Los niños están entusiasmados con los temas de Juan Formel. Autor: Kaloian Santos Cabrera Publicado: 21/09/2017 | 04:55 pm
De repente Carlos Alberto Cremata lo supo como si en un instante todo se le iluminara. No ocurrió exactamente el 14 de febrero de 1990, cuando en la Casa Central de las FAR se reencontró con los 13 muchachos con los cuales había intimado durante el montaje de Sinfonía para una perla en mar mayor, y quienes pronto lo convencerían de que en ellos podría hallar lo que hasta ese momento buscaba con ansiedad. Aquella fecha quedó como la del nacimiento de La Colmena; el embrión fecundo que más tarde daría a luz a La Colmenita, una de las compañías infantiles de teatro más reconocidas del mundo.
Narra Tin que varios sucesos le fueron demostrando que con esos jóvenes podía conseguir algo interesante. «Me pasaba que, por ejemplo, citábamos para un ensayo teatral y nadie se ausentaba, aunque tuviera una fiebre altísima o dejara esperando al novio o la novia. En cada jornada me daban lecciones de la entrega absoluta… Por ello no titubeé a la hora de apostarlo todo a ese grupo formado en un principio por ex integrantes de equipos de alto rendimiento en el deporte.
«Siete u ocho meses después, se nos unieron estudiantes del Instituto Superior de Arte, como Ariel Bouza, Ileana Sánchez, Yanet Bernardo… quienes compartían conmigo las mismas ideas sobre el teatro. De esa forma comenzó a fraguarse La Colmena».
Un buen día de 1994, mientras compartía sus labores de director de La Colmena con la de guionista y director artístico de la serie de televisión Cuando yo sea grande, donde participaban niños de entre tres y siete años, «en una de esas madrugadas de edición, viéndolos en la pantalla, le dije a mami (Iraida Malberti), que dirigía el programa: Voy a intentar crear una puesta en escena con esos niños. Y monté un espectáculo muy grande en el Karl Marx: el primer Meñique. Todo lo que se creó a partir de aquel experimento me resultó tan atractivo que me planteé la misión de convertir a los actores de La Colmena, poco a poco, en maestros de los niños. Así nació La Colmenita y así hemos andado estos 20 años».
Y será justamente ese Complejo Cultural a donde ahora regresa la tropa de Carlos Alberto Cremata para celebrar en grande, con el esperado espectáculo Elpidio Valdés y los Van Van, su 20 cumpleaños y, de paso, el próximo 2 de abril, a las 6:00 p.m., (entrada por invitación) regalarle a la Organización de Pioneros José Martí y a la Unión de Jóvenes Comunistas y su 9no. Congreso esta obra llena de cubanía y humor criollo, que los días 3 y 4, así como 9, 10 y 11 (entrada libre) hará saltar de regocijo a quienes se lleguen al teatro de Miramar.
Homenaje a dos Juanes
Quienes conozcan a Tin no se habrán quedado boquiabiertos cuando supieron que preparaba una propuesta inspirada en el personaje más querido de nuestra historieta: Elpidio Valdés, y mucho menos cuando les llegó la noticia de que pondría a cantar y a bailar a las fabulosas criaturas ideadas por el maestro Juan Padrón, con las composiciones de otro genio: Juan Formell…
«Teníamos una deuda con Elpidio Valdés, a quien le debíamos una puesta en escena completa, pues ya lo habíamos utilizado aquí y allá. Y la selección de los Van Van para esta pieza era inevitable, porque en el panorama de la música cubana esta orquesta ocupa un lugar cimero», explica Cremata.
Decidido a todo, Tin acudió a su fiel colaborador, Jaime Fort Guirado, para que escribiera el guión, y este aceptó. «¿Cómo no lo iba a hacer? Elpidio Valdés no es solo parte de la cultura cubana, sino también de nuestra idiosincrasia. Creo que es el único personaje infantil cubano que ha resultado vencedor en la difícil competencia contra tantas y tantas creaciones extranjeras». Y Jaime conoce las razones: «Es un mambí valiente, simpático, enamorado. Es la esencia del cubano. Su mundo es la manigua, la lucha por la libertad, la aventura».
Fort concibió este libreto original que cuenta el momento en que «la tropa de Elpidio recibe la orden de conformar una banda de música y con ella se infiltran en Jutía Dulce justo el día en que Resóplez le da la bienvenida al Capitán General, a quien había hecho creer que la insurrección en la zona estaba totalmente aplastada. Y entonces…».
«Esta es una obra para los niños más pequeños, dice Tin, por ello tiene mucha peripecia, mucho humor, mucha música. Después de Y sin embargo se mueve, necesitábamos hacer algo para complacer a los más chiquitos. Y, por supuesto, a toda la familia».
Música de maestro
No es pura coincidencia de que Elpidio y Van Van estén cumpliendo también cuatro décadas de existencia, ni que mientras los pequeños se convertirán en los mambises, junto a los adultos, aparezcan los integrantes del reconocido grupo Vocal Sampling, «con quienes acabamos de escalar el Pico Turquino, como es nuestra costumbre cada vez que arribamos a un aniversario cerrado», añade Cremata.
«Cuando comenzamos a “bucear” en los temas de Van Van, de los cuales seleccionamos diez, descubrimos una gran belleza. Uno sabe que está allí, pero no siempre repara en ella. Es extraordinaria la calidad de estas composiciones…», asegura Cremata, y por ese motivo acudió a otros de sus «compinches», su primo Amaury Ramírez, para que llevara adelante esa ardua tarea.
«Asumimos los arreglos aproximándonos a la propuesta original, pero teniendo en cuenta las condiciones de nuestro grupo musical y las posibilidades de instrumentos que poseemos, aunque para el estreno utilizaremos un formato mayor, pues se sumarán los ex colmeneros que han mantenido contacto con La Colmenita y se preparan en escuelas de música», anuncia Amaury.
Sandunguera; Anda ven y muévete, y Somos cubanos, están entre los temas montados por Ramírez con el apoyo invaluable de los instructores de arte José Oscar Vidal Labarrere y Daniel Pérez González, así como de Marisel Pestana, que tuvo a su cargo el trabajo de las voces. Se sumaron, asimismo, Alejandro Sosa y su hijo Alejandrito, también ex miembro de la tropa, «quienes han hecho maravillas con la percusión.
«Nos distribuimos las canciones y nos “pegamos” a las grabaciones para desentrañar los arreglos criollos y universales de Formell, que se han convertido en himnos para los cubanos. Una de las mayores dificultades fue llevar las composiciones al tono de quienes las van a interpretar, mas resultó una labor muy interesante, al tiempo que los niños están muy entusiasmados. La obra de Formell clasifica dentro de lo más complejo de nuestra música popular, pero ellos se han adueñado de esas canciones y las cantan con unos deseos y una calidad increíbles».
En vivo y animados
Para hacer este espectáculo, La Colmenita cuenta con el apoyo de los Estudios de Animación del ICAIC. Será un aporte imprescindible, pues la proyección de escenas de los animados tendrá un rol vital en el montaje.
Preciosista como pocos, Cremata solicitó, además, la colaboración de quienes pusieron las voces a los «muñequitos»: el insuperable Frank González, la voz orquesta; Irela Bravo… «Y claro, los niños estaban en las nubes. Para ellos es como un gran juego. ¿Cuántas veces no habrán imitado a Elpidio Valdés, a Resóplez o a Pepe? ¿Cuántas veces no habrán repetido sus frases célebres?...».
Apenas le alcanza el tiempo pero Tin sigue entusiasmado como el primer día. Ahora puede decir que decidirse por los niños ha sido lo mejor que le ha pasado. «Los niños están llenos de encantos. Fíjate, yo lo aposté todo a La Colmena por lo novedoso de enfrentar un proyecto con jóvenes sin vínculos con el teatro. Sin embargo, se hizo mucho más irresistible cuando aparecieron los niños.
«Descubrí que podía hacerlo, aunque estaba consciente de que me tomaría mucho tiempo conseguir un resultado decoroso. De hecho, tuvieron que pasar ocho años para estrenar, en 1998, La cucarachita Martina con niños discapacitados; en verdad, lo primero que hicimos con cierto decoro, porque lo anterior fue francamente deplorable.
«Con La Colmenita emprendía un camino nuevo. No es para nada común en el mundo. Primero tuve que convencer de que nuestro objetivo no era hacer teatro, sino utilizarlo como pretexto para contagiarnos de valores humanos.
«Enseguida me quedó claro que si yo quería andar por la senda de Martí, buscando valores para mi familia, mi gente y para mí, tenía que acercarme a los más grandes maestros: los niños. ¿Quién conoce verdaderamente ese valor nombrado generosidad? Un niño primero que un adulto. ¿Y lo que significa entregarse a otro sin prejuzgar? Un niño. ¿Quién sabe el significado real de la palabra desinterés? Un niño. O sea, los niños tienen, como grupo, los valores humanos bien claritos, y los practican porque les salen del corazón.
«Por tanto, era evidente que tenía en mis manos un tesoro infinito, y, sencillamente, me fui enamorando de esta nueva etapa. Fue puro acto de enamoramiento. El amor me hizo afinar el camino, independiente de que también me asistía una razón biológica: provengo de un vientre y de un esperma que conservaban una historia tremenda en relación con hacer arte con los niños. Entonces, ¿qué mejor podía hacer que replicar lo que había aprendido?».