Invito a leer por diversos medios, incluso con aplicación para teléfono móvil, la Antología comentada de la poesía cubana. Incluye más de 70 poemas de otros tantos poetas de Cuba, de todas las corrientes y tendencias, de todos los temas entre los siglos xviii al xx. Fue publicada por www.cubaliteraria.cu y resulta una mirada a la historia nacional de este bello género literario. Cada poema va acompañado de un comentario que ofrece una opción de lectura diáfana e inteligente. Ofrezco aquí tres textos de alta espiritualidad, contenidos en ese útil y grato libro, espero que sea para el deleite del lector.
REGINO E. BOTI
Hermandad
Hay un alma sensible en cada cosa.
Las voces del silencio en la montaña;
las rapsodias del mar; el tableteo
del viento en los playones y farallas;
el ritmo monacal de la alta noche;
el treno de los valles y quebradas;
el ecuóreo bullir del caracol
y el sinfonizar de los pinares
son quejas, gritos, ayes y clamores
de las cosas simples y perennes.
Son el acorde del dolor del mundo,
que el mundo tiene un alma, y hay un alma
sensible en cada cosa. Un alma hermana
de nuestra pobrecita alma humana.
AGUSTÍN ACOSTA
La piedra desnuda
Vine a decirte adiós, piedra desnuda.
Te quedas sola en medio de la noche.
Muchas veces en ti recliné mi cabeza
y tuve el sueño de Jacob. Ahora,
al continuar el viaje, no me llevo
sino la huella roja de tu arruga
en la mejilla. Soy agradecido.
Las suaves almohadas no me han dado
sino plácidos sueños, enervantes
apreciaciones de la vida. Hacía
falta a mi voluntad tu agria dureza.
Tal vez eres la misma que a Jacob
le dio el bíblico sueño, y en tu entraña,
como en raro metal, duerme el augurio.
Te quedas sola en medio de la noche...
Vengo a decirte adiós, piedra desnuda...!
SAMUEL FEIJÓO
Yerba
Aprende la lección de la yerba,
echa tu hoja.
Ella ignora si aprovechará su trabajo
y echa su hoja verde.
No se pregunta si vendrá el poeta
a cantarla,
a comer de sus verdes para dar esperanzas.
Si vendrán los amantes
a reposar sobre sus palacios.
Echa su hojita verde.
No sabe si la comerá el cordero
o el diente de la nieve.
No oye la palabra polvo,
no entiende la palabra estéril.
Echa su hojita verde.
Ah, no soy una yerba:
puedo echar mi hojita verde
pero sé que los cuervos no la comen
ni el león, ni la sierpe.
Echo mi hojita.
Quizás una hormiguita cansada
a mi sombra reposará,
quizás una lombriz errabunda
eluda al buitre bajo mi verde.
Y si no viene nadie
¿qué culpa tengo yo de echar mi verde
como si viniera el orbe a comerlo?