Humberto Solás. Foto: Amaury Betancourt GIBARA, Holguín.— El V Festival Internacional de Cine Pobre de Gibara proyecta nuevamente sus luces renovadoras hacia la pantalla grande, hasta el próximo 22 de abril, y la llamada Villa Blanca de los Cangrejos, su privilegiado escenario cinematográfico, vuelve a ser una fiesta en toda la extensión de la palabra, porque no se ciñe tampoco al mundo del celuloide.
Y acaso habría que comenzar diciendo que es esta la edición que acapara la mayor confluencia de obras y de participantes, desde la inicial, hace apenas un lustro. Mas, sus mejores augurios, se cimientan ante todo en la ardorosa acogida que siempre le profesan los pobladores de esta pintoresca ciudad, eternizada en el celuloide por el director y fundador Humberto Solás, a través de cintas como Miel para Ochún.
Tras las actuaciones de Carlos Varela y Kelvis Ochoa, en la plaza principal de la villa, y bajo los destellos de los fuegos artificiales, el festival entró en acción con la muestra del largometraje francés Suzanne, de la realizadora Viviane Candas.
La cita acoge a más de un centenar de producciones, de las cuales han sido escogidas para concursar más de 30 documentales, entre largometrajes y cortos, 12 guiones inéditos, 36 filmes de ficción, seis maquetas para películas y 17 obras experimentales.
El espectro de las realidades nacionales que se presentan alcanza a un número creciente de países de las más diversas latitudes, como son las procedentes de Guatemala, Nicaragua, México, Venezuela, Argentina, Colombia, Perú, Brasil, Chile, Francia, Irán, India, Camerún o España, este último con la selección más amplia de Europa.
Lo cierto es que en medio del apoteósico desfile inaugural de la tarde noche de este lunes, y en el cual confluyeron realizadores, artistas y público, se evidenciaba la certeza, ante todo, de que aquella utopía, profesada por Solás sobre los propósitos del festival, hoy se agiganta: «estimular la reducción de los costos de producción, la inserción de grupos sociales y de comunidades que nunca antes habían tenido acceso al ejercicio de la producción del cine, y dar perdurabilidad a las incipientes cinematografías nacionales».
Entre los premios más importantes que otorgará el certamen sobresalen los dirigidos a reconocer la mejor maqueta, proyecto en Progreso, mejor guión para largometrajes de ficción y a la más destacada obra de ficción, documental, obra experimental y videoarte. Asimismo, se entregará un Premio al documental latinoamericano que mejor refleje la diversidad cultural.
La sala oscura del cine Jiba, como principal sede, junto a otras locaciones de la ciudad, parecen a ratos ser insuficientes en espacio frente a la heterogénea e incesante oleada de cinéfilos, quienes también se han sumado a los eventos teóricos.
Entre las conferencias magistrales se escuchó la del presidente del ICAIC, Omar González, y hoy continuarán los debates sobre la difusión y distribución del audiovisual alternativo, un foro entre directores de festivales, televisoras y entidades audiovisuales internacionales, así como la tradicional presentación tecnológica de la empresa suiza Swiss Effect, a cargo de Thomas Krempke.
Otros dos jurados colaterales entregarán reconocimientos de la cadena TeleSur y de la Asociación Cubana de la Prensa Cinematográfica, filial de Fipresci en nuestro país.
Como elemento cardinal, la presente versión del evento dedica sus sesiones a homenajear a los destacados actores Mario Limonta (De cierta manera), Manuel Porto (Mujer transparente) y Enrique Molina (Video de familia), con brillantes trayectorias dentro del cine, la radio y la televisión.
Y como otra revelación de que el Festival de Cine Pobre de Gibara es, en esencia, una fiesta de la cultura, tampoco han faltado a los presentes el sugerente deleite de las sesiones del taller de pintura Telones de Gibara, a cargo de artistas plásticos como Agustín Bejarano, Eduardo Abela, Alicia Leal, Aziyadee Ruiz y William Hernández.