La joven Lil María Pichs Hernández. Autor: Santiago Jerez Mustelier Publicado: 26/01/2022 | 08:59 pm
Lil María Pichs Hernández, de 26 años, integra el equipo de la Oficina del Programa Martiano y se dedica a lo que tanto quiso desde que bien pequeña comenzó a apasionarse con la forma de pensar de un hombre a quien muchos de su edad quizá veían a siglos de distancia, mientras ella lo sentía muy cerca, aunque no siempre le comprendiera. Aún intenta hacerlo. Sigue siendo un misterio.
«Mi interés por Martí es hereditario. Mis padres, especialmente mi mamá, me inculcaron el interés por la creación artística y la indagación sobre su obra. Es así que fui rebasando el sentido casi mecánico con el que nos lo muestran en las clases y lo apresé desde una visión interior que se reconfigura y ensancha continuamente.
«Es muy fácil decir que él fue el más universal de los cubanos, pero aún intento entender esa aseveración. A cualquier intelectual que le preguntes siempre te dejará la respuesta abierta, porque Martí es un concepto en construcción».
—Te identificas como martiana. ¿Qué significa serlo hoy?
—He tenido que contestarme esa pregunta en otras ocasiones y siempre hago referencia a la constancia, y a ver el heroísmo en la cotidianidad nuestra, en las pequeñas acciones; no únicamente en las grandes hazañas del pasado, sino en asumir una martianidad permanente: reconocer la utilidad de la virtud todos los días.
—¿Cómo entender la utilidad de la virtud?
—Vivimos en un mundo extremadamente cínico, banalizado, en el que ser bueno o preocuparse por los demás, incluso ser caritativo o mostrar piedad ante un adversario o semejante en cualquier situación, se convierte en una debilidad. Cuando Martí habla de la utilidad de la virtud se refiere a reivindicar la bondad, la decencia, la honradez y la sencillez… Ser bueno todos los días es útil a los demás y a uno mismo.
«Hay una leyenda azteca sobre Huitzilopochtli, el guerrero del Sol, que cada día renace y defiende a su madre, la Tierra, de todos los demonios que tratan de cubrirla de oscuridad. Salvando las distancias, podemos entender su cometido, y el nuestro, como la protección constante de la Patria y la humanidad.
«Esa noción de la lucha del bien contra el mal también la tuvieron el Maestro y los grandes martianos de nuestra historia: es levantarse todos los días para pelear contra los mismos demonios. Claro, no puede sentir uno que está luchando sin llegar a ningún lado porque no avanzar es retroceder; es justamente la constancia la que te impide involucionar, convertirte en buey, como refería Martí en su mítico poema Yugo y estrella».
—¿En qué retrocedemos como humanidad, como cubanos?
—Retrocedemos cuando no ponemos nuestras capacidades como seres humanos, como pueblo, en función del bien colectivo; cuando nos olvidamos de que somos seres sociales y vivimos para servir y servirnos de los demás, en el mejor sentido de la palabra.
«Retrocedemos cuando no somos críticos con lo que consumimos culturalmente, cuando no aplicamos los valores martianos. Al cubano le es muy cómodo relacionar la decencia y la ética con Martí porque él fue y es la manifestación de la idea del bien que describió».
—Háblame de tu vínculo con el Movimiento Juvenil Martiano (MJM). ¿Verdaderamente impacta en las nuevas generaciones?
—El MJM surge el 28 de enero de 1989 por iniciativa y el empuje de Armando Hart Dávalos. Este es una cantera, un nicho, un modo de vida, un punto de contacto para preservar el legado de los Seminarios Juveniles de Estudios Martianos —que se celebraban en el país desde enero de 1972— y mantener vivo a Martí.
«Se trata de jóvenes que trabajan para que otros como ellos, o incluso más jóvenes, se interesen por el Héroe Nacional, sirviendo de enlace entre aquellas generaciones que han hecho de los estudios martianos su vida y los pinos nuevos. Muchos de los que se iniciaron en los seminarios, casi 50 años después son los grandes estudiosos e intelectuales de nuestro país.
«El MJM me ha permitido sentirme parte de la historia que se está construyendo, no solo desde el espacio académico, sino también desde el activismo. Es increíble cómo los miembros tenemos preocupaciones muy similares: ¿Qué está haciendo la juventud hoy? ¿Qué está pasando con mi país? ¿Qué puedo hacer para mejorarlo?...
«Sus miembros no tenemos carné, no cotizamos, no hemos celebrado un congreso en más de 30 años, pero este movimiento está vivo porque sirve a una necesidad de ver a Martí puro, de salvarlo. Si algo me ha enseñado es que el Maestro brota, está en la calle. Pero juventudes martianas han existido desde la etapa posterior a la Guerra Necesaria, no solo con la creación del MJM».
—¿Es Martí un símbolo en disputa?
—Como lo son la bandera, el escudo y el himno, Martí pertenece al grupo de símbolos que defienden a la nación cubana, que le dan cuerpo y alma. Es por ello que está en el centro de aquellos que intentan desacreditar el proyecto socialista cubano y buscan en el Apóstol legitimar sus propios puntos de vista. No es que los revolucionarios no lo hagamos, pero lo abordamos, considero, de una manera coherente con su pensamiento.
«Hay muchas formas de apropiarse de José Martí sin vulgarizarlo, sin bestializarlo ni convertirlo en un objeto, sin faltarle al respeto. Más allá de que se acuse a los revolucionarios de tenerlo deificado, no se le debe mancillar, no se debe ir en contra de lo que él escribió de puño y letra… ahí está la carta a Manuel Mercado, su testamento político, en lo que empeñó sus últimas horas.
«¿Quién puede cuestionar que un proyecto antianexionista no sea también un proyecto martiano? Y todavía hay quien se atreve a usar su cara para pedir una invasión militar a Cuba.
«Es un símbolo en disputa, ciertamente, pero es mucho más: es una ideología lo que se está discutiendo; no solo dónde debe usarse su rostro, sino de qué hablaba Martí y cómo desacreditando su figura se puede afrentar aquellos proyectos que buscan liberar a través de él, y el ejemplo claro es nuestra Revolución socialista».
—¿Cómo Martí es útil a la Cuba actual?
—Lo primero que hay que hacer es leérselo. El profesor y apasionado estudioso martiano Luis Toledo Sande bromea diciendo: «Si queremos que todos se lean a Martí, prohíbanlo». El Apóstol es útil en la medida en que es un referente que no nos podrán quitar porque inspira, aúna y es el gran nexo generacional; y porque su ideal de nación sigue siendo el paradigma que queremos.
—¿Cómo ser consecuentes con la idea martiana del culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre?
—Tratando a los demás como seres humanos. Las respuestas están en el concepto de Revolución de Fidel. La dignidad Martí la ve como trabajar con las propias manos, pensar por sí mismo, estimular el pensamiento crítico; no es solo comida, agua, no es solo educación y salud gratuitas —que mi generación puede decir con orgullo que son derechos humanos logrados, pero la generación histórica tuvo que conquistarlos—; estos derechos son solo el principio, porque se debe aspirar a más, a espacios de debate, de construcción, pues solo estaríamos hablando de paternalismo o caridad.
—¿Salvar el legado martiano es garantizar la sobrevivencia de la Patria?
—Sin Martí no hubiera habido Revolución Cubana, al menos no como la conocemos hoy. Tener a Martí siempre a nuestro lado, legitimado como referente luminoso, escrutado, aprehendido, interiorizado… es parte fundamental del país que edificamos.
«En el momento en que no podamos decir con la conciencia tranquila que los héroes de la Revolución Cubana derramaron su sangre por un país como lo concibió Martí; en el momento en que al mirar al horizonte veamos algo diferente a la dignidad y la justicia, entonces habremos perdido a Martí, y habremos perdido todo».