Distingue las Romerías de Mayo, la manera como interactúan los artistas con todo tipo de público en los diferentes espacios. La compañía holguinera Codanza sorprende en cada edición del evento. Entre quienes participamos desde hace algún tiempo en las Romerías de Mayo, de Holguín, y el evento mismo existe una indiscutible relación de amor-odio. Ello se hace evidente, cuando con la «cabeza caliente» afirmamos que la pasada es la última edición en la que nos apuntamos, pero ya en la Ciudad de los Parques te percatas de que uno se muere por asistir y cuando constatas (una vez más) que no existe en todo el país una cita que entusiasme a más artistas, escritores, investigadores, críticos, periodistas, curiosos..., ni que convoque a tantos lugareños cómplices, como esta que tiene ya 16 años de existencia.
La verdad es que es una real locura intentar repartirse entre decenas de interesantes propuestas artísticas, programadas en más de 40 espacios, al igual que procurar resumir toda una semana de intensa actividad. Sin embargo, no puedo dejar de decir que en esta ocasión las artes plásticas y la música estuvieron por encima del nivel. La primera con la apertura de impresionantes exposiciones de rotunda calidad, como la que trajeron los reconocidos Agustín Bejarano y Rafael Pérez Alonso hasta la sala principal del Centro de Arte de la Ciudad; o aquella que se convirtió en la mayor atracción de quienes se quedaban fascinados con las piezas de metal inflado de José Emilio Fuentes Fonseca, al atravesar el parque Calixto García; muestras con las cuales Holguín se asomó a la recién finalizada X Bienal de La Habana.
Además de los siempre muy bien recibidos performances del proyecto villaclareño Vórtice, habría que mencionar dentro de lo más sobresaliente en cuanto a las artes visuales las expos Famis tea —con la cual el taller experimental Ennegro, de Palma Soriano, Santiago de Cuba, enalteció la galería Holguín—, y la titulada Cincuenta veces Cuba, que acogió la sede de la UNEAC en la provincia y presenta 50 maneras diferentes de reafirmar nuestra identidad a través de impactantes fotografías centradas en nuestra bandera y realizadas por el joven Kaloian Santos Cabrera, a propósito del aniversario 50 de la Revolución.
La música, por su parte, estuvo muy bien representada en los más diversos géneros, de modo que los amantes de la trova, por ejemplo, se pudieron dar gusto lo mismo en el espacio muy bien concebido por el reconocido Fernando Pedraja en la Casa de la Trova El Guayabero (Roly Berrío nuevamente impresionante, aunque también destacaron En-fusión, de provincia Habana, y Jade, de la capital), que en el parque El Angelote, donde se dieron cita conocidos juglares y poetas.
Idéntica satisfacción vivieron los seguidores del hip hop, el jazz, el rock —magníficas las presentaciones de las bandas Bouquet, de Cienfuegos y la anfitriona Mephisto, así como el evento teórico dedicado al género—; o la música clásica que tuvo su punto cumbre —todo un acontecimiento para la cultura nacional— en el sonado estreno en esa tierra oriental de la Novena Sinfonía de Beethoven, interpretada por la joven Orquesta Sinfónica de Holguín, dirigida espléndidamente por el maestro Enrique Pérez Mesa. (No me perdono haber dejado para el final la aclamada actuación de los músicos brasileños. La lluvia atentó contra el concierto previsto para el Gabinete Galigari y ni siquiera la prensa tuvo acceso a la alternativa que buscaron los organizadores).
No obstante, el resto de las manifestaciones estuvieron muy bien representadas, como fue el caso de la danza con las aplaudidas presentaciones de compañías como Codanza y Corpus Spiritu Alma —creada por el coreógrafo Tangin Fong—; o del teatro, con los grupos de teatro Mirón Cubano (Matanzas) y su pieza La pamplinera, y el hondureño Gritón, que asombró por la preparación física de sus pocos miembros, demostrada en la obra experimental de «teatro aéreo» denominada Lado oscuro. La Cámara Azul continúa consolidándose, y se ha agenciado un número creciente de espectadores interesados no solo en los materiales en concurso, sino también en la sugestiva muestra de cortometrajes que le proporciona el Festival Internacional La Boca del Lobo.
El importantísimo evento Memoria Nuestra volvió a atraer a jóvenes investigadores de todo el país, quienes sesionaron y debatieron en el recinto ferial
Expo-Holguín. En estas XVI Romerías, el gran premio estuvo dividido entre Hilda Nurys Quesada (Tardes para la aguja y el ganchillo) y Yeset Sánchez Kindelán (El castillo de San Francisco, ente activo en la memoria de Santiago de Cuba).
Hay que decir que si bien ahora el Memoria Nuestra contó con un sitio dotado de excelentes condiciones, también es cierto el hecho de que, por su lejanía del centro de la ciudad, las ricas discusiones estuvieron muy alejadas de los lugares donde se desarrollaba esencialmente el evento. No se puede perder de vista que, siendo este la columna vertebral de las Romerías, es preferible «renunciar» a las comodidades con tal de que se sume la mayor cantidad de participantes al necesario e irrenunciable espacio de pensamiento.
Con más de 200 delegados extranjeros, es indiscutible que el añorado y cada vez más certero Festival Mundial de Juventudes Artísticas se hace, parafraseando al cantautor, camino al andar con las Romerías de Mayo. Ya existen en el mundo seis capitales que trabajan en función de ello y que lograron que creadores de diversas naciones se olvidaran de la gripe porcina y de la innegable crisis económica y financiera que azota al planeta, y se aparecieran en Holguín para entonar, junto a los cubanos, la Oda de la alegría.