El Florentino Ariza de El amor... Ganador de los premios al mejor actor en los festivales de San Sebastián (Días contados, El detective y la muerte), y Venecia (Mar adentro), nominado al Oscar, al Goya de la Academia cinematográfica española, y a los galardones del cine europeo (Lunes al sol, Días contados, Carne trémula, Boca a boca, y Huevos de oro), Javier Bardem parece totalmente sereno, o impasible, ante los premios, los elogios, la fama y el éxito. Y lo mejor es que en su falta de adoración por estos estímulos no se vislumbra ni pizca de soberbia, ni mucho menos desdén por quienes reconozcan su talento. Alguien pudiera preguntarse cómo le va a sentar tan mal el spotlight a quien vive de exponerse ante el público, pero el actor detesta la llamada prensa del corazón y las preguntas tontas, indiscretas o dirigidas a hurgar en su vida privada, más que a develar las claves de su trabajo.
Parecía disgustado y decepcionado cada vez que atravesaba el lobby del Hotel Nacional provocando la persecución de periodistas y aficionados. En cuanto al afecto desbordado que le profesa la gente, solo se le vio conmocionado ante los mil y tantos espectadores que atestaron el cine Yara para disfrutar el estreno del documental en cinco partes titulado Invisibles (producido por el propio Bardem y con la dirección de Wim Wenders, Javier Corcuera, Mariano Barroso, Isabel Coixet y Fernando León de Aranoa) porque pudo percibir, según nos comentó en diálogo más o menos privado, que «fue uno de los momentos más impresionantes de su carrera apreciar ese teatro gigantesco, y lleno hasta el tope, para ver este documental tan pequeñito, lo cual evidencia la voluntad, por parte del Festival, de estimular en la gente la aceptación del cine y el placer de verlo en pantalla... Esa magia solo se da en Cuba».
En Los fantasmas de Goya se puso a las órdenes del consagrado Milos Forman. Luego de celebrar la masividad del Festival, las impresionantes proporciones del cine Yara, y de explicar en detalle el making of verbal de su altruista y conmovedor documental, donde se combinan realidad y ficción, sobre la organización Médicos sin fronteras y su accionar en diversos países, Bardem se refirió, con bastantes pormenores, a sus cuatro filmes más recientes: Vicky Cristina Barcelona, como parece que se llamará la nueva película de Woody Allen, en compañía de Penélope Cruz y Scarlet Johansson; Love in the time of cholera (El amor en los tiempos del cólera), dirigida por Mike Newell, e inspirada en la clásica historia de amor escrita por Gabriel García Márquez; No country for old men, donde encarna a un asesino psicópata que se lanza a cometer una oleada de crímenes en Texas durante los años 70; y Los fantasmas de Goya, donde Milos Forman, el director de Amadeus y Atrapado sin salida, se propone mostrar los cambios políticos en la España oscura e inquisitorial, violada y corrupta.
Todo apunta a que por No country... será nominado nuevamente al Oscar. Conste que la visita a La Habana de Bardem ha coincidido con que se diera a conocer que su más reciente filme, No country for old men, dirigida por los cineastas estadounidenses Joel y Ethan Coen, fue agraciado con el premio del National Board of Review de EE.UU. como mejor filme de 2007, un paso que confirma la carrera y prestigio internacionales del actor y, probablemente, le gane una nominación al Oscar.
«He trabajado últimamente con tanta frecuencia fuera de España —aclara el actor—, porque no me queda más remedio. En mi país no me ofrecen buenos proyectos ni personajes que me interesen o aporten algo nuevo. No quiero repetir lo que ya hice, y como manejo más o menos el inglés...
«Increíblemente, reina un prejuicio entre los directores que me consideran demasiado caro, y yo solo lo soy con quien debo serlo, porque en realidad creo que la gente no tiene precio, y que el interés de un proyecto no está en los millones que cueste levantarlo, y además algunos suelen creer que vivo en Estados Unidos. Y eso tampoco es cierto.
«Mi carrera se ha conducido siempre de una manera accidental, a nivel de la intuición, que es lo único que tengo de guía, y no por el cálculo de otras ventajas. Por supuesto que me encanta filmar con todos esos maestros del cine, pero quisiera trabajar en español, soy un actor con limitaciones que necesita dominar completamente el idioma para sentirme más relajado.
«Los premios, sí, son importantes, evidencian que lo que hiciste le gustó mucho a un grupo grande de gente, pero ser nominado al Oscar significa una carrera promocional y competitiva demasiado fuerte y me dejó exhausto, no la quiero repetir. En la promoción para el Oscar te sumerges en un proceso de declaraciones promocionales, y hay momentos en que te distancias, y te pones a hablar en las entrevistas de cualquier cosa menos de tu trabajo en sí. No quiero pasar por eso de nuevo».
Clasificado, con toda razón, entre los cinco mejores actores del mundo por diversas publicaciones de prestigio, Bardem es uno de esos creadores capaces de combinar instinto y preciosismo, franqueza absoluta y técnica sofisticada, sencillez en la proyección física e introspección intensa, amén de una versatilidad fuera de serie. «No suelo pegar las películas, porque no estoy nada ansioso por pasarme la vida rodando algún título nuevo, pero últimamente se me juntaron en el tiempo el personaje siniestro y arrasador de los Coen, y ese tipo dulce y romántico que es Florentino Ariza, a quien El Gabo me recomendó que interpretara como un hombre incapaz de levantar la voz, que camina como un perro apaleado. No los hice para probarme, ni mucho menos para demostrar nada a nadie, sino porque quería desentumecerme. Uno de mis sueños era trabajar con esos grandes contadores de historias que son los hermanos Coen; parecía poco posible, porque sus personajes son profundamente norteamericanos, pero el milagro ocurrió, y seguidamente vino el otro proyecto que, aunque ha sido golpeado por la crítica, todos los que participamos entendimos que era un honor estar implicados, porque se trataba de un homenaje al escritor, a su maravillosa novela, a la preciosa ciudad de Cartagena...
«En mi opinión, El amor en los tiempos del cólera logra atrapar ciertas esencias de la novela y, además, yo aprendo mucho más de las películas que no me quedan del todo bien, porque las otras, las que me quedaron bien, las termino y no tengo nada más que añadir o mejorar en un futuro».
Por su magistral desempeño en Mar adentro fue aclamado en todo el mundo. Proyectos como El amor en los tiempos del cólera, Pasos de baile y Perdita Durango conectaron al actor con temáticas latinoamericanas. «La esperanza está en Latinoamérica. Es el reservorio de muchas dignidades, al igual que África. Aparte del buen cine que están haciendo en varios países, me fascina el modo en que se habla aquí el español, sobre todo, a nivel de la calle, y en cuanto al sentido humorístico. Siempre adoré a escritores vuestros como Lezama, Virgilio, Reynaldo (Arenas)... Aunque creo poco en las nacionalidades, o más bien quiero decir que no creo en la elección de directores o proyectos a partir de su nacionalidad. Alejandro Amenábar (Mar adentro), por ejemplo, es un chileno que vive en Madrid, mientras que una temática muy española (Los fantasmas de Goya) también se puede tocar a través de un director checo, que suele trabajar en Estados Unidos. Por otro lado, hay temas universales, como las relaciones entre los sexos, uno de esos asuntos típicos de Woody Allen, puestos en la película que recientemente terminamos en Barcelona».
Admirador de Francisco Rabal, Fernando Fernán Gómez, Al Pacino y Daniel Day Lewis, con el sueño a cuestas de trabajar con Martin Scorsese, Ken Loach (quien suele elegir actores no profesionales o sin experiencia) o Francis Ford Coppola (se rumora que será incluido en Tetro, a filmarse en Argentina el año próximo), Bardem ha pasado por La Habana, y a través de su Festival, para ratificarnos que el brillo de una estrella no se divorcia para nada del tenaz mejoramiento humanístico, ni mucho menos se opone a los criterios artísticos coherentes. El triunfo de Bardem a escala universal significa, ni más ni menos, el laurel obligado por la inteligencia, la sensibilidad y la acrisolada profesionalidad.
En La Habana también recibió aplausos, amistad y declaraciones de afecto. Y quién sabe lo que resulte mañana del idilio entre Cuba y Bardem. Quizá su deseo de trabajar para nuestro cine derive luego en algo más que en una frase elogiosa y simpática, dicha con el deseo de agradarnos.