Nadine Gordimer. La ciudad brasileña de Paratí recibió durante este julio, para su Fiesta Literaria Internacional, a 18 escritores extranjeros, entre ellos dos premios Nobel de Literatura, los sudafricanos Nadine Gordimer y John Maxwell Coetzee, quienes coincidieron en defender la posibilidad de que las letras de América Latina y el Caribe se conozcan en su país, tal como en Brasil se aprecia el empeño de varias editoriales por promover en lengua portuguesa la narrativa de Sudáfrica.
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Ganador del Premio Libertador al Pensamiento Crítico 2006, el filósofo ecuatoriano Bolívar Echeverría consideró que «el barroco es una forma de comportamiento vital de los marginados en América Latina. Al explicar a la prensa una de las esencias de su libro de ensayos Vuelta de siglo, acreedor del lauro que auspicia el Ministerio de Cultura de Venezuela, se refirió a cómo el barroco en nuestro continente suele relacionarse con artes pictóricas o arquitectónicas en sus formas elaboradas y lujosas y pareciera pertenecer exclusivamente al reino de las bellas artes al servicio del culto católico. «Pero mi idea es que el barroco se gestó en la vida práctica de las sociedades citadinas de Latinoamérica en el siglo XVI e implicó una peculiar manera de vivir una vida invisible».
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El dolor de las gentes de Iraq «es profundo y no se puede describir», dijo en Medellín el poeta Salah Hassan, quien pidió al mundo «levantarse» contra la «ocupación norteamericana». Hassan, poeta, dramaturgo y periodista, quien participó en el XVII Festival Internacional de Poesía de esa ciudad colombiana, declaró que él escribe «contra la violencia y contra la guerra y que, al mismo tiempo, trata de describir el dolor de su pueblo». Su obra lo ha hecho acreedor del Premio Nacional de Poesía de Iraq de 1992 y el Premio Dunya, instituido en Holanda para composiciones líricas, en 1996 y 1998.
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Juan Madrid, uno de los grandes de la novela negra española, sitúa su última obra, Pájaro en mano, en Marbella, una ciudad, dijo, que es «metáfora de lo que es el mundo actual». En una entrevista concedida a EFE, Madrid apunta que «la corrupción no es algo característico únicamente de Marbella, sino que se puede decir que es consustancial del sistema». Con 42 novelas a sus espaldas, el autor, activo miembro de la Red de Redes En Defensa de la Humanidad y habitual en la Feria Internacional del Libro de La Habana, asegura que escribe «las novelas que me gustaría leer, y creo que siempre escribo la misma novela».
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Publicado por la editorial Renacimiento, Posturas difíciles, poemario rebelde, anticlerical, desmitificador, algo satírico, fresco y muy divertido, de Luis Carlos López, pretende rescatar para los lectores contemporáneos a una de las voces más originales de la lírica colombiana del siglo XX. López (Cartagena de Indias, 1879-1950), conocido como «el Tuerto López», aunque no era tuerto sino bizco, ha caído en tal olvido que, según sus nuevos editores, ninguno de sus libros aparecen desde hace años en el ISBN colombiano a lo que se suma que siempre fue un desconocido fuera de Colombia «e incluso fuera de Cartagena», según acotación del director de Renacimiento, Abelardo Linares.
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Chinua Achebe. Para el novelista nigeriano Chinua Achebe, recién proclamado ganador del Man Booker International Prize 2007, este honor debe contribuir a que se escuche en el mundo la voz de su pueblo. Considerado como uno de los padres de la literatura africana de expresión inglesa, Achebe, de 76 años de edad, se dio a conocer con la novela Todo se desmorona (1958), en la que escribe con amargura sobre cómo la literatura europea se apropia del mundo africano y las influencias occidentales cambian la sociedad de este continente. El Premio merecido se otorga cada dos años en Gran Bretaña y entre los nominados a esta última convocatoria se hallan el mexicano Carlos Fuentes y la canadiense Margaret Atwood.
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El Museo Nacional de Historia de Ciudad de México presenta desde esta semana hasta octubre próximo la exposición Paradigmas de la palabra. Gramáticas indígenas de los siglos XVI, XVII y XVIII, que aborda los primeros estudios hechos por los misioneros a las lenguas nativas de la Nueva España. Más de 120 piezas, entre libros, documentos, óleos y ediciones príncipe de las primeras imprentas americanas, recorren tres siglos de riqueza lingüística de los pueblos nativos y los estudios que de ella hicieron monjes agustinos, franciscanos o jesuitas.