El tercer Encuentro Internacional de Rumba Cubana trae a los escenarios un estilo que forma parte de la identidad nacional. Autor: Roberto Suárez Publicado: 21/09/2017 | 05:13 pm
El sonido del tambor rompe. Tras él suenan, como un todo contagioso, el cajón, la tumbadora, la clave y se escuchan las voces. Así irrumpe la rumba, ese género criollo y tan exquisito para escuchar y bailar.
Timbalaye, el tercer Encuentro Internacional de Rumba Cubana que sacude por estos días a la capital y a la ciudad de Matanzas, trae a los escenarios un estilo que forma parte de la identidad nacional. Juventud Rebelde indagó sobre su valía con algunos de los participantes en el certamen.
Para Luis Chacón Mendive, conocido entre sus colegas como «Aspirina», el secreto de la sonoridad de la rumba se encuentra en esa «personalidad específica, en esa ritmática. Se le han ido mezclando instrumentos percutidos a lo largo de su historia y ahora tiene una forma de decir muy contemporánea».
Aspirina, colaborador habitual de los grupos Rumberos de Cuba y Buena Vista Social Club, ubica a los muelles de los puertos como uno de los espacios fundacionales del género.
Él, incansable defensor de la melodía y director del Coro Folclórico Nacional, explica que las vertientes de la rumba son el guaguancó, el yambú y la columbia. Asimismo, asegura que la jiribilla «es la columbia, pero en un tiempo mucho más rápido».
Al caracterizar a los rumberos, el escritor y etnólogo Miguel Barnet expresa que «son personas modestas, humildes». Barnet, en un breve encuentro con ellos al comienzo de Timbalaye, hizo un recuento histórico sobre ese ritmo.
Allí, el también Presidente de la UNEAC señaló que «esa rumba salió del salón, de la clase media y pequeño burguesa, y pasó de moda. Pero hay que agradecerles a las grandes rumberas cubanas, que hicieron cine en México y Estados Unidos —como María Antonieta Ponce, Ninón Sevilla y Amalia Aguilar, entre otras—, que el concepto de rumba se divulgara en el mundo entero.
Yuliet Abreu, graduada de nivel superior en percusión e integrante desde 2002 del emblemático grupo Los Papines, considera que «ahora la mujer está mucho más integrada a la rumba. Siempre hubo buenas bailadoras, pero que nosotras formáramos parte de alguna agrupación como percusionista o cantante, era más difícil. Ya lo hemos logrado».
Cuando repasamos la actualidad del género, trasciende que es cultivado por muchas agrupaciones a lo largo del país. Cada una marca su propio sello, según señalan los estudiosos. Sin embargo, Román Justo Pelladito Hernández teme a ese nuevo camino tomado por algunos cultores y que llama «guarapachangueo».
Pelladito advierte a quienes se acercan a la rumba, que no olviden sus distintas vertientes. «Si no se enseña primero cómo es la rumba de Cuba, pues esta nueva generación no conoce de nuestras raíces», acota.
Eventos como Timbalaye apuntan hacia una zona musical imprescindible en el panorama sonoro criollo. Sin dudas, es una vertiente que muestra en su constitución la fuerza y la vigencia de las tradiciones populares. Porque, como sostuvo Barnet en el comienzo del certamen, «la rumba que estamos celebrando aquí es la que nació en los solares, los puertos, en los raíles de los ferrocarriles, la de Unión de Reyes, la matancera, la habanera, la que salía del alma, la del corazón del pueblo».