Foto: Ibrahim Boullón Ramírez Con la seguridad de quien lo tiene «to’pensa’o», el santiaguero William Vivanco hizo vibrar al público villaclareño que lo acompañó a guitarra limpia en El Mejunje, de Santa Clara. La descarga formó parte de la oncena edición del Festival de Trova Longina, celebrada del 4 al 9 de enero, con la participación de reconocidos trovadores nacionales y del patio.
El autor de Cimarrón y Barrio Barroco, demostró la acendrada cubanía de sus canciones y la sensualidad de los ritmos que mezcla.
Mientras afinaba la guitarra, entre notas musicales, me complació con el diálogo.
«Este festival es un encuentro cariñoso entre los trovadores, y fue uno de los primeros donde participé. La trova en Villa Clara es muy fuerte. Siempre están al acecho de lo más contemporáneo y eso es un lujo. La tradición que existe allá me da confianza porque son capaces de asimilar las canciones de un cantautor.
«Mi influencia más cercana la recibí de Alejandro Bernabeu, un trovador de mi tierra natal. Cuando lo vi con el bongó, la guitarra y aquellos pelos dije: eso es lo que quiero hacer algún día.
«También le debo mucho a Postrova. Teníamos las mismas inquietudes. Las letras de Eduardo Sosa, quien entonces era el director, me cautivaron. Aunque ya Postrova no existe, seguimos siendo muy buenos amigos. Se puede decir que ese fue mi inicio en la trova.
—El contenido de sus canciones reflejan una profunda cubanía. ¿Ha influido eso en la preferencia del público por su música?
—Soy santiaguero, de Trocha y carretera del Morro, por donde pasan todas las congas. Ese ritmo caribeño me corre por la sangre. Pero pienso que esa preferencia sea también por la letra. Trato de buscar un equilibrio.
—¿Y los sonidos que crea con su voz?
—Juego un tanto con los ritmos, me gusta esa sonoridad, la gente lo agradece y me acerca un tanto a la percusión que me encanta.
—¿Aún se empeña en afirmar que todo lo que escribe sale de las personas que lo rodean?
—Todo me llega de ellos. Alguien pasa por mi lado, me roza... eso ya es un motivo para cantarle.
—¿Es por eso que le gusta interactuar con el público?
—Me encanta el público, sobre todo ese ser superior que es la mujer. Ellas siempre me inspiran.
—Una vez dijo que no le interesaba que pudiesen recordarlo. ¿Sigue pensando igual?
—En realidad no suelo dedicar mucho tiempo a esos detalles; prefiero que escuchen mis canciones, que sean ellas las que trasciendan.
—¿Todavía la música es «su más espléndida manera de divertirse»?
—Sí, siento la necesidad de descubrirla, estudiarla. Cuando llevo tiempo sin escuchar algo fresco, me parece que le falta algo a mi vida.
—Algunas personas creen que es atrevido y emprendedor...
—Respiro profundo y me hago el atrevido, pero en realidad soy bastante tímido. Cada vez que subo al escenario lo siento como un nuevo reto, y lo asumo como si fuera la primera vez que toco.
—¿Piensa que existe una trova de nuevo tipo?
—La trova es muy amorfa, se guía por los caminos de la música. Tiene la capacidad de hacerse como uno quiera. Dicen que se está muriendo, no lo creo. Jamás morirá. La sensibilidad humana siempre va a necesitar de una guitarra y una canción a medianoche.