La disponibilidad técnica de los medios para la producción de arroz es muy baja y las dificultades financieras del país impiden su mejora. Autor: Jaliosky Ajete Publicado: 19/06/2021 | 08:48 pm
A Jailer Menéndez la noticia lo sacó de la cama. «No nos queda arroz para hoy», fueron los buenos días de su esposa. Sin tiempo para remolonear, ganó la calle y se fue hasta el corazón del consejo popular Kilo 12, donde la vox populi espirituana dice que se consigue todo… o casi todo. Pero…
«Revisé varias páginas de venta en Facebook, y lo encontré a 40 pesos la libra. Creí que estaba caro, pero después de mucho caminar tras una mejor oferta, no tuve otra que pagarlo a ese mismo precio», dice asombrado.
En más de un hogar cubano se viven historias parecidas, pues el precio del arroz en el mercado informal puede llegar hasta 70 pesos la libra. En las casas se hacen malabares para estirar —y no siempre alcanza— el que se distribuye mensualmente por la canasta básica.
Sobre el particular, Iván Padilla Ramos, director de la Empresa Mayorista de Alimentos (EMPA) en Sancti Spíritus, explicó que todo el arroz de este año para la canasta básica está garantizado, así como el que se destina a los programas sociales.
En predios vueltabajeros, buscar y encontrar el llamado rey de los granos es una misión casi imposible. «¡A 65 pesos te lo quitan de las manos! Incluso, hay quienes lo tienen y no lo venden para ver si sube más», cuentan a este equipo en un sondeo realizado para el reportaje.
Al igual que en la mencionada provincia central, el de la canasta básica está asegurado. Lo confirma Reiner Lores Riverón, director general de la EMPA en Pinar del Río. Según él, en lo que va de año solo 253 toneladas (t) del arroz que ha entrado al territorio son de producción nacional.
La aspiración es que el gran peso de ese cereal salga de nuestros campos, a partir del Programa de Desarrollo Integral del Arroz, aprobado en septiembre de 2011 para ejecutarse en cinco años y con proyección hasta 2030.
Según explica Lázaro Díaz Rodríguez, director de la División Tecnológica de Arroz del Grupo Empresarial Agrícola, en la actualización y reproyección de dicho programa se concibe la siembra de 200 000 hectáreas (ha). «Para 2030 se aspira obtener 600 000 toneladas, el 86 por ciento de la demanda nacional».
En busca del estado real de ese cultivo, un equipo de Juventud Rebelde se adentró en algunas de las principales sabanas del país: Pinar del Río, Sancti Spíritus y Granma.
Campo adentro
En los diques de La Sierpe y el resto de las parcelas de la provincia espirituana, el año 2020 no dejó un buen sabor. «Las afectaciones han sido varias. Primero fue una fuerte sequía, luego dificultades con el paquete tecnológico y hasta las aguas de la tormenta tropical Eta. Aun así, para este año arrocero el plan es de 22 630 ha», acotó Osmel Otero Rodríguez, director técnico productivo de la empresa agroindustrial de granos (EAIG) Sur del Jíbaro.
«Si Granma anda bien en la producción de arroz, el país anda bien», suelen decir los directivos relacionados con el cultivo en ese territorio. En efecto, esa provincia es la mayor productora del cereal en Cuba. Sin embargo, sus cifras actuales muestran un decrecimiento.
Allí recuerdan el año 2018, cuando el país cosechó poco más de 300 000 t de este producto —su récord histórico, que, sin embargo, no representa el 50 por ciento de las 700 000 t necesarias anualmente—. Entonces la provincia aportó unas 84 000 (también plusmarca); es decir, el 28 por ciento de referido total.
«Pero en los años siguientes la provincia comenzó a padecer una significativa disminución, tanto en sus áreas de cultivo como en su producción. Tanta que en 2021 quedará por debajo de la mitad de aquel número», explicó Edisnel González Valdés, director de la EAIG Fernando Echenique, entidad que consigue los mayores volúmenes de arroz en la nación.
En tanto, en la campaña de frío de la EAIG pinareña de Los Palacios apenas se sembró el 50 por ciento de las áreas planificadas; solo unas 3 714 ha vieron crecer el arroz. Allí el suelo no es tan fértil, por lo que los rendimientos históricos no satisfacen las exigencias del país.
Según Ariel García Pérez, director general de la empresa, los incumplimientos se deben a dos causas. «Primero, no contamos con el paquete tecnológico para garantizar la siembra. Y segundo, hubo inconformidad de los productores ante los precios de la ficha de costo y del arroz».
Y dijo más: «En aquel momento el quintal de arroz se pagaba a 250 pesos, después se subió a 318 y hoy está a 341. Actualmente contamos con garantía de los recursos para las primeras 3 000 ha que se siembren, aunque el principal problema es con el fósforo».
Al respecto, el director de la División Tecnológica de Arroz confirmó que «se prioriza la importación de fertilizantes, plaguicidas y otros insumos necesarios, que, aunque no satisfacen la demanda, al menos alcanzan para proteger una parte de las siembras actuales, las de semilla y de aquellos productores con mayores rendimientos».
De vuelta a las oficinas de la EAIG del Sur del Jíbaro, hay más cuentas y ajustes económicos que arroz, en busca de eficiencia, calidad y solvencia económica empresarial y de productores.
«Inicialmente tuvimos problemas con la asignación de combustible. No obstante, presentamos dificultades con el petróleo físico en los Cupet. En el caso del paquete tecnológico contamos con el 60 por ciento. Sin embargo, ya se han cosechado 25 625 t a un rendimiento de 5,7 por encima de la media del país.
«Se nos ha escuchado, y por eso se redujeron los precios de los productos químicos y de los servicios prestados por la EAIG a los productores y a otros organismos. Hoy se trabaja en los contratos directamente con el productor, para eliminar intermediarios», explicó Otero Rodríguez.
Al referirse a la siembra de la actual campaña, el director de la División Tecnológica de Arroz reconoció que ha estado limitada por el déficit de combustible diésel, sobre todo en los territorios de Pinar del Río, Matanzas, Villa Clara, Sancti Spíritus y Granma.
Nuevos precios y otros demonios
Cuando el productor sierpense Osmany Ramos Paradela, desde 2007 vinculado con el impulso al producto insigne de esas sabanas, conoció que la hora de vuelo sobre sus sembrados costaría 19 305 pesos le sobrevoló más de una razón para dejar a un lado el campo.
«Luego bajaron un poco la factura, pero aún así las ganancias quedan pegaditas —admite aún con las mangas subidas hasta los codos en el arrozal—. Todo subió de precio, ¡hasta el agua que viene por gravedad desde la presa Zaza! El campo es duro y no hay nada escrito, porque hasta el clima puede echarte a perder tus planes».
Adolfo Mariño Pacheco, presidente de la CCS Humberto Carmenate, sabe cuánto hombro se tocó en esas sabanas para explicar que se transitaba por un período de análisis. «Tenemos interés, le estamos poniendo empeño, pero seguimos preocupados —dice—. Así y todo, en lo que va de año mi cooperativa ha obtenido 6,4 t/ha de rendimiento. Imagínate si contáramos con todo a la mano».
Inquietudes diversas emergen de los campos cubanos, esos que recientemente han visto a la dirección del país tomar medidas para impulsar la producción de alimentos.
Miguel Domínguez Pando, productor y representante de arroz en la CCS 26 de Julio, en Consolación del Sur, tiene incertidumbres. Su estructura, adscrita al movimiento de cooperativas de los cien mil quintales, llegó a producir en 2017 unos 252 000.
«Sin embargo, en las campañas posteriores hubo un decrecimiento. La causa fundamental ha sido la falta de recursos, y en esas condiciones llegamos a la campaña de frío, en la que sembraron solo 222 ha, de un plan de 900».
Rememora que se conversó con los campesinos en la misma medida en que se informaban los reajustes de la situación. «Esa discusión nos llevó a poder enfrentar el plan de primavera. Hay incluso mayor disponibilidad de campesinos.
«Todavía tenemos una situación compleja, pues los suelos de nuestra cooperativa clasifican entre los más deficitarios de Cuba. La gran preocupación es qué pasará al final, porque son 300 000 pesos de crédito y si no rindes como lo planificaste, quedarás en deuda con el banco».
En los múltiples ajustes de la EAIG Sur del Jíbaro se distingue la decisión de aprovechar al máximo el encadenamiento productivo. «Exportamos productos como el carbón y con la moneda libremente convertible damos respuesta a las necesidades de la maquinaria. De ahí que es importante la venta del arroz en esa moneda», acotó Otero Rodríguez.
Cultivo complejo
Miguel Domínguez coincide en que el arroz es un cultivo de «muchos poquitos», y asegura que para tener buenos resultados, además de esfuerzos no puede fallar lo que depende de la empresa, como la aviación y el agua.
Garantizar el acceso al agua es prioridad para los arroceros sierpenses. Foto: Lisandra Gómez Guerra
Igual criterio tiene Edisnel González Valdés, director de la EAIG Fernando Echenique, en Granma, quien explica que cosechar arroz conlleva «varias exigencias tecnológicas, una secuencia de labores agrotécnicas en el momento oportuno».
A eso se suma el control de las enfermedades y plagas. Los roedores están entre las más temidas, porque pueden devorar campos casi completos, como cuenta la productora granmense de semillas Ana Blasa Rondón Alvarado, quien el año pasado no tuvo a tiempo los productos para combatirlos y perdió casi las 5,35 ha que había sembrado junto a sus padres.
Ana Blasa Rondón Alvarado y su madre, Juana Alvarado Jorge, hablan de la dedicación y los recursos que se necesitan para lograr altos rendimientos. Foto: Osviel Castro Medel
Como si todo lo anterior fuera poco, no se puede perder de vista la elección de las semillas adecuadas para la siembra. De ahí que en las sabanas espirituanas se aprovechan las certificadas y de alto rendimiento como IACuba-35 y la Perla de Cuba, una estrategia que, junto a la utilización de productos biológicos llegados desde centros científicos, reduce las importaciones y disminuye la contaminación a gran escala.
La productora Rondón Alvarado reconoce que otra de las complicaciones que enfrentan en los sembrados es la existencia de personas inescrupulosas que roban los cultivos, sobre todo en horario nocturno.
De maquinarias, cosechadoras y secaderos
El proceso no termina en el campo. La etapa de secado y luego la llamada molinación completan un ciclo extenso y complejo. Una de las dificultades en Granma radica en que no todos los secaderos están cerca de los molinos, y esto aumenta los costos de producción.
«El arroz necesita dejarse en reposo por lo menos un mes para que llegue óptimo al molino, y hoy no siempre sucede así, porque la capacidad de almacenamiento no alcanza. Por eso tenemos entre las prioridades de las inversiones crecer en ese aspecto», refirió el director de la EAIG Fernando Echenique.
Ariel García Pérez, al frente de Los Palacios, comentó que, a pesar de que la tecnología de los secaderos está obsoleta, la capacidad supera la producción agrícola. Alegó que en cuanto a molinería, pueden procesar más de 300 t diarias de arroz consumo, y que para lo que se sembró en el frío hay disponibilidad de combinadas arroceras. Sin embargo, de las 36 cosechadoras con que cuenta la empresa, 22 permanecen en el taller.
Lázaro Díaz Rodríguez, director de la División Tecnológica de Arroz, acotó que «con las inversiones realizadas hasta la fecha en maquinaria agrícola, implementos, la industria del secado, la molinería y el transporte, se respaldan los niveles de siembra y producción planificados hasta las 550 000 t de arroz consumo. Solo se requeriría el financiamiento anual para su sostenibilidad, equivalente a unos 22 millones de USD».
Hasta el último grano
La aspiración es que en el territorio nacional se logre sembrar y contratar la mayor cantidad de arroz posible, incluso del que los productores individuales cosechen para consumo familiar y que no pocas veces se expende después a precios elevadísimos.
Díaz Rodríguez aclaró que las empresas pueden comprar a los campesinos, aun cuando no estén contratados: «No importa los volúmenes que sean —aclara—. Ocurre que, a quienes no les contratan con antelación y son considerados como productores de arroz popular, no se les asegura el paquete tecnológico, pues no se contemplan en los planes y balances de insumos».
Gilberto García Corrales, especialista principal de la producción de arroz del sector cooperativo campesino en la EAIG Los Palacios, considera que es preciso rescatar la organización y planificación del movimiento de arroz popular. «Muchas veces son volúmenes pequeños, pero cuando se suman podrían garantizar una parte importante de la alimentación del pueblo».
Por su parte, los espirituanos, cuyas cosechas engordan los resultados de la EAGI Sur del Jíbaro, también sacan sus cuentas.
«Iniciaron con insumos que les quedaron del pasado año. Veremos qué pasa cuando se enfrenten a los nuevos precios, sobre todo los que están fuera de La Sierpe, que no se benefician con la aviación y les sale más cara la ficha de costo al sumar los precios de la electricidad y el agua», sostiene Gerardo Alfonso Rubí, especialista principal del cultivo en el sector cooperativo y campesino en la entidad de ese municipio espirituano.
Ya uno de ellos, Adalberto A. Álvarez Blanco, con 20 años como arrocero, sintió los primeros corrientazos: «Estamos en un proceso de reclamación, sin respuesta aún. En los tres primeros meses de este año pagamos más de 135 000 pesos por consumo de energía eléctrica», alega quien al sacar lápiz en la cosecha de noviembre tuvo pérdidas de 177 000 pesos.
De ahí que gran parte de los análisis anda entre los costos de la producción y las ganancias para quienes se adentran en el campo. Sobre ese aspecto, Yamilé Enríquez Frías, presidenta de la cooperativa granmense José Nemesio Figueredo, expone que hay una compensación entre los gastos y los resultados.
Ella, quien cosecha 0,7 ha, agrega que, si los fertilizantes y el resto de los productos necesarios llegan a tiempo, las ganancias se verán en el campo. Y, como otros productores, sueña con la recuperación de los sembrados del cereal, porque le duele que un alimento tradicional como el arroz se ausente de la mesa de los cubanos.
Estadísticas publicadas en los anuarios e informes de la Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI).
Así se traduce el plan del año 2021, planificado por la División Tecnológica de Arroz del Grupo Empresarial Agrícola.