Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

El placer de los mapas y números

Quienes desean iniciarse en el sector eléctrico deben saber que este es un mundo donde prima el compromiso, la voluntad humana, y hay muchas oportunidades para que los jóvenes se desarrollen, asegura un conocedor como Fernando Medel Pacheco

Autor:

Raciel Guanche Ledesma

Cualquiera pensaría que porque Fernando Medel Pacheco trabaja a la sombra, sentado frente a grandes pantallas,  su labor en la Empresa Eléctrica de La Habana es simple. Pero no. A veces las personas más loables se camuflan entre la sencillez y la constancia.

Para decirlo claro, él prefiere siempre la humildad antes que conversar sobre sus resultados, que no son pocos, a lo largo de los 52 años dedicados al servicio eléctrico. Esa parece ser su mayor virtud mientras el rostro ecuánime tolera preguntas en ráfagas del entrevistador.

Actualmente, ya jubilado y reincorporado a las labores, ha tenido distintas responsabilidades dentro de la Empresa Eléctrica de La Habana , pero se desempeña como especialista en redes eléctricas y despachador, desde donde se encarga de atender junto a más de 40 trabajadores la supervisión de las redes eléctricas de la capital.

«Aquí nos dedicamos a controlar todo lo que son las líneas eléctricas, las estaciones y que la población reciba la electricidad. Algo que se controla en cada provincia, y se hace de forma centralizada. O sea, supervisamos que el sistema trabaje armónicamente y se distribuyan las cargas de forma satisfactoria», explica Fernando al inicio de la conversación.

Con 74 años, ya no concibe la vida sin el placer de los mapas y números que describen cada parte del sistema elécrico de La Habana. En realidad es algo que le viene de niño pues, como afirma, desde muchacho le gustó la electricidad y se ponía entonces a ayudar en la casa con el mantenimiento de redes domésticas.

Cuando comenzó por estos lares tan complejos en la década de los 70 de la pasada centuria, lo hizo recibiendo capacitación en la propia empresa de la capital, donde pasó cursos y entrenamientos de operador de subestaciones eléctricas primero y, después, mediante convocatoria, aspiró a desempeñarse en lo que era el despacho de la red eléctrica.

«En lo adelante me he movido indistintamente pero siempre dentro del despacho. Tuve varias responsabilidades, desde pasar como despachador sencillo hasta ser jefe de operaciones y especialista principal en esta área, además de cumplir en dos ocasiones misión en la hermana República Bolivariana de Venezuela», recuerda.

La vasta experiencia y los resultados acumulados por Fernando le han servido, además, para capacitar a las nuevas generaciones de muchachos que llegan anualmente a los cursos que realiza la Empresa Eléctrica de La Habana.

Según refiere, en ellos imparte tres asignaturas. Sin embargo, aclara enfático, no es que se dedique a eso solamente. Aun así, la docencia le satisface, sobre todo, porque luego ve cómo esos alumnos llegan a convertirse en sus compañeros de trabajo.

Ser eléctrico no es sencillo

Por lo general en la percepción popular se tiende a simplificar, tal vez por desconocimiento, a quienes laboran en el sector. Incluso, existen aquellos que creen que trabajar en un despacho eléctrico se reduce solo a apretar un botón.

Fernando lo desmiente de forma categórica: «No hay nada más alejado de la realidad». Como todos los procesos tecnológicos a macroescalas en el mundo de la electricidad, argumenta, existen controles que se dirigen y en cualquier ciudad tiene sus características propias.

En el caso de La Habana, por ejemplo, no se controla como la electricidad de un hogar, sino que hay que generar y llevar la corriente a grandes distancias, transformarla y distribuirla. Y todo ese proceso se supervisa las 24 horas del día, asegura.

«Cuando entro a las oficinas es concentrado todo el tiempo en el trabajo que realizo, que es la planificación, el análisis de lo que se hizo, lo que se va a hacer y las labores que a corto plazo debemos enfrentar desde el despacho eléctrico de La Habana», agrega.

Este curtido hombre de estatura media y mirada bondadosa sabe que su tarea resulta también vital para el funcionamiento del país. De ello no comenta mucho y solo en pocas palabras dice: «Sin nosotros se dificultarían el avance económico u otras cuestiones básicas en la vida del cubano».

Dos grandes familias

Para mantenerse tan ágil en medio de las responsabilidades que ocupa se necesita del cuidado y apoyo incondicional de la familia. Y Fernando lo ha tenido desde que decidió que el mundo de la electricidad marcaría constantemente su vida.

Sin embargo, él cree convencido, como todo hombre de valores impolutos, que cuenta con dos grandes familias: la de casa y la que ha creado a lo largo de más de cinco décadas en la Empresa Eléctrica de La Habana.

En particular sobre la que lo aguarda cada tarde-noche en el hogar, comenta, son parte del trabajo diario, porque las jornadas aquí normalmente son largas y me han comprendido en ese sentido incondicionalmente.

Para quien ha hecho importantes aportes desde la innovación tecnológica a su trabajo, siente también como imprescindible la ayuda de sus compañeros en cada avance y logro. En el caso del área de despacho eléctrico, alude, se caracteriza por un ambiente que, a pesar de la exigencia, es muy positivo y donde prima la buena comunicación.

—¿A las nuevas generaciones que se inician en este camino qué consejos les daría?

—En realidad el trabajo con la electricidad es muy bonito porque tiene muchas facetas y cuestiones que tienen que ver con el desarrollo del país. Dentro de la empresa existen contenidos y damos oportunidades para que los jóvenes se desarrollen. Pero quienes quieran iniciarse deben saber que es un mundo donde debe primar el compromiso y la voluntad humana.

«Yo hace poco di clase a un grupo de estudiantes de ingeniería de cuarto año, y se fueron de lo más motivados. Esperemos a ver cuántos se embullan, como misión, a trabajar en la empresa eléctrica», agrega.

Lo que resulta seguro a estas alturas es que la vocación de servicio de Fernando campea aún desafiando el tiempo y, a veces, hasta los rocosos caminos de la ingratitud social. Donde sí se siente reconocido es en su empresa, pues con orgullo expresa: «Aún tengo mucho que entregar».

Comparte esta noticia

Enviar por E-mail

  • Los comentarios deben basarse en el respeto a los criterios.
  • No se admitirán ofensas, frases vulgares, ni palabras obscenas.
  • Nos reservamos el derecho de no publicar los que incumplan con las normas de este sitio.