Brenda y su homenaje a nuestros bomberos. Autor: Yasnier Hinojosa Publicado: 08/08/2022 | 09:53 pm
Las cartulinas y las crayolas llenas de colores devuelven felicidad a los rostros de los niños. Juegos, canciones y globos intentan calmar los ánimos de quienes dejaron sus casas por el peligro del incendio. La Universidad de Matanzas Camilo Cienfuegos es el nuevo hogar que comparten con las familias evacuadas, las cuales esperan con ansias que el cielo de su ciudad vuelva a ser azul.
En medio del ajetreo, los jóvenes multiplican su tiempo para ayudar, junto a los trabajadores, en lo que les sea posible, como mismo hicieron durante la etapa de zona roja en los tiempos críticos de la COVID-19. Maday Peña Pérez, presidenta de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) de la casa de altos estudios, coordina con profesores y funcionarios para que a ningún evacuado le falte ni la atención material, ni ese imprescindible aliento espiritual que salva en estas situaciones.
Estudiante de 3er. año de Derecho, ella recuerda, mientras atiende a las familias, el momento en que se enteró de lo sucedido. «Estaba en la casa cuando veo en las redes sociales que un rayo había impactado en la zona industrial. Me asomé desde mi bacón en el quinto piso y pude ver el humo, entonces llamé a mi compañero y le dije: yo tengo que estar ahí, seguro hay algo que pueda hacer.
«Cuando llegué al Parque de Libertad esa noche, todo parecía estar controlado, por lo que regresé a la casa y me acosté. Al amanecer, como no tenía electricidad ni batería, no pude enterarme de la explosión del segundo tanque, así que me tomó por sorpresa la llamada de la Secretaria del Partido de la universidad, quien me dijo que corriera que era urgente salir a donar sangre».
Cuenta la joven que preparó una mochilita con una toalla, jabón, cepillo y pasta de dientes. «Con eso alcanza para estar el tiempo que sea», pensó, y tomó un taxi lo más rápido que pudo para llegar el Banco de Sangre. «Fui la primera en donar y luego estuve para acompañar a los otros estudiantes. Desafortunadamente no fueron muchos, pues por el horario ya habían desayunado».
Maday fue estudiante de Medicina y esos conocimientos nunca la abandonan. «Fui hacia el Faustino Pérez para ver que más podía hacer y allí estuve acompañando a los familiares de las personas desparecidas. Es difícil, pues tienes que mantenerte fuerte, aunque por dentro estés desolada».
Otra prioridad surgió para la matancera cuando supo que a su universidad irían los evacuados. «Preparamos todo lo que pudimos para recibir a las personas. Nos hemos asegurado de que no les falte nada dentro de lo posible y de que estén calmados, pero es casi imposible estar tranquilos en momentos como estos».
Uno de los escenarios que más conmueven a esta líder estudiantil, es el de las personas que pasan horas sentadas en la entrada de la universidad, mirando sus viviendas a lo lejos. «Muchos están preocupados por sus casas, sus pertenencias. Aunque pudieron recoger lo más valioso, todo lo que es suyo sigue allá».
¿En el Comando o en La Universidad?
A su lado, Jorge David Sánchez García también atiende a los evacuados. Juntos entregan las donaciones que han llegado desde el Gobierno, instituciones religiosas y trabajadores del sector no estatal. Ellos también estuvieron con los niños cuando los visitó el artista visual Alexis Díaz, Kcho, y los invitó a recrear su imaginación mediante dibujos, los que serán parte de una exposición cuando pase tanta desgracia.
«Mayormente lo que hacemos es brindar apoyo emocional, conversar y adentrarnos en las historias de cada una de las personas evacuadas aquí. Muchos no pudieron dormir la primera noche por el ruido de las explosiones, otros están preocupados por la seguridad de sus viviendas y otros sufren, pues no pudieron recoger a sus mascotas», narra Jorge David.
Maday y Jorge David ayudan al dueño de la heladería El Bolazo, quien hizo un donativo al centro de aislamiento para los más de cien niños que allí están. Foto: Roberto Suárez
«Tenemos muchas personas mayores a las que estamos ayudando, por ejemplo, en llevarle a sus cuartos las bandejas de comida. Gran parte de las familias trajeron sus perritos, y no los dejan solos ni un minuto. Recuerdo que teníamos a un pequeño cuya familia estaba en otro centro de evacuación y cuando le pedí que recogiera sus cositas para llevarlo con sus padres, solo atinó a tomar en brazos a su mascota».
Jorge David es estudiante de 3er. año de Lengua Inglesa. Antes de llegar a apoyar en la universidad, estuvo listo para sumarse a un comando de bomberos. «Cuando supe la noticia estaba en Jagüey y llamé a mis amigos bomberos, pues durante el servicio militar fui parte del equipo. Les dije que estaba dispuesto a salir con ellos para Matanzas».
Al amanecer, llamó al que fuera su jefe y este le responde sobresaltado al teléfono: «Sobreviví coj…, estoy vivo». Fue así que descubrió la tragedia de esa primera larga noche para Matanzas y toda Cuba. Entonces, Jorge David no lo dudó y salió para la capital provincial, y junto a un compañero se reportó en el Comando 1 para salir a la zona industrial en el próximo llamado.
En ese momento recordó a su mamá, quien le pidió que se cuidara, pues ella sabe que a él le sobra la valentía. Poco después, recibió la llamada de Maday, quien le dice que lo necesita en la universidad para organizar la llegada de los vecinos de la zona industrial.
«Tuve que decidir entre quedarme en el comando o ir para la universidad, pero vi que había suficientes bomberos. Pensé entonces que sería más útil ayudando a las personas evacuadas», nos dice el también líder estudiantil.
Ha tenido tiempo de intercambiar con todas las familias que se encuentran en la universidad matancera. Poco a poco, él y los otros muchachos de la FEU han tendido su brazo esperanzador sobre ellos, les hablan, los escuchan, los acompañan.