Drogas. Autor: Adán Publicado: 25/06/2022 | 09:52 pm
—Sea una vez más bienvenida, periodista.
—Muchas gracias, doctor.
Me muestra el camino para andar hasta el asiento «donde estará más cómoda porque nuestras conversaciones siempre son extensas».
Él cierra la puerta, y se sienta, a sus anchas, sin estrujarse apenas la camisa y el saco. «Usted siempre tan elegante», le digo. «Costumbres de otros tiempos, dicen algunos», bromea.
Una vez más el siquiatra Ricardo González Menéndez, con más de 40 años de experiencia en el estudio y tratamiento de adicciones, asesor del Servicio de Toxicomanías del Hospital Siquiátrico de La Habana y exsecretario General de la Asociación Psiquiátrica de América Latina, accede a dialogar «con quien puede escribir en un periódico para jóvenes, porque a ellos es a quienes mejor hay que explicarle estas cuestiones».
En cada uno de nuestros encuentros —y también en este que imagino*— hablamos de la ascendencia médica que poseo, comparte conmigo alguna anécdota sobre mi abuelo y terminamos coincidiendo en que podríamos conversar de muchos temas, «pero este asunto tan importante, por suerte, nos une de vez en vez».
—Doctor, usted ha dicho que «el uso, mal uso, abuso y dependencia de sustancias se vincula a las mayores tragedias que ha conocido como profesional y ser humano…».
—Así es. Con un rango solamente comparable con las pestes, las hambrunas, las guerras y la muerte evitable, que son, a mi juicio, los cuatro Jinetes del Apocalipsis.
«Te explico. La Organización Mundial de la Salud plantea que el uso, mal uso, abuso y dependencia de drogas legales, de prescripción médica e ilegales, se relaciona con poco más del 12 por ciento del total mundial de fallecimientos y el nueve por ciento del total de años perdidos por discapacidad, lo que en parte explica la estigmatización y rechazo mundial de las drogas.
«Lo preocupante es que ese término, en las concepciones populares, se limita a las sustancias ilegales y excluye muy erróneamente al tabaco, al café, la cola, el alcohol y medicamentos sicoactivos, que la mayor parte de la población valora como insignificantes.
«Otro planteamiento relevante en la resolución 58.26 de la OMS, es que la mayor repercusión económico-social y ético jurídica del alcohol, no está solamente vinculada al comportamiento de las personas diagnosticadas como pacientes alcohólicos, sino a la repercusión del uso no social de esta sustancia por personas no alcohólicas cuando se encuentran bajo la influencia de niveles plasmáticos del tóxico por encima de 100 mg por c/c.
«Y esto se comprende si tomamos en cuenta que existen muchísimas más posibilidades de determinar repercusiones negativas, toda vez que por cada enfermo alcohólico hay de diez a 12 consumidores supuestamente sociales que, en la práctica, se alejan del patrón de uso que exige dicha categoría, que es el consumir preferentemente con las comidas y siempre con la precaución de no embriagarse.
«Igualmente, resultan preocupantes los estimados de que el consumo excesivo de café es responsable —a escala mundial—del 20 por ciento de las prescripciones anuales de hipnotranquilizantes y que el tabaco, cada año, determina a nivel planetario seis millones de muertes, por lo que esta droga produce más muertes que la suma de fallecimientos determinados por el Sida, los suicidios y los accidentes de tránsito en todo el mundo».
—En la Asamblea de la OMS celebrada en Suiza en mayo del 2005 se consideró al alcohol en su condición de droga portera y se amplió el enfoque valorativo sobre su potencial peligro adictógeno y los catastróficos riesgos de las conductas bajo su influencia…
—Fue un gran paso de avance. Estimados mundiales sobre la expectativa durante toda la vida de tragedias vinculadas al uso indebido de drogas alcanzan a 600 millones de personas que las sufrirán como adictos, 600 millones que lo harán como consecuencia de sus nefastos comportamientos bajo la influencia de estas sustancias, y otros 1 200 millones de seres humanos que padecerán, en el rol de familiares convivientes.
«La suma de personas que en el transcurso de sus vidas sufrirán esas terribles consecuencias, supera —por tanto— la tercera parte de la humanidad y este flagelo resulta aún más hiriente cuando reconocemos su indiscutible carácter prevenible. Aun así, todavía existen personas que creen que solo las llamadas drogas duras producen estas consecuencias.
«Recordemos, además, que los efectos de toda droga que afecta la conducta, como sucede con el alcohol, se relacionan con sucesos violentos como accidentes de tránsito, agresiones familiares, abandono de las responsabilidades en el hogar, entre otros, sin olvidar los problemas de salud vinculados, pues sabemos que las adicciones, en general, son desencadenantes de enfermedades siquiátricas severas como la esquizofrenia y los trastornos del humor».
—También en Cuba, lamentablemente, persiste una cierta permisividad al consumo social del alcohol…
—Nuestro país mantiene una política de tolerancia cero a las drogas, y son muchas las acciones que se desarrollan. Tenemos el Programa Nacional para la Prevención y Control del uso inadecuado de sustancias, y la operación Coraza mantenida por nuestros organismos policiales y jurídicos y las profundas, consistentes y divulgadas acciones educativas con respecto a las drogas ilegales, arrojan ya significativos resultados.
«Sin embargo, nos queda mucho por hacer en lo referente a la actitud comunitaria ante el uso embriagante de alcohol y también ante el hábito de fumar y el uso indebido de medicamentos.
«Por eso, el avance en la lucha contra estas sustancias debe necesariamente tener como punto de partida el desenmascaramiento comunitario de estos tres potenciales asesinos de catastrófica peligrosidad, que han entrado a nuestros hogares, centros de trabajo y estudios, medios de transporte, parques, aceras y calles, así como a nuestro estilo de vida, bajo piel de cordero».
—Es una batalla continua… no nos podemos agotar en ella…
—No, porque no cabe duda alguna de que la problemática del efecto corrosivo de las drogas sobre las normas generales del comportamiento alcanza su significación clímax en países dignos, como el nuestro, donde la mayoría de los ciudadanos se esfuerzan por construir un mundo mejor.
«El uso indebido de drogas obstaculiza el desarrollo individual y social de la espiritualidad, tal como la concebimos a partir de nuestro gran pensador José Martí. Justamente, la mutilación de la espiritualidad es el más precoz e importante efecto dañino de estas sustancias que modifican la conducta y se expresa tanto en su consumo agudo —cada vez que estamos bajo la influencia de estas sustancias— como cuando llegamos al consumo crónico de las mismas».
Se agradece la experticia compartida, la reflexión oportuna, el abrazo de despedida. «Siempre volveremos a dialogar sobre el tema, doctor», le aseguro. «Cuando guste, periodista», y sonríe.
(*) Diálogo imaginario con el doctor Ricardo González Menéndez, fallecido el 1ro. de octubre de 2021, a partir de su libro Drogas que visitan nuestros hogares. ¿Cómo contenerlas?, en coautoría con la doctora Isabel Donaire Calabuch