Poblado villaclareño de Mataguá Autor: Arelys María Echavarría / AIN Publicado: 15/09/2020 | 12:07 pm
MATAGUÁ, Manicaragua, Villa Clara.— La felicidad emergió con un puñado de matices en su lozanísimo semblante, donde mostró incontenible su sentimiento hecho una inmensa sonrisa, mientras con un gesto desmesurado con las dos manos hacia el infinito apoyaba el comprensible «¡Se fue, se fue!»
El éxtasis de la joven Claudia Cedeño era compartido por los más de 5 400 habitantes del Consejo Popular Mataguá, en los mismísimos predios del Escambray villaclareño, cuando este domingo finalizó la cuarentena impuesta allí por varias semanas.
No solo el magnífico ánimo de las personas develaba ese final feliz, que surgía también en palabras diversas con una mezcla de los tensos momentos vividos, la incertidumbre sobre el ¿me habrá agarrado? y lo que los marcó de esta cuarentena. Hubo, eso sí, un sobresalto, sometido con la inteligencia que al final significó aplicarle al letal intruso las cuatro primeras letras del nombre de la localidad.
La vuelta de página
«¡Este bicho no respeta ni la lomas, compay!», exclamo alguien que pasaba a caballo, mientras otro lo atajó con precisión: «Pero hasta acá no llegó solo…».
El primer contagio de SARS-CoV-2 en Mataguá se registró en la zona de Puente de Clemente a finales de julio, y luego hubo seis casos más en la parte urbana de la localidad, recordó Mileidy González, presidenta del Consejo de Defensa Municipal (CDM).
Ante esa situación se aplicó en 11 circunscripciones la cuarentena modificada o aislamiento reforzado, que fue levantada el domingo último tras no registrase más casos desde el 27 de agosto.
El trance les dejó la experiencia, una vez más, sobre el fácil contagio de este virus, que irrumpe hasta en localidades relativamente apartadas, donde el aire que se respira desciende más puro desde la montaña.
En la vuelta de página de lo acontecido, la presidenta del CDM subrayó las acciones realizadas a favor de que la comunidad comprendiera la trascendencia de la cuarentena y la necesaria permanencia en casa, para lo cual se les garantizaron los recursos imprescindibles.
Si bien se logró una mayor disciplina, todavía hoy existe cierta baja percepción de riesgo, como confirman los deslices por irresponsabilidades individuales y colectivas, a pesar de que el coronavirus es presente y no pasado.
Para qué contarte…
La joven Claudia Cedeño no quiere ni acordarse de los días transcurridos, y cuando la incito a revelar sus vivencias sobre lo que más la molestó, enfatiza: «Ese cambio de golpe de un modo de vivir a otro que jamás una imaginó, y no resulta fácil asumirlo porque la fuerza de la costumbre hace incurrir en tropezones.
«Pienso que hay personas que se adaptan mejor que otras a determinada situación. En mi caso, nada excepcional, extrañé esas rutinas diarias de encuentros con los amigos, el trabajo o ir una fiesta. En fin, ver limitada esa práctica de hacer lo deseado, aunque uno está consciente de que no hay otra alternativa para despejar el horizonte.
El genuino temperamento de la lozanía exige entregas: «Oiga, pero tampoco estuve inmóvil en la casa, solo compartiendo con la familia, pegada al televisor u oyendo música. Allá iba todos los días a llevarle la comida a las personas de mucha edad, como también hicieron otros jóvenes nobles.
«¿Qué cuáles fueron los momentos más agobiantes del aislamiento…? No diría agobiantes, sino incómodos. Extrañé muchísimo las visitas a mi abuela, que vive en Santa Clara, porque ¿sabes? hablar por teléfono resuelve solo a medias. ¿No crees?».
Y es cierto: A las palabras dichas a distancia le falta esa intimidad reveladora de no poder apreciar la reacción de los hablantes que, a veces, dicen más que las propias palabras, como ocurrió con esta joven el domingo cuando supo que, al fin, la vida le daba otra oportunidad a su barrio para hacer mejor las cosas.