Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

No hay sacrificio cuando se salvan vidas

No son médicos y enfermeros porque ostenten el título que así los acredita. Son seres humanos extraordinarios que no esperan una orden para saber lo que deben hacer. Les mueve la sensibilidad, la entereza, la pasión y el humanismo

Autor:

Ana María Domínguez Cruz

«Plan de aviso activado. Tienes que ir al hospital, se espera que lleguen muchas personas. Hubo una explosión en el hotel Saratoga». Respiró hondo y fue a alistarse. Nayara, su hija, cumplía cuatro años. Preparaba todo para la fiesta de la tarde cuando sonó el teléfono. Eran poco más de las 11 de la mañana. «Mamá tiene que ir a cuidar a los enfermos». Le dio un beso y salió.

Todavía hoy, la especialista en Primer Grado en Cirugía General Nadieska Pérez Durán no se ha ido del hospital. Eran las 11:30 a.m. cuando llegó al mismo tiempo que arribaban las ambulancias con las primeras personas rescatadas del suceso. «No puedo irme. Conozco a todos los pacientes. Estoy al tanto de su evolución, soy quien primero habló con los familiares, es mi deber conmigo misma quedarme aquí, con mi institución, con mi profesión».

La especialista en Primer Grado en Cirugía General Nadieska Pérez Durán. Foto: Maykel Espinosa Rodríguez

Aunque la doctora Pérez Durán, quien funge, además, como vicedirectora de Asistencia Médica, está preparada para enfrentar este tipo de acontecimientos y ya ha prestado sus servicios en otros, este posee una dimensión inigualable hasta el momento en su vida.

«¿Sabes qué fue lo que más me impresionó? Llegaban los lesionados, muchos en estado crítico, y de inmediato se sumaban médicos, enfermeros, hasta el personal de limpieza preguntando qué hacer, cómo ayudar… los estudiantes de Medicina hicieron un cordón humano para evitar que se entorpeciera nuestro trabajo con la intrusión de otras personas que, con el ánimo de colaborar, podían interrumpirnos… Realmente esto ha sido una experiencia muy triste, desgarradora, pero ha primado la unidad de manera espontánea. Salvar vidas es lo más importante».

Mirarles a los ojos a los familiares de los pacientes ha sido de lo más difícil. «Todos tienen esperanzas y a algunos he tenido que decirles que no es buena la noticia. Ese trato directo con ellos es lo que me impide irme del hospital. Otros especialistas están aquí y pueden hacerlo, pero yo no podría abandonarlos».

Nadieska, como el resto de sus compañeros, no conoce el descanso. Además de su labor asistencial, operando cuando corresponda a quien lo requiera, despliega su responsabilidad en cuestiones administrativas. Tiene ojeras, claro, y el agotamiento casi le vence. Pero sabe que pueden llegar otras personas al hospital, encontradas en el lugar de los hechos. Sabe que pueden necesitar de ella. Y Nayara lo comprenderá.

Experiencia y Preparación

«Lo más difícil para quien trabaja en la atención médica es aprender a lidiar con el estado emocional, porque somos seres humanos, y aunque recibimos entrenamiento para actuar bajo presión en circunstancias difíciles como estas, no es menos cierto que se te sobrecoge el alma cuando ves llegar a personas en estado crítico o grave. Si son niños…».

Tragó en seco, y miró hacia arriba. «Estamos aquí para actuar rápido, para distribuirnos el trabajo sin demora, sabemos cómo hacerlo porque estamos organizados, pero cuando ves llegar a un niño en ese estado, es muy duro. Se te ablanda el alma, pero de inmediato tienes que sobreponerte, porque de ti depende su vida y la de los otros».

Alicia Sende, jefa de Enfermería del hospital Calixto García. Foto: Maykel Espinosa Rodríguez

Alicia Sende, jefa de Enfermería del hospital Calixto García asume esa responsabilidad desde 2014, «y hace poco viví las consecuencias del tornado, del accidente del avión… pero es que esto ha sido demoledor. No solo es triste por las personas que trabajaban en el hotel sino por los que paseaban por allí, los que estaban en su casa tranquilamente, los niños que estaban en la escuela... es difícil».

Refiere que todo el personal de su especialidad está preparado para asumir pacientes con politraumas, que las 11 terapias intensivas están habilitadas como debe ser para recibir pacientes, que la experiencia en urgencias distingue a los profesionales del hospital Calixto García y que la organización es la clave para que todo fluya de manera eficiente.

«Estamos formados para garantizar la salud del pueblo. Recibimos apoyo de la Dirección Provincial rápidamente y eso se agradece, pero tenemos la experiencia y la preparación para asumir lo que sea».

Es este hospital capitalino uno de los de mayor afluencia de personas, «por eso debemos siempre preservarlo, mejorar sus condiciones continuamente, para que nuestro servicio sea de calidad de
manera cotidiana y en contingencias de este tipo que, ojalá, no sean muy frecuentes».

Nadieska y Alicia no son las únicas que, con bata y cofia puestas, se entregan a la razón de ser más valiosa de sus profesiones. Muchos otros, como ellas, no esperaron siquiera ser llamados por sus superiores. Fueron cuanto antes al centro hospitalario donde laboran y de inmediato se ofrecieron para cuanto hiciera falta.

¿De qué madera están hechas las personas que actúan así? ¿Cuántas horas llevan sin dormir bien? ¿Qué sienten cuando el familiar de un paciente los abraza y les agradece? ¿Cuánto más están dispuestos a dar y a hacer para salvar más vidas? Las respuestas las encontramos allí donde están mientras usted lee estas líneas.

Fue como nacer de nuevo

«Fue como nacer de nuevo. ¿Cómo podía imaginar que me sucedería algo así? Ha sido excelente el trato de los médicos y las enfermeras. Están al tanto de todo», me dijo la señora minutos antes de salir del hospital, vestida de blanco y acompañada de sus familiares.

Se llama Mabis Poey Castillo, tiene 51 años y fue dada de alta en el hospital Calixto García de la capital este domingo en la mañana. Llevaba vendas en una pierna y en un brazo, tenía moretones en todo el cuerpo, pero sus ojos irradiaban alegría.

Ella fue una de esas personas que caminaba por la acera del hotel Saratoga el pasado viernes al filo de las 11 de la mañana. Estaba al lado, en la Asociación Yoruba, preparando la fiesta por el Día de las Madres y salió, justo en ese instante, a comprar el cake. Luego, ocurrió el desastre.

«Sentí que me caía el mundo encima… de un planazo. ¡Qué sensación tan terrible! Por suerte una reja logró contener lo que se me venía encima y así, bocabajo, pude sacar mi brazo por detrás y con un palito dar golpes y pedir ayuda.

«No sé cuántos hombres serían, pero fueron muchas las voces que escuché apartando todo lo que me tapaba, y llegando hasta mí. Salí, vi la luz del día y me sentí aliviada. Estaba adolorida, muy adolorida aún estoy. Pero llegué rápido al hospital y aquí estoy, viva, y feliz por eso.

«Solo pensaba en mi mamá, ese era mi pensamiento fijo. Pensaba en que desde el cielo ella estaba conmigo, y que no me abandonaría. Gritaba pidiendo ayuda, daba golpes con el palito y pensaba en ella. Y no me dejó sola».

Poco después de conversar con esta reportera caminó hasta la puerta del hospital y sentí un peso enorme encima. Muchos, como ella, serán dichosos. Otros ya no están, y no pocos todavía están desaparecidos. La búsqueda continúa, las manos se juntan para atender a los hospitalizados, la gente pide que todos se salven. La vida.

Comparte esta noticia

Enviar por E-mail

  • Los comentarios deben basarse en el respeto a los criterios.
  • No se admitirán ofensas, frases vulgares, ni palabras obscenas.
  • Nos reservamos el derecho de no publicar los que incumplan con las normas de este sitio.