Si en una encuesta en Cuba o en el extranjero se preguntase cuáles son las agrupaciones corales más representativas de todos los tiempos en la Isla, no dudo que Exaudi, en muchos casos, encabezaría la lista. Y sin embargo, María Felicia Pérez, su directora, no estaría del todo satisfecha. Ella, como esa gran artista que es, reconoce la existencia de importantes coros profesionales, pero desearía que el movimiento coral cubano ocupara un espectro mucho más amplio.
«No se podrá hablar de un movimiento coral sólido, mientras no rescatemos los coros de aficionados como en los 70 y 80 del siglo pasado. Me alegra que cada día sean más las cantorías infantiles, pero hay que ir más lejos. ¿Por qué no hay agrupaciones en Antillana de Acero, en los centros universitarios, en los hospitales? Confío en que los instructores de artes contribuirán a que este anhelo de muchos se haga realidad.
«Me place que esta sea una de las prioridades del Instituto Cubano de la Música, como lo es el desarrollo de la música sinfónica y de cámara, pero a diferencia de aquellas, al director coral le basta con un diapasón. Me parece magnífico lo que ha estado sucediendo con las bandas y, sin embargo, sigo pensando que la primera batalla debía haberse librado por los coros. Y no es que quiera defender mi pedacito, es que, además de económica, esta actividad nos hace crecer espiritualmente y nos enseña a vivir en colectivo, a defender con la voz y el alma una misma obra».
Nacida en Pinar del Río, la profesora María Felicia comenzó sus estudios de piano con una vecina, «después que mi mamá descubrió que entonaba bien. En mi familia no había ningún instrumentista profesional, aunque en mi casa se respiraba un ambiente muy musical: mis tíos tocaban la flauta y el contrabajo, y se reunían para hacer voces.
«Mi mamá me inscribió en el coro de la Biblioteca Nacional con la maestra Carmen Valdés, cuando tenía nueve años. Con diez asistí al primer Festival de Coros de Santiago de Cuba, en los días de la Campaña de Alfabetización. Recuerdo que la gente venía de alfabetizar y nosotros íbamos en un tren hacia oriente. Al año siguiente, hice las pruebas del Amadeo Roldán. Ahí comencé el piano, al tiempo que cantaba en el coro con la misma Carmita Collado, quien me utilizaba como monitora. Parece que algo veía en mí».
Lo de directora coral vino más tarde. Cuenta María Felicia que ella soñaba con ser instrumentista, pero sucedió que en 1968 hubo una reforma en la enseñanza, y Carmita sugirió que se dedicara a la dirección. «Ya me había graduado en la ENA y sabía que no sería pianista. Bueno, uno se defrauda un poco, y esa fue la vía que encontré para seguir haciendo música. Terminé Dirección Coral en el año 71, guiada por las profesoras Carmen Collado y Agnes Kralovsky, a quien toda mi generación le debe mucho. Ella nos trajo la técnica de Hungría, porque acababa de finalizar su formación en Budapest».
Pero en 1976 llegó la Escuela Superior de Música Franz Liszt. «Weimar era una ciudad muy cultural: tenía teatro, ópera, orquesta, ballet, todo lo que se necesitaba para estudiar bien y nutrirse de mucho arte. Cada día me convenzo de que aquella fue una etapa vital para nuestra formación. Alemania nos marcó para toda la vida. Al regreso, me ubicaron en la Escuela Nacional de Música, donde creé el Coro Femenino, lo primero que hice profesionalmente».
—Y sin embargo, todos coinciden en que el Coro de Cámara Exaudi marcó un antes y un después tanto en su carrera, como en el movimiento coral...
—Exaudi ha sido lo más importante que he hecho desde el punto de vista profesional y artístico; mi trabajo de mayor nivel, el más depurado. Claro, nació en 1987 cuando ya tenía mucha más experiencia. De hecho, al año siguiente nos inscribimos en el Festival de Santiago de Cuba y resultamos la Revelación del evento. Después viajamos a Hungría para competir en el XIV Concurso Internacional de Béla Bartók, donde fuimos el primer premio en la categoría de Coros de Cámara y el premio de programa folclórico. Algo similar sucedió en España, Bulgaria, Alemania... En fin, hemos estado en más de 40 festivales, en lugares tan distantes como Australia, Turquía, Francia, Estados Unidos, Venezuela, Argentina, Ecuador, México, Italia..., lo cual nos ha permitido movernos dentro de los circuitos corales, y eso es decisivo.
«No debería decirlo yo pero, analizando fríamente los resultados, podemos asegurar que abrimos un camino, que ha continuado con Coralina, Entrevoces, Vocal Leo... A partir de Exaudi muchos en el mundo empezaron a interesarse por el movimiento coral cubano. Antes, el gran Orfeón Santiago, por ejemplo, había realizado giras por los antiguos países socialistas, pero un concurso internacional es algo muy diferente».
—Tanto ha sido así que Exaudi muestra hoy una producción discográfica para nada despreciable...
—Tras nuestro primer disco realizado en Suecia, el cual recogió nuestra actuación en vivo en el concurso de Alemania, hemos grabado la música de Esteban Salas, el Barroco de Bolivia, de Perú; la Música Sacra Hispanoamericana del siglo XX... Para Exaudi fue genial haber hecho un fonograma como la Misa Cubana a la Virgen de la Caridad del Cobre, de José María Vitier, primer gran premio que otorgó el festival Cubadisco o Salmos de las Américas, también de Vitier y que fue nominado a los Grammys Latinos del 2000. Este año hemos sumado las composiciones de Harold Gramatges, algo así como la integral de su obra coral. Y este hecho nos ha dado mucha alegría, porque es un honor que el maestro nos escogiera para que interpretáramos estas piezas de excelencia.
—¿Entonces feliz de haberse ido por la dirección coral?
—No me imagino haciendo otra cosa. Cuando rememoro los años vividos, pienso con nostalgia que me hubiera gustado ser pianista, pero me quedo definitivamente con el coro, que es lo que en verdad me fascina. Al mismo tiempo, he recibido reconocimientos nacionales e internacionales, he sido invitada como jurado de certámenes de mucho prestigio, así como a impartir talleres; he llevado la música cubana y latinoamericana por diversas partes del mundo. ¿Se podría pedir más?