La intérprete, alejada de los escenarios del patio por compromisos internacionales, ha regresado para cumplir un anhelado deseo: reencontrarse con su público. Autor: Roberto Morejón Guerra Publicado: 21/09/2017 | 05:11 pm
Argelia Fragoso mira nuestro actual panorama sonoro y percibe que en él se ausenta ese viaje a las raíces. «Hay que incentivarlo en los intérpretes y los compositores de hoy. Eso es lo que te ata al centro de tu tierra», dice.
«Si no se sabe de dónde parte nuestra música, es imposible cantar o componer de una manera sincera, natural», sostiene la cantante, mientras subraya, como elemento necesario que debe tener el artista, el poseer un amplio conocimiento que vaya desde la música latinoamericana y la zarzuela española hasta las sonoridades más exóticas, las más genuinas.
La intérprete, alejada de los escenarios del patio por compromisos internacionales, ha regresado para cumplir un anhelado deseo: reencontrarse con su público. Y lo ha hecho de dos maneras. En abril último ofreció par de conciertos en el teatro del Museo Nacional de Bellas Artes, los cuales quedarán reflejados en el DVD Mi voz. Argelia Fragoso en concierto, auspiciado por Producciones Colibrí.
Dirigido por el realizador Léster Hamlet, el material audiovisual repasa en 16 títulos la cancionística criolla y de nuestro continente. «Con Léster me unen lazos de amistad y hace tiempo que estábamos intentando hacer algo juntos. Tiene un equipo de gente joven y una visión cinematográfica del espectáculo que le aportan mucho a la propuesta.
«A él le encantó la idea, sobre todo porque desde 2003, en el Teatro Nacional, no me presentaba ante el público de mi país y tenía esa deuda. Trabajamos con mucho gusto, con un buen ambiente y creo que va a salir un resultado hermoso. Pienso que entre septiembre y octubre Colibrí lo pueda sacar al mercado», comenta a Juventud Rebelde.
Pero Argelia está dispuesta a conquistar a todos y a quienes en otra época coreaban junto a ella la canción del XI Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes La Habana 1978; también a los que la seguían en En falso, ese tema de Graciano Gómez, o en Murió la flor, de Rembert Egües.
«Existen muchos planes para Cuba. Tenemos la idea de hacer otro disco. Hay interés de que me presente en Matanzas, Cienfuegos, Trinidad y Camagüey. Son ciudades con las que estamos en contacto. Y para finales de año tendré otro concierto en La Habana», anuncia.
Es que su ausencia de más de tres lustros, amén de algunas presentaciones, debe reponerla. Piensa que deben conocer tres de sus últimas producciones fonográficas: Habana filin, Entre nosotros y Canta lo sentimental.
Habana..., afirma, recorre la canción cubana contemporánea, desde los años 30 hasta el surgimiento de ese movimiento musical. Mientras, Entre nosotros lo «grabé con uno de los grandes contrabajistas y jazzistas españoles, Javier Colina. Parte de ese trabajo fue presentado en Bellas Artes. Este álbum junto a Canta lo sentimental —mi más reciente CD—, fueron nominados a Cubadisco, aunque no se han editado en el país todavía».
Durante el tiempo que estuvo fuera de Cuba, además de grabar discos, impartió clases en universidades y ofreció conciertos en varios países del mundo. «Vivo en España hace 16 años y desde allí me he movido, sobre todo en Europa, un poco para retomar un camino que inicié a partir de mis estudios de música en Alemania.
«Me dediqué también a visitar Costa Rica, Perú, Panamá, México, y en estos últimos años, he hecho conciertos en Alemania. Fui simultaneando la posibilidad de impartir clases con mi carrera artística. Fui profesora de canto, técnica vocal, orquestación y piano en universidades de Madrid, Valencia, Sevilla, Tenerife y Cataluña (España) y en Munich (Alemania)», relata.
Argelia es una fiel defensora de la canción nacional. «Lo he hecho siempre», señala con firmeza. Allí enfatiza en nuestro «estilo muy particular, muy definido. El filin marcó mucho la manera del cantar del cubano y eso creo que se ha perdido», advierte.
«A veces escuchas a los intérpretes y su manera de cantar se parece más a la de otros lugares. No responden al patrimonio cultural que tenemos. Lo contemporáneo es lo que reciben. Eso es válido, pero deben sumar esa historia musical que tienen Cuba y Latinoamérica, y con todo ello conformar un gusto, un modo de hacer.
«Aprendí de los músicos que rodearon a mi familia, como los maestros Rafael Lay, Luis Carbonell, Félix Molina, Frank Emilio Flynn, César Portillo de la Luz y Frank Fernández, a respetar y amar la canción, a serle fiel y a buscar en las raíces, desde lo tradicional, pasando por la Nueva Trova y el filin, hasta la melodía que se toca en el Callejón de Hamel».
¿Cuánto ha marcado a Argelia las voces femeninas de la cancionística contemporánea? Mucho, asegura. «He sido admiradora y amiga de grandes cantantes de mi país. Puedo mencionar a Elena Burke, Omara Portuondo, Moraima Secada y Esther Borja, con quien he tenido el honor de compartir escenario».
Graduada de nivel elemental en el Conservatorio Amadeo Roldán y de dirección coral en la Escuela Nacional de Arte, la artista confiesa que primeramente pensó convertirse en pianista.
«Pero estudiando en el nivel medio —ya había hecho algunas presentaciones con la Orquesta Aragón y había grabado varios temas en el ICRT con Eddy Gaitán—, se consideró que para ejecutar ese instrumento tenía las manos muy pequeñas.
«Una de las carreras que me propusieron fue dirección coral. En aquel momento era una especialidad que, a pesar de que había una tradición con Electo Silva desde Santiago de Cuba y el Coro Nacional en La Habana, no se conocía tanto. Como tenía que ver con la voz humana, me convencí. Lo cierto es que agradezco muchísimo haber tomado esa decisión».
Para completar su formación, la cantante estudió en la Escuela Superior de Música Franz Liszt de Weimar, urbe alemana con una gran tradición coral. «Le llaman la ciudad de Mozart, Bach, Händel y de Goethe. Tuve la suerte de recibir esa cultura también en mi estancia allí», acota.
A su regreso a la Isla en la década de 1980, combinó su trabajo como solista con su labor pedagógica en la ENA, el ISA (donde creó el grupo vocal Eco, integrado por profesores y alumnos de la institución) y la Escuela de Superación Profesional —en un momento importante donde se reunieron allí grandes figuras de la música como Isolina Carrillo, Enriqueta Almanza, Juan Espinosa y Luis Carbonell, quienes fueron grandes maestros allí.
¿Qué significó para su carrera la canción del Festival de 1978? No demora en contestar: «Se hizo un himno de la juventud de Cuba y del mundo. Fue una gran responsabilidad, pero también una gran alegría, un gran compromiso artístico.
«Fue un tema que unió a las juventudes del planeta. Recorrió todos los países que estuvieron involucrados en el evento y, para mí, fue de los grandes momentos que he tenido en mi vida».
—¿Cuál es el secreto para conservar la voz?
—Cuidarse. No excederse. No gritar, porque para cantar hay que modular la voz, hacer una técnica que te permita mantener los resultados vocales a través de la respiración, de una serie de elementos que uno conoce y que preservas a lo largo de tu vida.
«A eso le unes la experiencia de los años de trabajo y todo ese caudal de información que has acumulado y vas adecuando tu voz a los nuevos tiempos y a las exigencias».
—¿Y la genética?
—También. Siempre digo que hay organismos vocales que sin tener una técnica de estudio, pues se mantienen.
—¿Se sintió recordada en sus últimos conciertos en Bellas Artes?
—Desde que salí al escenario sentí esa empatía, el cariño, el aplauso cerrado, ese respeto y esa capacidad de abrazo. Reconforta mucho a pesar de no ser alguien que está todos los días en la radio y la televisión.
«Se creó una química con amigos de mi generación como Emilio Morales o Rafael Guedes. El haber compartido en Canta lo sentimental con Daisy Granados que ha transitado por nuestro cine con ese éxito y que aceptó mi invitación, como también lo hicieron la joven Lynn Milanés para interpretar Tú, mi desengaño, un tema de su padre y que cantamos Pablo y yo en el Festival Boleros de Oro de 1992; o con mi hermano Guillermo Fragoso (En falso). No hubo una barrera entre el escenario y el público, sino que era un espectáculo donde todos participamos».