En el corazón del Vedado se encuentra esta importante institución, próxima a cumplir diez años de vida. Único en América Latina y entre los poquísimos que existen de su tipo en el mundo, el emblemático Museo Nacional de la Danza (MND), hermosa edificación que atrae las miradas en el cruce de la Avenida de los Presidentes y la calle Línea, en el Vedado, a diez años de creado ya es insuficiente para guardar, y sobre todo exhibir, los tesoros que testimonian momentos significativos de un arte que nació con la misma aparición del hombre en la Tierra. Así lo atestigua su director, el reconocido intelectual Pedro Simón.
«Dedicados exclusivamente a la danza conozco el que está en Estocolmo y el de Alemania. Hay otros que, vinculados a instituciones, destinan espacios importantes para reflejar la danza, como sucede en la Ópera de París. Asimismo sucede en Rusia y en el Teatro Colón, de Buenos Aires, que cuenta con una pequeña exhibición. Especializado está, por ejemplo, el ubicado en Andalucía, cuyo centro es el flamenco. México posee un Centro de Documentación de la Danza, pero no es un museo propiamente, y en Estados Unidos hay colecciones de danza muy significativas, como la del Dance Collection de la Biblioteca Pública de Nueva York, una de las más completas del mundo, pero carece de sentido museístico, a pesar de que atesora publicaciones antiguas, grabados, programas... Es decir, que el nuestro se distingue por sus características», explica con orgullo Simón, también director de la afamada revista Cuba en el Ballet, que vio la luz en 1970.
—¿Merecía nuestro país una institución como esta?
—La existencia en Cuba de un MND es consecuencia lógica del desarrollo alcanzado en la Isla por la danza en general, y por la danza teatral en particular. La danza tiene un peso muy estimable en la cultura cubana. Junto a la música es una de las expresiones que forman parte del instinto del cubano. Por esa razón ha logrado un desarrollo enorme: nuestro folclor danzado es riquísimo, y lo mismo ocurre con la danza con sentido teatral, de espectáculo. El cubano siempre se ha sentido a sus anchas en todas las expresiones danzarias. Esa es la primera explicación del progreso conseguido por el ballet en Cuba.
—¿Cómo surgió la idea?
—Pertenece a Alicia Alonso. Ya en una entrevista que le hicieran en la década de 1940, ella soñaba con que nuestros teatros tuvieran un espacio donde se pudieran exhibir trajes, elementos de escenografía, de utilería... Alicia estaba convencida de que sería muy interesante para el público ver esos objetos. En esa idea que entonces debió parecer muy extraña, estaba el germen de lo que sería medio siglo después el Museo Nacional de la Danza.
«Con el tiempo ese concepto fue tomando cuerpo en la misma Alicia y en otras personas del Ballet Nacional de Cuba. Se estudiaron varios proyectos hasta que, finalmente, a raíz de que el BNC cumplía 50 años, se decidió fundar uno dedicado exclusivamente a la danza, para saludar ese notable acontecimiento cultural. Desde el inicio recibimos el invaluable apoyo de personas y de reconocidas instituciones como Marta Arjona y Patrimonio, que tomaron la idea con gran entusiasmo.
«El MND tiene como valedor principal el BNC y a Alicia Alonso, quien puso al servicio de esta institución su colección personal. Ella había recibido en el transcurso de los años muchos obsequios de admiradores de diversos países, de personas que poseían programas antiguos, objetos que pertenecían a bailarines o a coleccionistas. Precisamente, lo que justificó que pudiera crearse el Museo fue esa valiosa colección con que Alicia contaba, porque hacer un museo no es decidirlo, sino tener los fondos para que este tenga vida. Y la colección lo merecía, no solo por lo que salvaguardaba, sino por sus pertenencias, que confirmaban la existencia de una carrera impresionante.
«Alicia puso en manos del Museo su colección y todo el fondo histórico del BNC. Asimismo, muchas personas de Cuba y el mundo hicieron espontáneamente generosas donaciones. Por eso el MND surgió con un alto nivel en sus fondos, no solo nacionalmente, sino también en lo internacional. Ese es el motivo por el cual muchos se asombran cuando recorren nuestras salas.
—Algunos piensan que este es solo un museo del ballet...
—Sí, pero la realidad es que es de la danza en general. Lo abrimos con lo que contábamos en aquel momento. Empezamos con una sala destinada al ballet romántico y a reflejar el desarrollo de esa manifestación en el siglo XIX. Mostramos, por ejemplo, una colección de grabados antiguos de bailarinas del romanticismo, pero también muchos objetos vinculados con los Ballets rusos de Diáguilev, un movimiento renovador de principios del siglo XX.
«También contamos con una sala que exhibe elementos de danza moderna y bailes folclóricos (español, cubano y latinoamericano); algunas piezas valiosísimas, sorprendentes, insólitas, de Isadora Duncan... Existe un sitio que llama poderosamente la atención, pues en este se reflejan las artes plásticas relacionadas con la danza. En esa colección aparecen óleos, pinturas, grabados...
«Sobresale también una sala de diseño teatral, la cual muestra una etapa que el público a veces desconoce, y es que antes de que el traje o la escenografía aparezcan en escena hubo un boceto. Esos bocetos, en la mayoría de los casos, son obras artísticas. Hemos logrado reunir una colección importantísima de bocetos de reconocidos artistas como Carlos Enríquez, quien realizó los diseños de Antes del alba, una coreografía de Alberto Alonso que se presentó en la Sociedad Pro-Arte Musical, y que centralizó Alicia Alonso. Eso mismo lo tenemos de otros ballets y de otros autores, desde entonces hasta nuestros días.
«Por supuesto, hay una sala donde hacemos énfasis en el BNC y otra memorial de la carrera de Alicia. Inicialmente muchos pensaron y hasta le propusieron a Alicia que esta institución se convirtiera en el Museo Alicia Alonso, como existe el Picasso, el Miró o el Chaikovsky, pero ella se negó. Debía ser un museo de la danza. Ni siquiera del ballet, dijo, pero lógicamente dentro del MND hay una parte dedicada a la Alonso, que quisiéramos que fuera mayor, porque solo aparece en exhibición una muestra muy pequeña».
—¿Es que tienen problemas de espacio?
—Grandes. Ese es el principal problema de este museo. Al principio nos parecía que el edificio era más que suficiente, pero ahora nos percatamos de que nos quedaba pequeño. Estamos tratando de resolver esa situación, ampliándonos en el mismo museo, pero tenemos algunos «nobles impulsos expansionistas» con otros inmuebles, aunque eso no está todavía concedido ni resuelto.
«La situación estriba en que, como ya expliqué, clasifican muchos objetos para un museo de la danza, pero en nuestro caso, si nos referimos a las obras plásticas, por ejemplo, al tiempo que nuestros pintores no han dejado de inspirarse en la danza, existe un certamen internacional, auspiciado por la reconocida galería española ANNTA, que une la danza y las artes plásticas, el cual lleva el nombre de Alicia Alonso. Si bien las obras premiadas permanecen en dicha galería, las finalistas, que muestran un altísimo nivel artístico, son donadas generalmente al MND.
«Sin embargo, nada de eso se ha exhibido, porque no tenemos dónde. Igual sucede con la numismática, la fotografía —con muestras únicas de grandes fotógrafos podríamos ocupar todo el espacio—; las piezas textiles —solo de vestuario podríamos armar una gran sala—, la papelería, o sea, programas, documentos, manuscritos, objetos de la escena...
«Estamos tratando de preparar una sala transitoria para, tomando como pretexto algunos aniversarios o hechos vinculados con personalidades de la danza, montar exposiciones temáticas y así ir mostrando algunos de los tesoros que conservamos almacenados».
—Aún no se ha referido a la biblioteca...
—Nuestro Museo no solo exhibe y mantiene piezas, sino que cuenta con una biblioteca que nos encantaría que ofreciera servicio público especializado en danza, pero se requiere de una sala de lectura, que no existe. Queremos que además haya un Centro de Documentación de la Danza, donde puedan acudir coreógrafos, investigadores, periodistas, estudiantes...
«También estamos intentando equipar la sa- la de Noverre para programar allí exhibiciones de videos y películas, ofrecer ciclos, dictar conferencias... Para eso contaríamos no solo con nuestros propios fondos, sino también con el apoyo del ICAIC y de la UNESCO. Yo diría que el nuestro es un museo en avance, que marcha con gran impulso, pero que está a la mitad del camino».
—También porque otras expresiones danzarias en Cuba no acaban de enamorarse del proyecto...
Pedro Simón, director del MND y de la revistaCuba en el Ballet. —Tienes mucha razón. Todavía no poseemos suficientes piezas de determinadas expresiones de la danza, y no es justamente por un concepto o una voluntad nuestra. Salvo excepciones, como la del maestro Ramiro Guerra, que inmediatamente comprendió la importancia del MND, no hemos recibido muchas colaboraciones de otras personas o instituciones. A veces porque no se tuvo el sentido histórico de conservar, o porque no se han decidido; pero nosotros no estamos contentos con eso. Estuvimos indagando, por ejemplo, para ver si podíamos tener el traje que Nieves Fresneda usara en su Yemayá, u otros objetos importantes en el género o en la historia de los grupos danzarios de la Isla, pero no se logra.
«Pronto exhibiremos un íreme legítimo y otro teatral, porque es una muestra del folclor afrocubano de origen religioso que ha tenido, incluso, su consecuencia teatral, ya que se ha representado mucho. El legítimo ya se está restaurando —con todos los permisos correspondientes para exhibirlo—; y el teatral fue uno de los diseños que Carlos Enríquez hiciera para Antes del alba. Eso mismo se podría hacer con otras cosas.
«El baile español está más representado gracias a donaciones que nos han llegado de España, como el traje original con que Antonia Mercé (la Argentina), la mítica bailarina de mediados del siglo XX, bailaba Cuba, de Isaac Albéniz; también poseemos otro de Antonio Ruiz Soler, y la gran Cristina Hoyos nos acaba de regalar un traje suyo hermosísimo. Nos encantaría poder mostrar algo de Antonio Gades, y en eso estamos enfrascados».
—¿Cuáles son las piezas que podrían ser la envidia para otros museos?
—Varias, creo que las pertenencias de Isadora Duncan, como un fragmento del chal que le costó la vida; pieza muy misteriosa que nos llegó certificada con todos los documentos que atestiguan su autenticidad, pero también algunas cartas manuscritas de ella; un traje original de Anna Pávlova (una capa de vestuario social); una tarjeta de visita original de Fanny Elssler; el documento que refiere una gestión que se hiciera para el montaje de una obra protagonizada por una de las grandes bailarinas del romanticismo, Fanny Cerrito, en la Ópera de París... Son varias.
—¿Y de Alicia?
—Está su traje con el que bailó Giselle hasta su última función, confeccionado por su mamá Ernestina del Hoyo. Se trata de una pieza entrañable. Asimismo está el tocado de la cabeza diseñado especialmente por la famosa Karinska, pieza con la cual Alicia bailó Tema y variaciones, ballet ideado para ella e Igor Youskevitch por George Balanchine; las castañuelas que tocaba cuando niña, porque Alicia empezó aprendiendo baile español, cuando viajara muy pequeña con su padre a España; la carta que le dirigiese la gran bailarina inglesa Alicia Márkova cuando ella la sustituyó en Giselle, pues estaba enferma. Cuando esta se enteró de que Alicia iba a debutar en el gran ballet romántico, le envió su adorno de cabeza, ofreciéndole que si quería lo usara, y lo acompañó con una carta donde le deseaba suerte. Son muchos los objetos que hacen del Museo Nacional de la Danza un espacio atractivo, necesario y diferente».