y hacer pensar.
«Es un espectáculo lleno de emociones y mucha sinceridad», dijo la dramaturga Sarah María Cruz, poco antes de reponer su montaje cumbre.
Montada dos años antes de que el cuento fuera popularizado por el filme de Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío, Cruz comenzó a gestar la obra mientras escuchaba el cuento en Casa de las Américas.
Confiesa que la amistad entre un homosexual y un joven comunista la sedujo por su fuerza y pertinencia, y el escritor Senel Paz le cedió el cuento para que ella le pusiera acción al texto.
«Visto en el tiempo, La Catedral del Helado impulsó lo que vino después, desde la película hasta el debate público sobre un tema que fue tabú: el homosexualismo», estima la directora de Teatro del Sol.
La primera función fue en enero de 1991, y tenía previsto estar dos semanas en cartelera del teatro Bertold Brecht, pero el éxito fue tal que se pasó tres meses a sala llena, y luego salió de gira.
Desde entonces la obra ha sido presentada en 14 países, y tras el fenómeno social y cinematográfico que representó Fresa y Chocolate, el público respondió a la puesta para confrontarla con la película.
Angelino mismo interpretó un papel en el filme que consagró a los actores Jorge Perugorría y Vladimir Cruz, y que es hasta ahora el único filme cubano nominado a los premios Oscar.
Para Cruz, haberse topado con el cuento de Paz fue como encontrar una joya, si bien su trayectoria incluye otros montajes notables, como La dolorosa historia de José Jacino Milanés y Manteca.
El haberlo conseguido casi recién graduada de la especialidad de dramaturgia del Instituto Superior de Arte es un homenaje tácito a sus maestros, como Rine Leal, Nicolás Dorr o Magali Mugercia.
«Ellos me enseñaron a aprender de mis equivocaciones, a canalizar mi gran pasión por el teatro, a decodificar y reinterpretar una obra para contarla a mi manera», agrega con su verbo veloz.
Antes de mezclarse con un público donde también están el propio Paz y la actriz Mirtha Ibarra, Cruz advierte al público que se cuide, pues sus montajes «lindos» son un ardid para enganchar.
«Mis obras son lindas a priori, porque detrás viene la reflexión: me gusta que el espectador interprete los textos», concluye.