Es bueno ver en La Habana las puestas en escena seleccionadas para competir en el Festival de Teatro de Camagüey, que no pudo celebrarse en la fecha y el lugar acostumbrado, a causa del devastador paso de los huracanes Ike y Gustav.
Entre las propuestas convocadas a este evento está Los zapaticos de rosa, poema dramático de José Martí. Teatro de las Estaciones, importante colectivo matancero liderado por Rubén Darío Salazar, concibió a partir de este texto un espectáculo cándido y tierno, donde la artesanía teatral y el vuelo poético se dan la mano.
Recurriendo a juegos y rondas infantiles conocidas y enraizadas en el gusto y la sensibilidad colectiva, la contradanza, un vestuario que nos ubica de un golpe en el contexto decimonónico, voces bien timbradas y diáfanas que acometen los cantos con afinación y pericia, proyecciones de imágenes que nos recuerdan el empaque y el ritmo del cinematógrafo inventado por los hermanos Lumière, los miembros de Las Estaciones traducen certeramente en imágenes lo que en su origen fue verbo.
Precisamente es la visualidad, el interés por recrear la atmósfera sosegada y elegante del XIX y, en especial, el universo de valores apuntalado por Martí —en este y el resto de los textos de la revista La Edad de Oro—, el espíritu que alienta al montaje.
Los zapaticos de rosa cuenta con un elenco donde confluyen la calidad y experiencia de Fara Madrigal y Migdalia Seguí con la frescura que aportan Iván García y Yerandy Basart.
Varios son los aspectos que se confabulan para fraguar una puesta imaginativa, en la cual lo lúdico y lo poético armonizan coherentemente: figuras animadas construidas a partir de muñecas, que en su inicio fueron juguetes, la manifiesta preocupación por atender y realzar cada detalle, así como soluciones imaginativas y ágiles que van transformando el escenario en las diferentes locaciones donde transcurre la trama; una acertada recreación del ambiente de época, la interiorización de la muchas veces atropellada historia de la niña rica que se conduele y amiga con la niña pobre; el acento puesto en lo musical, los aportes de la soprano Bárbara Llanes y el flamante Premio Nacional de Teatro Carlos Pérez Peña.
Los zapaticos de rosa es un sustancioso aporte del matancero Teatro de las Estaciones.