La presencia en la Bienal de proyectos procedentes del gigante asiático favorece el acercamiento a una producción plástica muy demandada en las principales galerías del mundo
La ciudad de La Habana es por estos días de Bienal la capital del arte contemporáneo. La confluencia de criterios en torno a un fenómeno como la globalización que asigna patrones y códigos uniformes a realidades diferentes, se impone en esta fiesta de las artes visuales.
Una vez más la Bienal de La Habana se alza como balcón al mundo del arte contemporáneo y ofrece la posibilidad de acercarse a un importante número de propuestas, muy demandadas algunas de ellas por las principales galerías e instituciones dedicadas a la plástica en el mundo.
Tal es el caso del arte contemporáneo chino, ampliamente representado en esta edición de la Bienal con proyectos que distinguen por su individualidad de estéticas y variedad de soportes. Uno de ellos, China: arte contemporáneo revista, se exhibe en el Centro Hispanoamericano de Cultura y podrá ser apreciado por el público hasta el 30 de abril.
La riqueza de esta muestra, realizada por seis artistas nacidos en las décadas de los 60 y 70, radica fundamentalmente en su diversidad de estilos, tendencias y discursos. Conformada por grandes lienzos y fotografías que se alzan en las paredes de uno de los salones de esa institución cultural cubana, China: arte contemporáneo revista trae a Cuba un fragmento sustancial de la vida en esa región asiática.
Encontramos, por ejemplo la obra de Wang Chengyun que retrata imágenes de un colectivo, por medio de figuras fragmentadas y pone a dialogar la acelerada evolución urbana con sus consecuencias sociales.
En contrapartida con el estilo de Wang están las propuestas de Chen Bo, quien rinde culto a la cotidianeidad, a la belleza del personaje común. Largas y expresivas pinceladas distinguen la obra de este creador, que apela a retratos individuales de sujetos que pululan en el gigante asiático y parecen salirse del lienzo e integrarse al público que los observa.
Qiu Xiaofei, otro de los autores, también apuesta por lo aparentemente ordinario e intenta reflejar, mediante escenas rescatadas de su infancia, la vida en un país socialista que ha estado marcado en las últimas décadas por un acelerado desarrollo económico y social.
Mientras, Xiong Yu explora una figura fantástica, una criatura andrógena e indiferente al contexto que la envuelve, y a través de la cual nos revela cierta angustia, una especie de metamorfosis que por momentos resulta repulsiva.
Un recorrido por este proyecto colectivo, con carácter inédito en Cuba, permite apreciar igualmente la pintura de Zhou Wenzhongn y las propuestas de Wang Qingsong. El primero de ellos, se aleja de la formación académica típica de esa nación, marcada por el realismo social, y representa la historia de su país a través de seres fantásticos y escenas de carácter surrealista.
Wang Qin Song utiliza la fotografía como soporte para reflexionar en torno a China y el mundo. Los escenarios que revelan estas imágenes son creados por el artista y, en muchos casos, según comentó Tereza de Arruda, curadora de la muestra, distorsionan la realidad.
La presencia de este proyecto en la Isla, concebido inicialmente para el Festival Asian Pacific Weeks, de Berlín, en el año 2007; junto a otros como el de Cai Guo-Qiang, el artista de la pólvora —impresionante fue su actuación en la apertura de la exposición Punto de encuentro—, favorecen el acercamiento a lo que en materia de artes plásticas y visuales se hace actualmente en China, al tiempo que enriquece nuestra percepción estética y acervo cultural.
De ahí que los organizadores de la Bienal hayan tenido la feliz idea de aunar a estos talentos e invitar al debate en torno a problemáticas que laceran la identidad de los pueblos y ponen en riesgo el futuro de las producciones artísticas.