Ernesto Javier Fernández. René Rodríguez. No puedo imaginar un mundo sin imágenes, sin color, sin símbolos que trasciendan generaciones y se afinquen hondo. Por ejemplo, aquellos que vienen de la mano de artistas como Ernesto Javier Fernández y René Rodríguez, quienes inauguraron la exposición That’s me in the corner (Ese soy yo en la esquina), este jueves en la Fototeca de Cuba.
El binomio de artistas repite la fórmula empleada en su muestra anterior, Daños colaterales, exhibida a principios de este año en la Galería Villa Manuela, de la UNEAC. Solo que en esta oportunidad es la visión de dos fotógrafos de la generación de los 60, que hoy giran sus miradas hacia la vida social de nuestro país. Y nos lo dicen desde una esquina de la Plaza Vieja del Centro Histórico de la capital, donde está ubicada la muestra.
El título de la misma se escuda en una canción del grupo inglés de rock and roll REM. Pues como expresó Ernesto Fernández, la idea surge a partir de esa pieza musical, el hit Losing my religion (Perdiendo mi religión). «Fuera de Cuba se escucha la canción y no dice mucho, pero en este contexto sí. Tratamos de expresar una serie de confusiones sociales y conceptuales que hay en este momento. René y yo somos de una misma generación y estamos en una constante búsqueda de qué fue de nuestras vidas y cómo podemos decirlo de otra manera».
El título de la exposición sugiere la naturaleza incisiva del sujeto cuando puede mirar todo mientras se detiene en una esquina, cualquiera que esta sea. That’s me... deviene entonces en reporte visual de lo real o, al menos, de aquello a lo que se considera real. Un vistazo que traspasa la subjetividad del individuo que vive, y en ocasiones sobrevive, su realidad.
La austeridad de la vida cotidiana apreciada en las instantáneas de Ernesto Fernández, contrasta con el neón empleado sobre ellas. Y es que los lumínicos fueron parte de la ciudad en la que crecieron los artistas, de aquella publicidad que se realizaba en Cuba hasta entrados los años 60. Incluso a inicios de esa década, la propaganda política se hacía también con neón.
René Rodríguez, por su parte, está más preocupado por el impacto del consumismo en Cuba hoy, y expresa sus inquietudes a través de las piezas de la exposición. «Continúo el tema que presenté en Villa Manuela. Me interesa muchísimo cómo la sociedad cubana enfrenta ese fenómeno que se nos viene encima, de una manera u otra», afirmó.
Rodríguez explota más los ardides que apelan a cierta nostalgia. Tal es el caso de su obra Rex, evocadora imagen deteriorada de un cine de la capital que a más de uno —de generaciones anteriores a los 80—, provocará recuerdos y sensaciones de entonces.
La próxima Bienal de La Habana espera a los artistas con nuevas propuestas visuales. De momento, la esquina desde la cual nos muestran el mundo visto por ellos está en La Habana Vieja. Conversemos con sus propuestas y continuemos, pues, el divino guión de la vida.