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Campanazos «secretos» en La Demajagua

Detalles y hechos poco mencionados sobre el 10 de octubre de 1868 saltan a la luz para demostrar que, de cualquier modo, hace 155 años la historia de Cuba comenzó a cambiar

 

Autor:

Osviel Castro Medel

MANZANILLO, Granma. — Cada 10 de octubre solemos pintarnos en la mente el mismo dibujo: conspiración adelantada, Céspedes delante de todos los sublevados, libertad a los esclavos, juramento de la bandera confeccionada por el prócer, lectura del Manifiesto de Independencia…

La historia, sin embargo, requiere pormenores, hechos menos mencionados, reflexiones, precisiones y hasta detalles supuestamente poco importantes.

Por eso hoy, a 155 años del levantamiento en Demajagua (se acepta también La Demajagua), sería válido respondernos qué pasó con los acompañantes más renombrados de Carlos Manuel de Céspedes o si es cierto que existe alguna conexión entre el lugar del alzamiento y el cosmos. En esas y otras respuestas encontraremos pasajes asombrosos.

Coincidencias de presidentes

Es interesante repasar que tres de los que secundaron el grito glorioso del Padre de la Patria llegaron, al igual que él, al cargo de Presidente de la República en Armas: su hermano Francisco Javier de Céspedes, Manuel de Jesús Calvar y Bartolomé Masó (1830-1907). El primero en 1877, el segundo en 1878 y el tercero en 1897. Por coincidencia, los restos de los tres reposan muy cerca entre sí en la necrópolis de Manzanillo.

Entonces, de los sublevados aquel glorioso día salieron ¡cuatro presidentes libertadores!

Costurera que tejió la historia

Tenía solo 17 años aquella joven que en los instantes previos al alzamiento arrancó una parte de su vestido azul celeste y lo colocó en el estandarte que ondearía Céspedes en La Demajagua.

Se llamaba Candelaria Acosta Fontaigne y amaba al Iniciador con su vida. Nacida el 2 de febrero de 1851 en Veguitas, había inspirado una canción compuesta por el líder revolucionario, titulada Cambula, en la cual se hablaba de una «preciosa trigueña».

Ella, quien era hija de Juan Acosta, mayoral del ingenio La Demajagua, se unió en la intimidad a Céspedes probablemente después de que este enviudara, en enero de 1868. Ella cosió con sano orgullo la bandera tricolor del levantamiento.

Después de que los españoles cañonearan e incendiaran la propiedad azucarera del Libertador (17 de octubre de 1868), Cambula tuvo que salir hacia apartados campamentos insurrectos. Él la visitó reiteradamente hasta que en 1871 comenzó a hacer gestiones para embarcarla a Jamaica junto a Carmita, la hija de ambos.

Se marchó embarazada (tendría en el exilio otro hijo de Céspedes) y con la hija en brazos, y retornó en 1881. Se estableció en Santiago de Cuba, donde vivió más de cuatro décadas.

Una de sus mayores emociones sobrevino en 1935, cuando en su lecho de enferma se le otorgó la Orden Carlos Manuel de Céspedes. Operada dos veces de la visión, murió el 23 de mayo de ese año en la capital del país, a los 84 años.

Bandera de gloria

Similar a la de Chile, casi cuadrada, la bandera diseñada por Céspedes para el levantamiento, tuvo su estreno guerrero en Yara, el 11 de octubre. Ya para entonces se le había designado una escolta.

Con el estandarte de Céspedes se alzó también, en Las Mangas, su amigo Perucho Figueredo, quien apoyó con emoción, como abanderada, a su hija Candelaria (Canducha). Esa es la enseña que entró triunfal a Bayamo con el Ejército Libertador el 20 de octubre de 1868.

Según acota el investigador granmense Aldo Daniel Naranjo, en noviembre de ese año una bayamesa nombrada Felicia Marcel terminó de coser una bandera mucho mayor. El 8 de ese mes fue bendecida en la Iglesia Parroquial de Bayamo por el cura Diego José Baptista, quien recibió a Céspedes bajo palio (con todos los honores).

Pero en abril de 1869, en la Asamblea de Guáimaro, se decidió adoptar como enseña nacional la traída por el anexionista Narciso López, tomada por parte de los alzados en Camagüey y Las Villas. Céspedes, presidente indiscutible de la República en Armas, hasta derramó lágrimas al conocer esta decisión.

Esa propia Asamblea, no obstante, acordó que el estandarte del Libertador fuera conservado como Tesoro del Congreso Nacional y en un lugar honroso de la Cámara de Representantes. Actualmente se iza en plazas de Bayamo, Yara y, por supuesto, en La Demajagua. Preside, junto a la enseña nacional, las sesiones del Parlamento cubano.

La campana

La campana que hace 155 convocó a la lucha tiene una historia extraordinaria, digna de ser contada. Fue uno de los pocos objetos que pudieron salvarse después del 10 de octubre.

Llegó al ingenio Demajagua ocho años antes del estallido libertario, cuando la finca era propiedad de Francisco Javier de Céspedes. El cascabel, de 59 centímetros de alto y 204 libras de peso, permaneció «silencioso» hasta que el día cumbre «Miguel García Pavón, hombre de gran confianza de Carlos Manuel de Céspedes, golpeó constantemente el badajo contra el bronce para convocar a negros y blancos a compartir sacrificio y voluntades», tal como relata el historiador manzanillero César García.

Luego del bombardeo fue trasladada en 1869 al ingenio La Esperanza, donde estuvo 31 años «debajo del piso del segundo departamento del barracón de esclavos de aquel ingenio».

Modesto Tirado, primer alcalde de Manzanillo, comandante del Ejército Libertador y amigo de José Martí, logró que en octubre de 1900 se transportara solemnemente al salón de sesiones de la alcaldía de Manzanillo, según cuentan en el libro Dos fechas históricas los investigadores Hortensia Pichardo y Fernando Portuondo.

En 1968, centenario del 10 de Octubre, en un grandioso acto presidido por Fidel, la campana volvería al terreno sagrado donde cobró notoriedad, aunque ahora estaría colocada en un monumento de rocas. Después ha salido en cuatro ocasiones, pero siempre para presidir actos o reuniones de especial significación.

Una marcha

Otro detalle llamativo: Céspedes no solo se alzó con un estandarte, también compuso, el 4 de octubre, un himno de dos estrofas y un estribillo, conocido como Marcha de Manzanillo.

Como bien señala el historiador Delio Orozco, de la Ciudad del Golfo, «la marcha quedó relegada —por más de un siglo—, a una página de El Cubano Libre marcado con el número 30, de fecha jueves 26 de noviembre de 1868, hasta que la paciente y patriótica obra del matrimonio de Hortensia Pichardo y Fernando Portuondo la rescató de las páginas del insurrecto rotativo y publicó en 1974, justamente, un siglo después de la caída en combate del Padrazo».

Hasta donde se conoce, enfatiza Orozco, la marcha es la única de corte marcial escrita por el Hombre de La Demajagua. Su estribillo impacta: Ese astro bello que rutilante / En la risueña mañana asoma / Sobre la cima de la alta loma / Ese es el sol de la libertad. / El con su fuego inflama los pechos / Por nuestra patria y ley combatamos / Antes que esclavos bravos muramos / Bajo el pendón de la libertad.

Viaje al cosmos

Muchas personas no imaginan que antes de su viaje al cosmos, en septiembre de 1980, Arnaldo Tamayo Méndez, primer cosmonauta de América Latina, pasó por el Parque Nacional La Demajagua. De ese lugar tomó tierra, la cual llevó al espacio.

Lo más hermoso es que al retornar abrió un hueco, plantó una pequeña palma real y tapó el agujero con la misma tierra que había llevado a su viaje cósmico. Hoy esa palma, de 43 años de edad, permanece erguida, mirando al futuro como un símbolo que estremece a toda Cuba.

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