HOLGUÍN.— De todos los lugares de la sede José de la Luz y Caballero, en la Universidad de Holguín (UHo), el laboratorio es el lugar predilecto de Ludmariam Sánchez, estudiante de 4to. año de la Licenciatura en Educación Química. Le agradan los frecuentes encuentros y charlas mientras aguardan por las reacciones y transformaciones que intencionan, valiéndose de la teoría y el sentido práctico adquirido a medida que hicieron suyos cada procedimiento.
Tales habilidades no la apartan de sus anhelos docentes, pero la futura profesora hoy se concentra en un proyecto de producciones químicas artesanales que involucra a varios estudiantes de distintos años de la carrera, cuyo fin es la recuperación de materiales ociosos.
«Empezamos a emplear grasas de origen animal, que muchas veces se desechan, para elaborar bases de jabón en polvo (en su fórmula inicial, con alcohol e hidróxido), similares al detergente, a las cuales les controlamos el PH.
«También producimos jabones líquidos con hidróxido de potasio, y sólidos, con hidróxido de sodio, que, como los de polvo, hacen muy buena espuma y tienen muchas propiedades limpiadoras», enumera.
Todos esos productos se utilizan en la higienización del laboratorio y la limpieza de instrumentales, y los entregan también a otras carreras de la misma facultad.
Además, apelan a reactivos ociosos en los almacenes para obtener productos útiles. Con verde malaquita, violeta de metilo y azúcar como espesante, producen tintas destinadas a plumas o cuños, según sus propiedades y concentración de conservantes. De estas, ya realizaron un donativo en frascos al hospital Lenin y otro a la sede universitaria Oscar Lucero.
«Siempre observamos las muestras en ensayos, en función de efectuar ajustes en la aplicación sobre el papel. En la Jornada Científico Estudiantil a nivel de universidad dimos algunos frascos, a modo de cortesía, a los profesores presentes. Ya hemos recibido avales institucionales y reconocimientos por dicho aporte», declara la joven.
Brote por esquejes
Hombre de campo que emprendió el camino del magisterio, el máster Alfonso Daniel Tamayo comenzó a intencionar en 2019 la producción de esquejes de plantas cítricas, ornamentales y medicinales, en aras de definir si era viable el proyecto para las condiciones de la provincia.
Todos los alumnos de la carrera se han relacionado con la búsqueda de verdor y frutos, actividad que apasiona a este profesor. La técnica es sencilla: toman una parte leñosa de la planta, la someten a un proceso con enraizadores químicos por un tiempo y luego la colocan en agua nebulizada, a fin de facilitar el brote de raíces.
Así logran plantíos de excelente genética, uniformes (todos del mismo clon), y de positiva y temprana producción. Para más virtud, el método es más rápido que el tradicional injerto, pues desde que se separa el tallo hasta que se deja lista una planta para el campo transcurren apenas cinco meses: nada de sembrar la semilla y esperar mucho tiempo por su incierta evolución.
«Por esta vía, al cabo de dos años (como máximo) ya pueden cosecharse las primeras producciones. Inicié su fomento en la cooperativa Pablo Suárez, del municipio de Rafael Freyre, y varios campesinos de allí se embullaron y sembraron matas de limón, que ya están en producción».
Ahora en la UHo la aplicación será en una escala más grande, apoyados por reactivos químicos que producen los propios alumnos, quienes además preparan los tallos, atienden las plantaciones (les añaden nutrientes y disoluciones), evitan plagas y aplican abonos. Combinar ciencia y agricultura ya forma parte de la práctica experimental de la carrera.
Más allá de los esquejes de limón criollo, reducido en su existencia por no ser típica su comercialización, han logrado «buena química» con la guayaba y el café de variedad robusta. Intentaron incorporar el zapote, pero les falló el enraizamiento, un proceso que demanda enraizadores naturales, bolsas reciclables y suficiente agua.
La técnica es bastante popular en el occidente de Cuba, sobre todo para guayaba y cítricos, y también en México, Colombia, Venezuela y Brasil, porque responde a la demanda de cultivar mayores superficies con menos recursos.
Por ejemplo, en un área de diez metros cuadrados se pueden fomentar más de mil plántulas. «Hace falta extender la experiencia a caballerías completas, como lo necesitan la provincia y el país», sueña el profe Tamayo.
A las aulas, más preparados
Sobre otros aspectos de la licenciatura en Educación Química abunda el coordinador de su claustro, el máster Ramiro Ruiz: «Estamos integrados a la Facultad de Ciencias Naturales y Agropecuarias, y nos relacionamos con otras áreas científicas, como el Centro de Estudio de Agrosistemas Áridos. Juntos creamos una pequeña huerta experimental, acondicionada por estudiantes y profesores, para reproducir a pequeña escala nuestras plantas, que después expandiremos a predios más amplios, alrededor de la sede Luz y Caballero (polígono de estudio de los alumnos de Agronomía), para aumentar la producción, la cual pudiera, al principio, dedicarse al autoconsumo, y luego también comercializarse.
Todos los alumnos de la carrera, de una forma u otra, se han relacionado con la búsqueda de verdor y frutos. Fotos: Nelson Rodríguez Roque
«Los cítricos poseen una amplia gama de aplicaciones. Además del jugo, resaltan por sus esencias. El mismo proyecto pensamos aplicarlo a plantas ornamentales, en aras de crecer en variedad de cultivos del polígono, revitalizado tras el período de pandemia», detalla el coordinador.
Cada estudiante de Química de esta universidad está integrado a un grupo científico estudiantil (GCE). El de Producciones químicas artesanales promueve el uso de productos ociosos en los almacenes de reactivos y laboratorios, incluyendo colorantes de escasa presencia en las prácticas habituales.
«Otro de los GCE, el de Química y Nutrición, tributa a la aplicación de la Ley de Soberanía Alimentaria y Seguridad Alimentaria y Nutricional de Cuba. Sus educandos han elaborado materiales docentes y folletos de actividades conectados con el proceso de enseñanza-aprendizaje.
«Ambos equipos participaron en la Jornada Científica a nivel de universidad y obtuvieron premios relevantes, por tanto, estarán en el Fórum Nacional de Estudiantes Universitarios de Ciencias Pedagógicas, en junio venidero, cuya anfitriona será la sede Luz y Caballero», destaca Ramiro Ruiz.
Iniciado con estudiantes de primer año, el GCE de Tecnología Química y Educación Ambiental aboga por contribuir a que las producciones del territorio sean más limpias y amigables con el medioambiente. Su labor parte de un diagnóstico de la huella de carbono de cada producción, además de sus riesgos químicos y el empleo de materias primas, agua, energía y productos finales.
Con la empresa de Cerámica Blanca de este territorio, por ejemplo, firmaron un convenio de trabajo para ampliar la colaboración estudiantil con la industria, vinculada con la asignatura de Química Inorgánica y ahora, además, con el trabajo científico estudiantil.
De esa manera, durante dos años de la carrera los muchachos y muchachas se apropian de recursos investigativos, desarrollan temas que tributen al sostenimiento de la provincia y adquieren herramientas que repercuten en la calidad de la labor profesoral de los diferentes niveles de la Educación Básica, donde serán ubicados después para inculcar en otros el respeto hacia esta útil ciencia.