Un tesoro patrimonial local y nacional se conserva en el taller de Transferraz. Autor: Nelson Rodríguez Roque Publicado: 09/01/2023 | 11:59 pm
SANTA LUCÍA, Holguín.— El chucho de Unión Batey hacía patinar en su ascenso a varias locomotoras de vapor, que en ocasiones debían ser rescatadas en uno de los puntos más retadores para cualquier vehículo… excepto para la 1180, La Mambisa, que «se peleaba» menos con la pendiente e iba derecho a entregar caña.
Por casi una década, Róger Ramos, maquinista, y Roilán Velázquez, auxiliar de conductor, han ido a bordo de esa leyenda recorriendo el conjunto de vías y obras férreas del municipio de Rafael Freyre, ahora bordeado por terrenos listos para sembrar y cultivos a punto de cosecha.
Ramos conducía máquinas grandes del Minaz (Ministerio del Azúcar) hasta que le confiaron la 1180, que maneja entre 30 y 40 minutos de una a tres veces semanales, sobrellevándola en la marcha, aunque la cuidan mucho en el taller. El consumo de combustible, dice Velázquez, ronda los 90 litros entre ida y vuelta. Su tarea como fogonero es proporcionar candela para que logre suficiente vapor.
Ambos laboran en la UEB de Transporte Ferroviario (Transferraz), encargada de operar 57,6 kilómetros activos de vía estrecha (30 pulgadas de separación entre sus extremos interiores), un camino concebido para el ferrocarril cañero, que en la actualidad lo circulan también los coches motor o carahatas hacia zonas intrincadas colindantes con territorios de Báguano, Gibara y Banes.
Años de años sobre raíles
La 1180, de fabricación estadounidense, perteneció al grupo de máquinas que sustituyó a las arribadas al país en la primera mitad del siglo XIX, provenientes de Inglaterra. Salida de los talleres de la Baldwin Locomotive Works en Filadelfia en 1882, fue diseñada expresamente para el central Santa Lucía, y circula con el mérito de ser uno de los medios de transporte de su tipo más veterano de los conservados en la Isla, de los que más estuvo en el tiro de caña y el más entrado en años aún en activo.
«La Mambisa era la locomotora más antigua de este parque cuando se desarrolló la Tarea Álvaro Reynoso, y en las etapas finales fue limitada a pequeñas operaciones en el patio del ingenio. Hace alrededor de un año se priorizó su rescate, con el objetivo de extenderle su utilidad como atracción turística», argumenta Róger Guerrero, apasionado de la historia local.
Formaba parte de un lote de tres equipos que no fue necesario adaptar, como sí pasó con las Baldwin adquiridas posteriormente y que todavía se conservan en el taller: seis centenarias llegadas a inicios del siglo XX, procedentes de la operación de remate del Canal de Panamá, cuando se liquidó la tecnología implicada en su construcción.
«De las de 1882, una se desactivó en la década del 40 del siglo pasado (todavía algunas partes suyas pueden apreciarse en Santa Lucía), y otra estuvo en calidad de préstamo en el central Nicaragua y luego se llevó, por iniciativa de Eusebio Leal, hacia el Museo del Ferrocarril Cristina, en La Habana, y es, por cierto, la que presenta mejores condiciones técnicas. A La Mambisa se le mantiene casi todo, salvo la campana (la original está agrietada), el inyector de la bomba de agua y la chapilla, pues la anterior alguien la sustrajo y la sacó de Cuba, y fue preciso remplazarla», asegura Guerrero.
Sin deuda con el pasado
Conservar a La Mambisa es saldar una deuda con sus raíces, opina Antonio Lorenzo, mecánico ganador de cuatro sellos Forjadores del Futuro en su juventud: «Desde diciembre de 1988, cuando comencé acá de ayudante, me llamó la atención. Hoy, con 140 años a cuestas, sus problemas se evidencian en la lubricación, cuando baja la presión de la caldera o en una grieta preocupante de un elemento fusible en el cilindro izquierdo… aparejado, claro, al desgaste de todas sus piezas y mecanismos.
«La caldera es el principal inconveniente, aunque se trabajó fuerte en sus interiores y exteriores. Ella se activa a partir de petróleo crudo y fueloil, ya que en sus contiendas azucareras se le realizó una adaptación innovadora».
Detalla José Luis Pérez, director de Transferraz, que para el paseo turístico que recorre La Mambisa (4,5 kilómetros rumbo Oeste hasta el barrio de Santa Elena), se le anexan generalmente dos coches montados sobre plataformas que datan del siglo XIX.
«Entre las 37 ofertas extrahoteleras opcionales en Holguín —añade el directivo—, esta excursión es la cuarta más disfrutada, comercializada por cuatro agencias turísticas. La 1180 rueda entre 20 o 25 kilómetros por hora, su velocidad de diseño. La locomotora, su caldera y los manómetros poseen certificación de seguridad y cumplen con los parámetros exigidos para el movimiento de trenes.
«Ahora recibimos entre 30 y 40 visitantes cada viernes, traídos por Cubatur. La “niña” nuestra es La Mambisa, que siempre provoca perplejidad en los turistas, porque en sus países solo ven en museos una locomotora tan antigua. Han venido ingleses que la besan, y otros extranjeros se tiran fotos a su lado o quieren manipularla. Acá sentimos amor y sentido de pertenencia por esta reliquia, que además contribuye a la economía del colectivo y a mejorar las condiciones de trabajo».
Yelenis Manresa, periodista del municipio, la califica como un tesoro regional y cubano que «con casi siglo y medio mantiene la misma lozanía, gracias al cuidado, innovación y creatividad en Transferraz. El Museo del Ferrocarril Cristina, en el marco de las actividades por el aniversario 185 del primer tramo del ferrocarril en Cuba, Habana- Bejucal, certificó el Récord Nacional de la 1180».
En el año 2000, según consta en el libro El Ferrocarril, joya patrimonial industrial, de Indalecio González, Cuba disponía de más de 200 locomotoras de vapor, y unas cien todavía prestaban servicios. El reordenamiento de la rama azucarera cubana trajo consigo la voluntad de no deshacerse de ellas, sino restaurarlas y protegerlas en poblados, bateyes o museos… pero en algunas localidades se destapó un desenfreno por convertirlas en chatarra, abandonarlas a la intemperie o desmembrarlas y traficarlas por piezas.
Menos mal que quienes preservan el patrimonio ferroviario en el país las valoran como huellas industriales de un pasado en el que nos adelantamos a muchas naciones del mundo. En Santa Lucía, la 1180 sigue generando ingresos, encarrilada en otra actividad económica.
Róger Ramos, maquinista (a la derecha), y Roilán Velázquez, auxiliar de conductor o fogonero, sobrellevan en la marcha a la 1180.Foto: Nelson Rodríguez Roque.