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El comienzo de la amistad entre Cuba y China

Testimonios del primer embajador de la entonces naciente Revolución Cubana, Oscar Pino Santos, en la memoria de su hija

Autor:

Carina Pino Santos

Cuba fue el primer país de América Latina y el Caribe que estableció relaciones diplomáticas con la República Popular China. Sesenta años después ambos estados, gobiernos y partidos resaltan la extensa trayectoria de un intercambio y cooperación en las más diversas áreas que se ha sostenido desde el 28 de septiembre de 1960 hasta hoy, en su sexagésimo aniversario, cuando los dos países constatan magníficas relaciones comerciales, en un nuevo periodo de desarrollo, sin olvidar que en estos difíciles meses surcados por la pandemia del siglo XXI, se han hermanado aún más esos lazos en una simultánea concordancia respecto a la cooperación científica en el terreno internacional de la salud para enfrentar la COVID-19.

Este camino de amistad entre ambos países tuvo su pronunciación pública de un modo trascendente cuando, ante un millón de cubanos,  el 2 de septiembre de 1960, se aprobó la I Declaración de La Habana, y el líder de la Revolución, Fidel Castro Ruz, en masiva consulta popular, dio a conocer el establecimiento de relaciones diplomáticas entre ambos países.

Fue en ese contexto trascendental  que llegó  al país asiático, el primer y más joven embajador cubano designado por la alta dirección de la entonces naciente Revolución Cubana: Oscar Pino Santos. Pocos días antes de su partida, Raúl Castro le había llamado para comunicarle personalmente que la dirección revolucionaria había decidido nombrarlo embajador de Cuba ante la República Popular China.

Su labor diplomática le marcaría definitivamente no solo entre 1960 y 1967 en que realizó su trabajo diplomático en China (y  en  el  Reino  de  Cambodia), sino por el resto de su vida. Fue para él una experiencia extraordinaria que valoró inmensamente tanto por la posibilidad excepcional de tributar (desde su responsabilidad como diplomático cubano) a la relación bilateral, como por el hecho de poder  vivenciar un periodo singular en la historia contemporánea de esa nación asiática a inicios de la segunda mitad del siglo XX.

Treinta años después de su experiencia diplomática en la República Popular China, Oscar Pino Santos publicó su libro autobiográfico Historia y testimonio de una época. Los tiempos de Fidel, el Che y Mao tal y como los conocí,[1]  donde refleja sus propios análisis y excepcionales experiencias; así como aporta interesantísimos testimonios sobre figuras relevantes del siglo XX, tanto de la Revolución Cubana, como de la nación asiática, además de referir sus vivencias del trato con personajes históricos. Muy posiblemente porque fue el único occidental, en aquel momento específico, que tuvo la oportunidad de entrevistarse con grandes personalidades de la Revolución China. «A casi todos los dirigentes históricos del proceso revolucionario chino, por cierto, no sólo los conocí sino que con los principales —Mao Zedong, Zhou Enlai, Zhu De, Liu Shaoqi, Chen Yi y tantos más— conversé varias veces», afirma Pino Santos en un capítulo de su mencionada obra donde profundiza en complejos procesos socioeconómicos y políticos, así como se adentra en periodos de la historia de China.[2]

Los pueblos chino y cubano tienen, como sabemos, inmarcesibles lazos socio-históricos y culturales. Es por ello que el historiador cubano (de 36 años entonces) dedica su libro Historia de Cuba. Aspectos fundamentales (publicado en 1963) «a la memoria de aquellos chinos mambises, sangre generosa y heroica de un pueblo hermano, que no vacilaron en fundirse con nosotros los cubanos en la lucha común por la libertad». En esta página de dedicatoria, subraya que el número de chinos que se unió a los cubanos en la gesta independentista fue tal, que en el Pacto del Zanjón hubo que otorgarles la libertad, pues su condición verdadera era la misma de los esclavos africanos. Y finalmente cita las palabras del Generalísimo Máximo Gómez, cuando expresó: «Jamás hubo un chino cobarde, jamás hubo un chino traidor».[3]

Asimismo 1960 también fue la fecha en que se firmó el Convenio de Cooperación Cultural entre los dos gobiernos y comenzó un incipiente programa cultural de intercambio en una situación internacional marcada por la Guerra Fría, las complejidades geopolíticas e ideológicas del contexto y además en medio de la lucha por una alianza de los países del Sur contra el imperialismo y el neocolonialismo.

Más también la construcción de las relaciones entre estados se acompaña de la labor cotidiana de los diplomáticos cubanos que se impregna de una sensibilidad hacia la población y cultura de las naciones donde les corresponde desempeñar con rigor sus responsabilidades. Quizá por ello, Oscar Pino Santos, el primer embajador designado por el gobierno de la República de Cuba en 1960, nunca olvidaría la mañana invernal en que debió finalizar su misión diplomática en 1967 para regresar a su patria:

«Cuando llegué a la República Popular de China tenía solo 32 años y era el embajador más joven que había en aquel —y quien sabe si en cualquier otro— país. Ahora, me acercaba a los cuarenta años y, por antigüedad ya me correspondía el cargo de decano del cuerpo diplomático que, dadas las circunstancias no llegué a ejercer.

«Aquella mañana aún fría del invierno en que tomé el avión para iniciar el largo viaje de regreso a Cuba, experimenté —junto a la alegría de volver a la patria— una emocionada sensación de pesadumbre que más tarde se convertiría en nostalgia.

«Había vivido siete años en un país por cuyo pueblo sentía profundo cariño y admiración. No podía olvidar sus ciudades repletas de apretadas muchedumbres, ni el paisaje de sus campos cultivados hasta el más ínfimo pedazo de tierra. Ni aquellas conversaciones un tanto ceremoniosas con los directores de las comunas y fábricas —que me contaban sus éxitos y con discreta dignidad eludían referirse a sus dificultades (…) También quedarían grabados en mi memoria para siempre los encuentros con los más altos dirigentes históricos del país.

«Sobrevivientes de tres terribles guerras, actores de las más heroicas hazañas y fieles conductores de su pueblo, no solo habían protagonizado aquella en verdad larga marcha de treinta años hasta alcanzar la victoria revolucionaria de 1949. También se habían enfrentado con decisión —aunque quizá no siempre acertadamente— a la tarea de sacar a China de su milenario atraso, liquidar la dependencia externa y suprimir las clases explotadoras, para encaminarla por la senda del desarrollo y el socialismo.»

«Y muchas veces, al final de estas evocaciones, me decía, algún día, por la utilidad que pudiera tal vez tener, expondré por escrito el testimonio de esas experiencias».[4]

Queden pues estos fragmentos testimoniales como una memoria viva de Oscar Pino Santos quien ―como escribiera el historiador Froilán González, en palabras de homenaje por su duelo― «fue el último occidental que conoció a todos los dirigentes de la gloriosa Revolución China, desde Mao y Chou En Lai, hasta el mariscal Chen Yi.

«Despedíamos al que escribió las primeras cuarenta y cinco palabras de la Ley de Reforma Agraria, de las que dijo que era lo mejor que había escrito en su vida.

«Un hombre que escribió artículos, reportajes y más de una veintena de libros, entre ellos El Asalto a Cuba por la Oligarquía Financiera Yanqui, Premio Ensayo Casa de las Américas 1973, Los Tiempos de Fidel, el Che y Mao e Historia de Cuba: aspectos fundamentales[5]

 

Notas 

[1] Véase de Oscar Pino Santos. Los tiempos de Fidel, el Che y Mao tal y como los conocí: historia y testimonio de una época. México, Editorial Nuestro Tiempo, S.A., 1997. 

[2] Oscar Pino Santos. Ob. cit., p. 219.

[3] Oscar Pino Santos. “Dedicatoria”. En  Historia de Cuba. Aspectos fundamentales. La Habana, Editorial Nacional de Cuba, Editora del Consejo Nacional de Universidades, 1964, 2da edición. 

[4] Oscar Pino Santos. Los tiempos de Fidel, el Che y Mao tal y como los conocí: historia y testimonio de una época. Ob.cit., pp. 302-303. 

[5] Véase de Froilán González. “Maestro de generaciones” en la revista digital  La Jiribilla dedicada a Oscar Pino Santos  con motivo de su desaparición física el 17 de enero de 2004.  Disponible en: www.lajiribilla.co.cu/2004/n142-01.html 

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