Carátula de la película Invictus. Autor: Internet Publicado: 21/09/2017 | 04:59 pm
Después de 27 años de injusto encarcelamiento, Nelson Mandela salió de Robben Island —donde cumplía una sentencia de cadena perpetua— en 1991, y ese mismo año Madiba (título honorario que adoptara por los ancianos de la tribu donde naciera) decidió visitar Cuba, como uno de sus primeros viajes al exterior. Aquí se encontró con el líder de la Revolución Cubana, el Comandante en Jefe Fidel Castro, hace ya casi dos décadas, coincidiendo con las celebraciones por el aniversario 38 del asalto al Cuartel Moncada.
El gran acontecimiento que representó el abrazo de estas dos influyentes personalidades del mundo —a quienes estará dedicado el venidero Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes—, se repetiría cuando Fidel asistió, el 10 de mayo de 1994, a la toma de posesión del primer Presidente negro y democráticamente electo en Sudáfrica (luego volvería en 1998 a la Cumbre del MNOAL en Durban; y en el 2001, a la de Naciones Unidas contra el Racismo).
Ya en el poder, Mandela sabía que el Mundial de Rugby de 1995, que tendría lugar en su país, se presentaba como una magnífica oportunidad para unir a negros y blancos tras el fin del apartheid. La historia de cómo consiguió esa notable hazaña, donde la hermana nación ganó mucho más que un partido, fue recogida por el periodista John Carlin en su novela El factor humano, que más tarde llevaría a la gran pantalla el popular cineasta y actor Clint Eastwood (Los puentes de Madinson, Cartas desde Iwo Jima, Million Dollar Baby...), tomando como colaborador en la escritura del guión a Anthony Peckham.
Ahora Invictus (Invictos, 2009), como se titula la película de Eastwood, que aparece luego de otros largometrajes inspirados en la célebre figura, al estilo de Mandela (1987), Mandela and De Klerk (1997) y Goodbye Bafana (2007), será exhibida este domingo 18 de julio por la Televisión Cubana, en el espacio Noche de Cine de Tele Rebelde, justo el Día de Mandela, fecha en que el antiguo prisionero número 466/64 arriba a su 92 cumpleaños.
No podía ser otro que el notable actor norteamericano Morgan Freeman quien asumiera la responsabilidad de encarnar al símbolo de la lucha contra el racismo en el planeta. De hecho, se dice que el mismísimo Mandela había expresado que el protagonista de Paseando a Miss Daisy era el actor ideal para encarnarlo en el cine.
Por supuesto que la propuesta que le hiciera Eastwood a Freeman, este la recibió con enorme satisfacción, según sus propias palabras. Por ello enseguida devoró las 12 páginas escritas por Carlin donde le explicaba el contenido de su libro. «Después viajamos de Dinamarca a Sudáfrica a ver a Mandela, cuenta Morgan, y él nos dio la bendición para que rodáramos la película. ¡Adelante!, nos animó.
«Mandela hizo una hazaña. Él sabía que el rugby era una religión para los afrikaners, los blancos de Sudáfrica (no así para la mayoría negra), y que podía ser perjudicial acabar con ese deporte nacional. Mandela confesaba que “como político tonto que soy” se tenía que aferrar a los springboks (el antílope, símbolo de la selección sudafricana de rugby), subirse a ese carro y convertir a todos los sudafricanos en seguidores acérrimos de su equipo nacional de rugby. Y lo consigue».
Narra Carlin en El factor humano, que Mandela invitó a su residencia, a tomar el té, a François Pienaar, el capitán de los springboks (Matt Damon). Entonces le pidió que hiciera todo lo posible por conseguir la victoria en el Mundial.
Ese fue el momento en que Mandela le habló a Pienaar de Invicto, el poema de William Ernest Henley, que le resultara de tanta utilidad en sus años de cautiverio: Desde la noche que sobre mí se cierne,/ negra como su insondable abismo,/ agradezco a los dioses si existen/ por mi alma invicta./ Caído en las garras de la circunstancia/ nadie me vio llorar ni pestañear./ Bajo los golpes del destino/ mi cabeza ensangrentada sigue erguida./ Más allá de este lugar de lágrimas e ira/ yacen los horrores de la sombra,/ pero la amenaza de los años/ me encuentra, y me encontrará, sin miedo./ No importa cuán estrecho sea el camino,/ cuán cargada de castigo la sentencia./ Soy el amo de mi destino;/ soy el capitán de mi alma.
Invictos ofrece la oportunidad envidiable de comprobar una vez más el histrionismo de un siempre formidable Morgan Freeman, quien entrega un personaje muy creíble. Se trata de una película que sobre todo nos acerca al gran hombre que es Nelson Mandela.