Plinio con el dibujo de Martí. Autor: Luis Raúl Vázquez Muñoz Publicado: 21/09/2017 | 04:59 pm
CIEGO DE ÁVILA.— Martí, Fidel y Félix Varela. Vilma, Alicia Alonso y Celia Sánchez. Los rostros de esas personalidades están alineados en gestos peculiares tomados de otra imagen; pero, a pesar de las semejanzas, en los dibujos se notan ciertas diferencias con el gráfico original. Todos están dibujados a lápiz y los trazos sobre la cartulina destacan la gama de grises y oscuros.
«La imagen de cada uno de ellos la tomé de otra que me impactó o me transmitió algo de algún modo», explica Plinio Rolando Sánchez Rodríguez, autor de la exposición Homenajes, de la cual se expone una muestra en el Museo de Artes Decorativas de la ciudad de Ciego de Ávila.
En ocasiones el artista no puede explicar qué sucedió exactamente al momento de seleccionar. «En algunos casos —dice— me pidieron dibujar un rostro como el de Vilma. En otros surgió el impulso por sí solo, como ocurrió con la imagen de Celia.
«Sin embargo en todos los casos de los personajes famosos, no importa quién fuera, sucedió algo similar: la foto de la cual tomé el modelo me dijo algo. Así empecé a trabajar sin explicarme qué era. Solo entonces comencé a racionalizar por qué había surgido ese impulso».
Parado en segunda
Homenajes es una exposición que reconoce a personas que han dejado una huella como educadores, de acuerdo con el criterio de Plinio, quien se desempeña como promotor del Consejo Provincial de las Artes Plásticas.
«Son personas —explica— que han influido en la formación de generaciones de cubanos, algunos de un modo más conocido y universal como es el caso de Varela, Martí y Fidel. Otros, desde mi punto de vista, lo hicieron o lo hacen un poco más en los límites de nuestra provincia, pero su importancia también es trascendente».
En el último grupo se encuentran, entre otros, Ada Mirtha Cepeda, investigadora cultural y a quien se deben significativas indagaciones sobre los mundos populares avileños; Roberto Manzano, poeta con una obra consolidada en Ciego de Ávila y que le valió el Premio Internacional de Poesía Nicolás Guillén y Ángel Cabrera Sánchez, historiador de la capital provincial.
«También se encuentra Élsida Simón, ex presidenta del Consejo Provincial de las Artes Plásticas. Ella fue una persona que impulsó a artistas del territorio a realizar una obra. Esa constancia a favor de los demás es también una forma de educar y un elemento presente en cada uno de los personajes de la exposición».
Cuando preguntan por las ventajas de dibujar a lápiz, Plinio advierte enseguida: «No hay método, ni instrumento, ni medio mejor que otro. Todos tienen sus dificultades y ventajas. El lápiz es un objeto corriente y al alcance de la mano de cualquier ciudadano; por eso brinda la sensación de que con él puedo acercarme mejor al público.
«Cualquiera imagina que dibujar con lápiz es fácil. Sin embargo, los dolores de cabeza surgen cuando hay que pintar tonos claros. ¿Cómo reflejar unos ojos claros? Con los óleos hay cierta ventaja; pero con el lápiz, donde a primera vista los tonos están condenados a ser oscuros, ¿cómo buscar ese matiz de claridad? Por eso insisto en algo. En el arte hay dos formas de pintar: una con la técnica, que te lanza a los brazos de las medidas y las proporciones; y la otra, en la que dibujas con el corazón, no importa si corriges constantemente. Tú puedes elegir una de las dos. Yo, sin obviar la primera, me quedo parado en la segunda».
Los que saben mirar
Plinio parece obsesionado por los rostros. Nieto de la pintora avileña Florinda Monzón, de ella heredó la vocación por el magisterio y la pintura. Como su abuela, también tiene paisajes que dibuja en varios cuadros y al mismo tiempo. Realiza trazos en uno por varios minutos, tal vez horas, y luego pasa al más cercano o al que le llamó la atención. No obstante, su variante más conocida como pintor son los rostros.
Pocos años atrás, en una de las ediciones de la Feria Internacional del Libro, presentó su exposición de escritores avileños con lauros nacionales. Allí estaban, entre otros, los Premios Nacionales de Literatura Reynaldo González y Jaime Sarusky. La propia exposición Homenajes no parece convertirse en un mundo sin final. Nuevos educadores aparecen en el listado y uno de ellos está en el primer lugar de arrancada: José de la Luz y Caballero.
Ahora en su mente se va formando un nuevo proyecto: dibujar quinceañeras. Lo hará por varios motivos. Uno de ellos es el desafío formal de reflejar la complejidad de los trazos y formas en los atuendos de esas jóvenes. Otro es más íntimo. El recuerdo de una quinceañera, a la que vio por primera y única vez, pero que enseguida lo impulsó a tomar el papel y hacer el dibujo.
«Por supuesto, ese primer dibujo me quedó mal —sonríe Plinio. No tenía oficio. Pero con el tiempo permaneció esa sensación de poderme adentrar en un mundo donde convive la ingenuidad de la niña con la sensualidad de la mujer. Conjugar todo eso con la variedad de estilos, rostros, personalidades, recoger esa diversidad y al mismo tiempo lograr que cada retrato sea único, esa es una idea interesante».
Sus inquietudes como artista las combina con su vocación de docente. Graduado en la especialidad de Educación Laboral y Dibujo Técnico, Plinio cuenta con un curso para enseñar a los niños los elementos básicos del dibujo. Sobre todo en las tardes de los sábados se le ve rodeado de muchachos con su tablilla y juego de lápices, en el patio interior de la Biblioteca Provincial Roberto Rivas Fraga.
«No es lo que yo pueda enseñarles, sino lo que uno aprende de ellos —aclara. Es verdad que ellos no poseen la experiencia de vida de un adulto. Eso es importante para comprender la realidad que el arte debe enfrentar. Sin embargo, ellos tienen elementos “compensatorios”, por así decirlo. Los niños tienen una mezcla de ingenuidad y transparencia que los dota de un poder de penetración muy grande. Las pruebas están en las preguntas que hacen. A veces, simplemente, no hay respuestas. Otras veces está en lo que ven. Una vez, en una clase, una modelo se sentó ante ellos. La sesión transcurrió sin novedad alguna. Pero cuando revisé los dibujos encontré algo. Todos habían dibujado a la mujer con aspecto de melancolía. Después la modelo reconoció que esa tarde ella estaba triste. Lo interesante es que ninguno de los mayores que allí estaban se dio cuenta. Los niños, en cambio, sí lo descubrieron. Eso confirma mi teoría. Muchas veces —para no decir la mayoría— los niños saben mirar mejor que los mayores».