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En defensa de la dignidad de Cuba

Con el Tratado Hay-Quesada se reconoció la soberanía de la Mayor de las Antillas sobre la Isla de Pinos, hoy Isla de la Juventud, luego de intensas batallas populares contra el dominio estadounidense sobre esa porción de nuestro territorio

Autor:

Roberto F. Unger Pérez

A cien años de la ratificación del Tratado sobre Isla de Pinos o Hay-Quesada, es oportuno profundizar en dicho proceso, que fue uno de los capítulos más importantes de las relaciones Estados Unidos-Cuba de la época, y sentó precedentes que aún mantienen vigencia en la geopolítica imperial contemporánea.

La división de poderes en Estados Unidos fue manipulada con propósitos anexionistas por el lobby en el Senado que representaba a colonos radicados en Isla de Pinos, y que logró obstaculizar la decisión, ya adoptada por los poderes Ejecutivo y Judicial, y el Comité de Relaciones Exteriores del Senado, que reconocieron la jurisdicción cubana sobre Isla de Pinos.

La peculiar condición insular de Isla de Pinos (Isla de la Juventud-1978) y la situación creada en torno a su jurisdicción cubana o norteamericana, a causa del limbo jurídico que generó la aprobación de la Enmienda Platt, que en el artículo 6to. declaraba que «… Isla de Pinos será omitida de los límites de Cuba propuestos por la Constitución, dejándose para un futuro arreglo por tratado, la propiedad de la misma», dio inicio a un importante capítulo de dominación neocolonial en el que se mezclaron mecanismos institucionales, con las apetencias de compañías y emprendedores ávidos de rápida fortuna.

Esa situación fue aprovechada por los colonos norteamericanos, asentados en dicho territorio desde finales del siglo XIX, quienes desarrollaron una fuerte campaña para la anexión a Estados Unidos. Dos documentos motivaron la cuestión:  primeramente, la proclama del general Leonardo Wood al hacer la entrega del Gobierno a Estrada Palma, en la que se decía: «…los Estados Unidos tienen entendido que el gobierno actual de I. P (Isla de Pinos) continuará como un gobierno de facto, a reserva de resolver el dominio de dicha isla mediante un tratado…». Y también la respuesta de Estrada Palma, en la que se recogía: «Queda entendido que I. P continúa de facto bajo la jurisdicción del Gobierno de la República de Cuba, a reserva de lo que en su oportunidad convenga al Gobierno de Estados Unidos y el de la República de Cuba…».

Las presiones norteamericanas ante la actitud de Estrada Palma condujeron a negociaciones que culminaron en el año 1903 con el acatamiento del Tratado de Reciprocidad mercantil y el de Relaciones Permanentes. En el último, en el artículo No. 1 se hacía mención a que Estados Unidos renunciarían a todo derecho sobre Isla de Pinos; y en el artículo No. 2 confirmaban: «Esta renuncia se hace en consideración a las concesiones de estaciones carboneras y navales en la isla de Cuba que antes de ahora se han hecho en los Estados Unidos de América».

Era cuestión de cambiar una porción del territorio cubano por otro: Guantánamo. Hasta Cayo Avalo era reclamado por otro grupo de 32 norteamericanos.

En la campaña anexionista, que tuvo su desbordamiento a finales de noviembre de 1905 con la proclamación de un Gobierno norteamericano en suelo pinero mediante la «revolución», sobresalieron los colonos Samuel H. Pearcy, Tomás J. Kenan y Charles Raynard, especuladores sin fortuna, quienes mediante varias publicaciones impusieron matrices de opinión tales como: «…I.P., la más reciente adquisición territorial hecha por el Tío Sam»; «…I.P. es parte del territorio cedido por España a los Estados Unidos»; así como acerca de la gran feracidad de sus tierras. La propaganda interesó a senadores como Penrosse, Carmack y Pomerona, también a los representantes Crumpaker y Richardson, quienes avivaron el lobby correspondiente en el Senado norteamericano.

Los reclamos anexionistas respondían al negocio de la exención de derechos de importación a los productos de Isla de Pinos. No les importó a sus promotores que el Departamento de Hacienda de Washington hubiera declarado el 1ro. de agosto de 1902 que los artículos procedentes de Isla de Pinos debían pagar derechos a su entrada en los Estados Unidos, a los mismos tipos que los similares de otros países, resolución que fue confirmada por otra del mismo departamento, del 2 de agosto de 1906, por lo que se dispuso que las mercancías procedentes de Isla de Pinos debían aforarse para los mismos tipos que las de Cuba, criterio que fue más tarde reconocido por el Tribunal Supremo de Justicia de los Estados Unidos, el 8 de abril de 1907, en la decisión aprobada durante el pleito Edward J. Pearcy-N. Stranahan de que los Estados Unidos no tenían ningún derecho sobre Isla de Pinos, y que de jure esta pertenecía a Cuba.

La actitud predominante del Gobierno cubano se limitó al terreno diplomático. Mediante la gestión de Gonzalo de Quesada y Aróstegui, ministro plenipotenciario de Cuba en Estados Unidos, se firmó en La Habana, el 2 de julio de 1903, un primer tratado sobre la jurisdicción cubana de Isla de Pinos rubricado por el secretario de Estado interino de Cuba, José María del Monte, y el primer enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de Estados Unidos en Cuba, Herbert G. Squiers.

La inclusión de una cláusula de caducidad, referida a su nulidad si no era ratificado por el Senado norteamericano, fue la causa de ese primer fracaso diplomático. El 2 de marzo de 1904, el Ministro cubano lograba un nuevo acuerdo, en esa ocasión con el secretario de Estado norteamericano, John Hay, y por cuya causa se le nombró Tratado Hay-Quesada. En esa ocasión fue omitida la cláusula de referencia; una decisión acertada, pues demoró 21 años su ratificación por el Senado norteamericano.

La designación del excoronel del Ejército mambí Cosme de la Torriente y Peraza como primer embajador en Estados Unidos, el 4 de octubre de 1923, dio nuevo impulso a las negociaciones oficiales, caracterizadas por una actitud cautelosa, no obstante la inteligencia mostrada por el diplomático cubano. En Cuba, el movimiento estudiantil encabezado por Julio A. Mella asumió posiciones críticas, con un profundo carácter antimperialista, mientras que en Isla de Pinos se vertebraba un movimiento a través de la creación de comités cívicos, que se constituyeron desde 1923, y que tuvieron alcance nacional:

—El 22 de noviembre de 1923 fue fundada en Nueva Gerona la Columna de Defensa Nacional de Isla de Pinos.

—A inicios de 1924 se organiza el Comité Patriótico Pro-Isla de Pinos, responsabilizado con el apoyo de una vigorosa campaña a la ratificación. Estuvo integrado por la Junta de Educación de La Habana, Emigrados Revolucionarios, Asociación de Maestros, Columna de Defensa Nacional, Veteranos, Club Atenas, Sociedad Unión Fraternal, Asociación de Graduados de la Escuela de Pedagogos, Gran Logia de la Isla de Cuba, entre otras instituciones.

—El 16 de enero de 1925 se inició la Misión Patriótica, suerte de campaña del Comité Patriótico, por todas las provincias del país por la misma ruta de la invasión protagonizada por el Ejército Mambí bajo el mando de M. Gómez y A. Maceo, en la Guerra del 95. Los cronistas del momento resaltaron los mítines, homenajes y actitudes populares y de los gobiernos locales acontecidos en Santiago de Cuba, Bayamo, Camagüey, Placetas, Santo Domingo, Colón, Cárdenas, Pedro Betancourt, Artemisa, Güira de Melena, Estación Central de La Habana y, por supuesto, Isla de Pinos.

—También se contó con el talento y patriotismo de destacados intelectuales como el Dr. Emilio Roig de Leuchsenring, don Fernando Ortiz, Dr. Evelio Rodríguez Lendián, el abogado Luis Machado Ortega y otros.

El 13 de marzo de 1925 el Senado norteamericano ratifica el Tratado Hay-Quesada con dos enmiendas. El resultado de la votación fue de 63 votos a favor, 14 en contra y 19 abstenciones. La primera enmienda dejaba sentado que a partir de ese momento todos los tratados existentes y futuros entre ambos países eran extensivos a Isla de Pinos, y la segunda aseguraba el trato preferencial de los norteamericanos por encima del resto de los extranjeros.

A pesar de la actitud condescendiente del presidente Alfredo Zayas con el Gobierno norteamericano, de la cautela de Cosme de la Torriente durante la última etapa de negociaciones, y la represión al movimiento revolucionario con Julio A. Mella en su liderazgo, el reconocimiento del derecho de la cubanía de Isla de Pinos también fue el resultado de un fuerte movimiento cívico-patriótico que no permitió  que se reeditara lo acontecido con la base naval de Guantánamo: la ratificación ni fue una regalía yanqui ni un trámite burocrático, sino una victoria popular para alcanzar la soberanía total sobre el Archipiélago.

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