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Chispa joven «conquistando» un aula

Más de 300 estudiantes universitarios en el país combinan sus estudios con la impartición de docencia como parte la tarea Educando por amor, una de las acciones más humanas y de mayor repercusión social realizadas por la FEU. En el Día del Educador Juventud Rebelde conversa con dos de sus protagonistas

Autor:

Santiago Jerez Mustelier

Un salón de clases semeja un país, un templo. El maestro debe apropiarse del alma de sus pupilos, por la fuerza de la entrega y el conocimiento. Las aulas han de funcionar como un organismo vivo, diáfano, anticorrosivo; y los profesores deben ser capaces de, cada uno con su «librito», interesar a los estudiantes por el aprendizaje y dejarles con hondura una huella.

A esta brújula educativa se apegan los jóvenes que ante el llamado de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) imparten docencia en diferentes enseñanzas para aliviar el déficit de profesores en algunos territorios. Son más de 300 estudiantes universitarios los que asumen esta misión, una de las más humanas y de mayor repercusión social realizadas por la organización.

Desde hace poco más de un año, Susana Cordovés Pupo, de la Facultad de Arquitectura en la Universidad Tecnológica de La Habana José Antonio Echeverría (Cujae), forma parte de la tarea Educando por amor; y continuará, aunque ya esté a punto de comenzar su 5to. año. La joven asume las asignaturas Historia Contemporánea y de América, en el Politécnico José Ramón Rodríguez, y nunca olvidará su primera vez frente a un grupo.

«Me puse nerviosa. Fui con las lecciones preparadas, pero estaba expectante a la reacción de los muchachos; por suerte la acogida fue buena. Al finalizar la clase conversé con varios de ellos y sentí que al estar allí también contribuía a la formación del futuro del país», rememora Susana, quien lleva en sus venas una tradición familiar apegada a la enseñanza.

«Tengo dos abuelos que se incorporaron siendo casi niños a la Campaña de Alfabetización. Mis padres, en sus inicios profesionales, también fueron educadores. Otra inspiración para mí son los magníficos maestros que he tenido durante mi vida escolar, los cuales me han inculcado importantes valores; también el claustro de profesores del centro donde trabajo me ha apoyado mucho».

Para Susana lo más complejo es llegar a cada estudiante con los contenidos; de ahí que se desafía permanentemente, intenta mostrarles otro lado de la historia, motivarlos a que conozcan de las personalidades y por sí mismos profundicen en los hechos.

«Se precisa dar el extra, investigar nuevos detalles, brindar curiosidades, auxiliarse de materiales documentales y bibliográficos, vincular las nuevas tecnologías y el cine… enamorarlos. Solo así se logra que comprendan la historia de su región y del mundo para desentrañar los fenómenos actuales».

De cómo piensan aportar a la sociedad en el mañana, de la dinámica extensionista en las universidades, de los movimientos de la FEU y la Unión de Jóvenes Comunistas, de la realidad económica y social cubana y de su carrera de Arquitectura, dialoga Susana con sus alumnos, sin teque ni distancias pueriles.

«Educando por amor no se trata sólo de cubrir asignaturas o plazas, sino de reforzar vocaciones profesionales, forjar virtudes, preocuparse por lo que piensan nuestros interlocutores y responder a sus dudas, tanto académicas como personales; compenetrarse con ellos, mostrarles una visión de Cuba más objetiva que la presentada en las plataformas digitales; prepararlos, desde nuestra aún corta experiencia, para la vida».

Si bien esta misión debe bregar todavía contra trabas burocráticas, y requiere de un mayor acompañamiento por parte de las direcciones de Educación, Susana agradece la oportunidad de dotar con herramientas a las más nuevas generaciones.

«Urge que los profesores tengamos chispa y cautivemos a nuestro alumnado; no podemos seguir aplicando métodos dogmáticos de enseñanza; debemos innovar, salirnos de los marcos formales del aula para hacerlos aprehender. Para mí esta labor, parafraseando a Martí, es la tarea más noble y honrosa del mundo».

La pasión de José Luis

La Física ya no es una materia tan densa para los alumnos de 8vo. grado en la secundaria básica Felipe Poey, de la capital. Desde hace algunas semanas aprenden mediante experimentos, acertijos mentales y hasta acariciando las cuerdas de una guitarra. Ahora tienen un profesor dinámico que los invita a cuestionarse cada proceso de la naturaleza, a formular preguntas y a no quedarse con dudas.

José Luis de la Oliva Cuello o «el Profe» —como le dicen jocosamente, aunque a él le choque—, cursa el 2do. año en la Facultad de Física de la Universidad de La Habana, y a la predilección que tiene por esta ciencia se ha sumado la de enseñarla.

«Pertenecer al contingente me ha obligado a reinventarme todos los días, a organizar mi tiempo de estudio. Lo más difícil al principio fue trabajar con un plan de clases, pues no se trata solo de preparar el contenido, sino proyectar cómo debe ser impartido mejor; igualmente es necesario conocer a tus educandos, identificar sus individualidades; buscar materiales atractivos y pensar técnicas para motivar a los grupos».

Su labor como parte de la ayudantía en la carrera, y el trabajo comunitario previo con adolescentes y jóvenes, le dieron indicios de su disfrute por educar. Sumarse a la tarea fue una decisión de la cual no se arrepiente, porque la ve como una vía para aportar su granito de arena a la sociedad.

«La relación con mis grupos es buena; hemos creado un ambiente positivo en las evaluaciones y en las clases, lo que permite el intercambio de saberes, teorías, juicios y genera confianza. Son muchachos bastante dispuestos, centrados y con sed de aprender.

«Como cursan la secundaria y aún no han definido su vocación, uno encuentra la diversidad que enriquece las discusiones académicas. Ellos consumen y fijan la mayoría del contenido desde sus móviles, computadoras e internet, y esto ha sido un apoyo en las conferencias, mas cuido que no se convierta en una distracción del proceso docente».

Pasión por lo que se hace, preparación, superación, creatividad e interés por los alumnos son los ingredientes que según él no le deben faltar a un buen profesor. Una clase provechosa debe ser aquella en la que los alumnos se vuelven protagonistas activos, lleven lo aprendido a la práctica y arriben a razonamientos propios.

«Me gusta auscultar sus intereses en pos de hacer que la Física les seduzca; que quien esté interesado desarrolle un experimento con mi ayuda para presentarlo luego ante el auditorio; explicarles por qué las artes marciales son eficaces usando los métodos físicos, y que la muchacha que practica karate haga demostraciones… todo ello permite utilizar las potencialidades de cada uno y desmonta la idea de que la asignatura no está presente en la cotidianidad.

«Los momentos y grupos son muy variados; en un mismo día en uno me han bostezado en plena clase y en otro me han agradecido por mi desempeño», cuenta entre risas el joven maestro y seguidamente apunta: «Cuando veo en los ojos de mis estudiantes el brillo del porqué, es en esos momentos que noto el reflejo de la belleza de la ciencia, y me siento orgulloso de educar».

José Luis de la Oliva Cuello, estudiante de la Facultad de Física de la Universidad de La Habana.

Susana Cordovés Pupo, estudiante de la Facultad de Arquitectura de la Cujae.

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