Una noche llena de energía regaló el popular argentino. Foto: Franklin Reyes Cualquiera adivinaría que, aun sin ser anunciado, alguien como él actuaría en un teatro Karl Marx repleto, incluso en sus primeras filas, de jóvenes; pero el hecho de que también adolescentes integraran ese público de fans, y no solo los coetáneos suyos que, por supuesto, también estábamos en buen número, indica que el poder de convocatoria del rosarino Fito Páez además de mantenerse intacto, se perpetúa en las nuevas generaciones.
El cantautor que marcara pautas dentro del pop-rock argentino desde los años 80, con súper éxitos de venta como su millonario disco El amor después del amor (1992), sigue siendo noticia y sonando a América del Sur aun cuando hace algunos años viva en España.
Invitado a la 29 edición del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano a presentar fuera de concurso su filme ¿De quién es el portaligas? (segundo si es que se olvida, como se tiende hacer, un simpático y original mediometraje llamado La balada de Dona Helena que fue su verdadero debut en estas lides), el viejo amigo de los cubanos ocupó los minutos iniciales de la apertura en el Karl Marx con un recital a piano, donde recreó algunos de sus viejos éxitos, aunque sintonizando muy bien con su más reciente CD, si tenemos en cuenta que el mismo (Rodolfo, 2007) fue íntegramente realizado solo con este instrumento acompañando su voz.
A propósito de ello, hubiera sido muy estimulante que el compositor y cantante estrenara aquí algunos de esos nuevos temas para comprobar cómo va su brújula creadora, a pesar de lo cual, todos, incluyendo los muchos que disfrutaron del concierto en casa, gracias a la transmisión directa de la TV, agradecimos su paseo por anteriores etapas de su quehacer mediante el aludido teclado y también la guitarra de un notable músico, Gonzalo Arolas (actor de su filme, a propósito), quien a veces logra convertir el instrumento de las seis cuerdas en un bandoneón y hasta en un tambor.
Excelente de voz, Fito es también (lo sabíamos de siempre y ahora lo reafirmamos) un competente pianista que se enfrenta al inmenso animal sonoro con el sentido percutivo de un rockero de ley que en puridad sigue siendo, lo cual no le impide protagonizar glissandos y pasajes mucho más líricos (como los que informan esa preciosa canción llamada Un vestido y un amor) o remontar cimas clásicas (tal el crescendo melódico que eleva otra como Tumbas de la gloria a categoría sinfónica).
No podía faltar como credencial ese himno de entregas y reafirmaciones, Yo vengo a ofrecer mi corazón, y hubiera sido muy oportuno, ya que está trabajando el piano como acertado complemento tímbrico en sus más recientes trabajos, escucharle con más frecuencia una hermosa pieza concebida para el instrumento: La despedida (del CD Abre, 1999).
Mas, dentro de una línea mucho más insertada en las corrientes del rock sudamericano del que, como decíamos, fue y sigue siendo un líder, descolló en temas como Dar es dar, Mariposa technicolor o Cable a tierra, esta última secundada por su colega y amigo, el cubano Santiago Feliú, quien le prestó una nítida segunda voz.
La iluminación del espectáculo fue discreta pero suficiente para diseñar las atmósferas requeridas del no muy largo pero intenso y equilibrado concierto, y el sonido posibilitó la recepción tanto del acompañamiento instrumental como de la proyección vocal de un Fito cada vez más abocado, en este sentido, al rubateo y las modulaciones, a veces, sinceramente, excesivas, al punto de alterar las líneas melódicas originales.
Como para inicio de festival mediante un músico devenido cineasta (desearía sinceramente que esta nueva cinta fuera mejor recibida que su, al parecer malograda, si hemos de creer a más de un colega, Vidas privadas, juicio que no suscribo pues aún no la he visto), este Fito acústico y memorioso, que sigue creando pero que no abandona, para beneplácito de sus muchos admiradores, sus éxitos de siempre, estuvo muy bien.
Sin embargo, queda en pie la promesa lanzada en la conferencia de prensa: regresar pronto y ofrecer varios conciertos; entonces, sin duda, será oportunidad para escuchar las novedades, algo así como una cita mayor con todos los Fitos que, bien sabemos, se resumen en uno solo: ese espigado e inquieto muchachón que todavía dejando atrás las primeras juventudes continúa encontrando eco en ellas.