Digna Guerra, directora del Coro Nacional. Autor: Yander Zamora Publicado: 21/09/2017 | 05:03 pm
Noviembre de 2007. La sala santiaguera Dolores estaba repleta. Casi una decena de coros cubanos había pasado por el escenario, cada uno con sus matices y forma de cautivar al público.
La maestra Digna Guerra escogió esta vez a un autor de la música popular y los aplausos no se hicieron esperar. Un integrante del Coro Nacional se encargó del arreglo musical.
A Dale como é, de Adalberto Álvarez, no le faltaba un solo instrumento por sonar. La frescura con la que había sido concebida por el Caballero del Son regresaba aupada por un minucioso trabajo vocal.
¿Cuál es el secreto para tomar este tipo de composiciones y devolvérnoslas con la autenticidad con que la crearon? Esa fue una pregunta que muchos se hicieron en aquella edición del Festival Internacional de Coros de Santiago de Cuba.
«Debe escucharse casi igual», se adelanta a explicar Digna. «Partimos del propio compositor. En el caso de Adalberto, de lo que él hizo con su orquesta, tratamos de llevar a nuestra interpretación todas las señales, lo que hacen los diferentes instrumentos. Y se lo explico al coro de esa manera: “Aquí tocan los metales, acá el tres, la trompeta...”, para que los cantores se metan en ese mundo».
Digna Guerra es capaz de deducir, si escucha la voz de alguien, qué posición puede ocupar en un coro. «Hay muchos puntos de contacto entre la voz hablada con el registro que pueda tener después una persona al ubicarse en una agrupación como la nuestra», explica, a la vez que aguza su oído en cada una de mis preguntas.
La directora devela a Juventud Rebelde el trabajo de la agrupación que ha guiado por 35 años, un colectivo que en este 2010 celebra medio siglo de dibujar la Isla desde sus interpretaciones, y que desde el pasado 2 de noviembre y hasta diciembre venidero realiza su gira nacional.
«Es toda una vida», afirma la maestra. Mientras, rememora con serenidad la forma en que llegó al coro: «Fue una gran sorpresa, porque siempre respeté muchísimo al maestro Serafín Pro, su director fundador, un hombre que hizo una labor superior en el grupo. Serafín estaba enfermo y había decidido retirarse. Fue él quien me propuso.
«He tratado de no defraudarlo. Traté, en primer lugar, de romper la barrera que existía con el repertorio de música cubana, que no era el fuerte en la manera de hacer del coro».
—¿A pesar de ser cubano?
—Sí. Pero empecé a hacer música nuestra y de jóvenes autores de aquella época, como Frank Fernández, Guido López-Gavilán, Nela del Rosario, Roberto Valera... Comencé a mirar hacia lo popular y lo tradicional, a la par de lo más contemporáneo. Además estaba (Robert) Schumann, (Claudio) Monteverdi...
«En la actualidad también contamos con una base del repertorio universal, pues es importante que las agrupaciones lo manejen. Colateralmente tenemos música latinoamericana y todo el folclor que se nos ponga en el camino».
—Tiene cierta predilección por los Negro spirituals...
—Porque es un canto que toca determinados puntos de la sensibilidad de quien lo canta, y de verdad que ha sido uno de los fuertes que hemos tenido dentro del coro.
—¿Es una agrupación grande?
—Grandísima. Tiene 50 cantores y me alegro. Es un grupo muy joven. Ellos le han dado una inyección de vida al coro; han aportado toda esa frescura de sus cortas edades. Es una agrupación de una composición humana preciosa. Aquí todos nos llevamos bien. Sin ese ambiente de comunión no se puede hacer música y nosotros hemos logrado una comunidad espiritual de verdad, donde todos participan y se meten en ese mundo elevado.
—¿Cómo escoge a los noveles vocalistas?
—Cuando se nos da la oportunidad de que hay algún graduado que reúne las condiciones —aunque no sea de la especialidad de Canto, pero tiene los elementos vocales que requerimos (musicalidad)—, lo tomamos. Porque el coro es una escuela, y se aprende muchísimo, sobre todo aspectos técnicos como el fraseo y el empaste. Allí también se instruye sobre el manejo del discurso armónico en las diferentes texturas sonoras, y sobre cómo interpretar las diversas épocas y estilos de la música.
—Formar la generación que sucederá a la que actualmente canta en los coros es un proyecto que le ocupa tiempo. Háblenos de esa experiencia.
—Es un trabajo precioso. Creamos el Coro Nacional Infantil con los maestros Delfina Acay, Yaíma Fariñas, Isis Castillo, Greta Gomis y Bismarck Estupiñán al frente; y, posteriormente, surgió otro que es su antesala, el Solecito cantor, que lo integran niños de dos años y medio y hasta seis.
«Esos pequeños afinan que son una maravilla y hay muchas voces que se desarrollan desde esas edades. Lo fundamental es ir creando en los pequeños una base auditiva que les permita identificar el tono de la música en sus oídos.
«Solecito cantor es una experiencia gratificante. Allí están conmigo las maestras Belinda Martínez, Kirenia Guibert, Camila Monje y Lely Pajón. Ellas han hecho un trabajo extraordinario.
«Ya después que los pequeños van creciendo, escogemos los que pasan al Coro Nacional Infantil, que es de seis años en adelante. Este es un grupo selectivo, pues elegimos las voces que queremos tener. No es masivo como el concepto de las cantorías».
—Muchos ven un potencial en las cantorías...
—Surgen por una idea de Fidel. Son la base, los niños que al final no necesariamente van a dedicarse a la música, pero que tienen una información cultural que les permite apreciar cualquier fenómeno artístico. Ha sido muy importante. Tengo la suerte de dirigir el espectáculo de cantorías que se hace siempre en enero. Son muy refrescantes esas presentaciones.
—Entrevoces cumple tres décadas en 2011. ¿Qué la animó a crearlo y qué lo diferencia del Nacional?
—El Coro Nacional, por su composición numerosa, tiene grandes sonoridades y buscaba algo más íntimo. Entrevoces nace en el año 1981 con diez integrantes y en ese momento yo cantaba en él —creo que implanté la modalidad de coro sin director en escena.
«Hicimos maravillas. Recuerdo que el maestro Leo Brouwer nos escuchó y luego iba a vernos con músicos de la Orquesta Sinfónica. Ya desde esa época, Entrevoces manejaba un importante repertorio de la literatura coral universal y obras de envergadura como los motetes para doble coro de Johann Sebastian Bach, entre otros destacados compositores.
«Luego crecimos a 16 personas y comencé a dirigirlo solamente. Luego participamos en varios concursos internacionales para coros, en los que fuimos galardonados con los premios más importantes, lo cual me enorgullece, porque es Cuba la que está en esos escenarios. Después se sumaron dos más y actualmente llegamos a 20 —voy a dejar esa cifra clave.
«Con ambos coros estoy haciendo un repertorio que me tiene encaramada en una nube, en un nivel que no es terrenal, y no quiero que me bajen. Realmente soy feliz».
—¿Cómo valora el desarrollo profesional de la música coral en la Isla?
—Es muy fuerte y con los años se ha fortalecido. El Instituto Cubano de la Música creó grupos de trabajo para el desarrollo de las bandas de concierto, la música sinfónica, de cámara, la coral —del cual estoy al frente...
«Por esta vía se atienden las agrupaciones de las provincias, se les dan partituras, materiales, discografía. También tienen el derecho a participar en festivales como Corhabana y el Internacional de Coros de Santiago de Cuba, que son eventos alternos —cada dos años— y un punto de encuentro para ver lo que se está haciendo en la manifestación en el país».
—¿Piensa que los artistas aficionados deben integrarse a ese movimiento, como es tangible en otros países latinoamericanos?
—Lo primero que se debe hacer es rescatar el movimiento de artistas aficionados, que se perdió por las razones que todos conocen. La gente tenía que resolver cuestiones fundamentales para la vida, para después tener el placer de irse a cantar.
«Las fuerzas del movimiento de artistas aficionados se fueron dispersando y esa situación la vivimos a lo largo del país. Los coros profesionales, con los que contamos hoy, salieron de ahí. Porque primero se escogieron a los más destacados para integrar las agrupaciones semiprofesionales, pues los profesionales eran el Coro Nacional y el Orfeón Santiago, de Santiago de Cuba, que dirige el maestro Electo Silva.
«Pero aquí había coros en las enseñanzas elemental y media, y en las universidades, en las fábricas, en las grandes empresas. Es necesario reactivar ese movimiento masivo hacia el arte.
«En el caso de mi especialidad, es la actividad más económica. Solo precisa al hombre y su garganta. Donde quiera puedes armar un coro. Las cantorías han tratado de fomentar ese gusto en los niños, pero falta en los adultos.
«El hombre crece y es más útil cuando espiritualmente se siente pleno. Y cualquier manifestación del arte llena espiritualmente».
Una vida dedicada a la música coral
Fue en 1975 cuando Digna Guerra asumió la dirección del Coro Nacional. «Era muy jovencita, pero no tan inexperta», asegura. Ya en ese tiempo se había graduado de instructora de arte y también de nivel superior en dirección coral y piano básico en la Hochschule für Musik Hanns Eisler de Berlín (Alemania).
Pero antes de irse a la tierra de Goethe, Digna dirigió los coros del ICRT (por cuatro años) y de la Ópera Nacional (dos). «Fueron grandes experiencias, porque estaba en formación todavía y recién egresada del Conservatorio de La Habana», señala.
En 1969 fue a trabajar como jefa de la cátedra de dirección coral en la Escuela Nacional de Arte y dirigió el coro de la ENA.
Entre sus funciones actuales están las de presidir el grupo de desarrollo de la música coral en Cuba y el Festival Internacional Corhabana. Además funge como vicepresidenta de la Federación Coral del Caribe.
La artista, merecedora en 2006 del premio nacional de Música, es miembro de la Federación Mundial de Coros y del comité cubano del Consejo Internacional de la Música de la UNESCO.