En las redes sociales pululan cuentecillas dispuestas al insulto y, en medio de una pandemia que abraza mortalmente al mundo, se desatan injurias. No hacen más que seguir al tuitero de la Casa Blanca, corroído por el egoísmo que le es intrínseco y la politiquería de un año electoral que se ha trastocado por la Covid-19, aunque en su condición de jefe de Estado en tiempo de crisis probablemente repita en la Oficina Oval, para desgracia de este planeta y de su nación.
El nuevo coronavirus se esparce, pero también la solidaridad, y es que se entiende que la política de sanciones y bloqueos recrudecida por Donald Trump constituye una afrenta a la vida humana. Existe comprensión de que son tiempos de unir esfuerzos tanto a lo interno en cada país, como a nivel internacional, porque el enemigo es común y ataca por igual en cualquier latitud, aunque las estadísticas también revelen las diferencias impuestas por los regímenes sociales basados en la desigualdad.
Cuba es víctima desde hace 60 años del bloqueo estadounidense, feroz, irracional, obsoleto en su propósito de rendir a un pueblo; sin embargo, desde este pequeño país del Caribe parten brigadas médicas para apoyar, colaborar, contribuir con su experiencia, conocimientos y logros en la salud dondequiera que se necesite.
Grupos, movimientos, partidos, organizaciones sociales, personalidades —cuando se recomienda por la Organización Mundial de la Salud, el distanciamiento que impida el contagio— se unen, con corazón y raciocinio, para pedir y exigir el fin de esos bloqueos.
Lo ha hecho el Foro de Sao Paulo, aunando el sentir de todo este continente, convocando a la Jornada de Movilización contra los bloqueos, embargos y sanciones económicas internacionales. Cuba apoya la iniciativa, que es decirle no al intervencionismo y al terrorismo de Estado, al que Trump acude un vez más, desde un sucio oportunismo.
El Foro dirigió su petición en carta a la ONU, a la Celac, incluso a la OEA, la OMS, la OPS y a otras instancias, y en la misiva solicitó el levantamiento total de las medidas coercitivas unilaterales contra varios países, sanciones que los limitan para contener la enfermedad de la Covid-19.
Ese reclamo lo ha hecho suyo la directora general de la Unesco, Audrey Azoulay, durante una reunión virtual con los presidentes de Grupos Regionales de la Organización y delegados permanentes, en la cual intercambiaron sobre las iniciativas de la Unesco, para dar respuesta colectiva y efectiva a la pandemia y a la crisis socioeconómica que ocasiona la propagación del SARS-CoV-2. Lo hizo también la alta comisionada de la ONU para los derechos humanos, Michelle Bachelet.
En los mensajes contra la permanencia del bloqueo contra la Mayor de las Antillas están los de organizaciones sociales y sindicales panameñas, artículos en la prensa rusa, parlamentarios africanos y de la lejana Mongolia, asociaciones de amistad con Cuba en muchos países, y también de cubanos residentes en el exterior que tienen presente Patria y familia.
Y es que supuestamente los medicamentos, los suministros médicos, y los alimentos que estarían exentos de las sanciones, tal y como establecen reglamentaciones mundiales, son bloqueados por el mandatario de Estados Unidos, quien no es remiso a cometer crímenes de lesa humanidad, desde las guerras y desde estas presiones de enormes consecuencias económicas, incrementadas por las condiciones que impone la nueva pandemia.
Por supuesto, el pueblo cubano, sus autoridades y líderes agradecen a las múltiples voces que desde distintas partes del mundo reclaman, en medio de la Covid-19, el levantamiento del bloqueo, y también reitera que a pesar de ese acoso y prolongada agresión económica, comercial y financiera de Estados Unidos, no renunciará a la vocación internacionalista y la colaboración con los pueblos del mundo.
Con razón, en nombre de la vida, el llamado se multiplica en las redes: Bloqueo no, solidaridad sí.