Hospital Octavio de la Concepción y de la Pedraja Autor: Yahily Hernández Porto Publicado: 08/04/2020 | 02:16 pm
CAMAGÜEY.— Mientras suena el teléfono, dos, tres veces, desfilan por mi mente imágenes, preguntas y experiencias sobre su estancia en el hospital Militar Octavio de la Concepción y de la Pedraja, donde se ingresan los casos detectados positivos a la COVID—19 de esta provincia y de la vecina Ciego de Ávila.
Han pasado casi dos semanas desde que esta avileña, de 42 años de edad, ingresó en el Militar. A su llegada la ubicaron en la zona roja de la prestigiosa institución agramontina, junto a su hijo de 8 años, con quien no solo comparte la dura experiencia del aislamiento total, sino el deseo de respirar aire puro, ver el sol, y jugar como cualquier niño.
Nos da su nombre, pero prefiere mantenerse en el anonimato. Asentimos y le trasmitimos confianza en que así sería. Ética profesional, le aseguramos, mientras reflexionamos sobre las secuelas terribles de esta enfermedad, que mina hasta la imagen de quienes la padecen, con tal de no comprometer su seguridad y aceptación social al vencerla. «Es entendible», afirmé.
«Hola», dice su voz desde el otro lado en el altavoz del móvil. El equipo de periodistas atentos, casi sorprendidos por su muy pausado tono, le da las buenas tardes. Ella subraya, más que indagar: «Son los de la prensa…». Sí, respondemos casi al unísono.
Así inició un diálogo electrizante, doloroso e impaciente con esta cubana que por estos días vive un verdadero tormento, aunque ella trate de mantener la calma.
— Cuéntenos, por favor, ¿cómo comenzó su historia con el nuevo coronavirus?
— No sé ni por dónde empezar porque realmente no tengo idea de cómo lo adquirí. Esa es la verdad. Desde que salí de mi casa en Estados Unidos hasta que llegué a Cuba, a mi hogar, en todo momento me protegí. Usé nasobuco, desinfectantes…. No hablé ni toqué a nadie, me mantuve alejada de todos. Yo me sentía segura y siempre pensé que no me pasaría nada.
«Como tengo a mi padre que es una persona mayor y mi hijo, de tan solo 8 añitos, accedí de inmediato a que me chequearan, para mi tranquilidad y la de toda mi familia. Lamentablemente di positiva.
Un silencio breve, de segundos… (interminables para mi gusto) se interpone entre la entrevistada y los periodistas que, insistentes, pero respetando su dolor, le sugerimos continuar.
— Sí, perdonen, es que hablar de todo esto…. Hasta ahora nadie de mis contactos ha dado positivo, incluso mi hijo, no está enfermo. Parece que las medidas que tomé fueron efectivas, no para mí, pero sí para ellos. No sé, pero parece que mi cepa de este virus, del cual he sabido que hay varias, no contagia mucho, aunque sí la persona se enferma. Yo estoy enferma. Esto no es fácil. Después de todo he sido afortunada en no trasmitirles este virus a mis seres queridos.
— ¿Cómo ha sido la atención acá?
— Realmente me sorprendí mucho. Imaginen, estaba prácticamente sin síntomas; solo con un leve dolor de cabezas cuando llegué a Cuba, que le achaqué el viaje, pues siempre me he sentido así cuando vuelo. No parecía que estuviera enferma.
«Desde que me diagnosticaron los médicos dialogaron mucho conmigo, para que no me asustara ni preocupara ni deprimiera, cosa que es casi imposible. El trato ha sido excelente, no tengo quejas. Creo que las medidas han sido enormes, rigurosas, para que no existan contratiempos.
«No sabía que se pudiera trabajar tanto. Esterilizarlo todo y constantemente con cloro no cansa a este personal. No te puedo dar muchos detalles, porque no sé qué decirte…. El equipo es extraordinario. De solo ver cómo trabajan me da fuerza para confiar en que todo saldrá bien».
— ¿Cómo se siente actualmente?
— Solo he tenido un leve dolor de cabeza, nada más. Casi todo el tiempo he estado asintomática, menos un par de días atrás que recaí. En solo horas se me «dispararon» casi todos los parámetros; todos los síntomas. Estuve a punto de que me intubaran, pero salí de esa situación ilesa, gracias a dios y a los médicos. Y para que entiendan lo que quiero decir y cómo es este virus, al otro día yo estaba como si nada me hubiera pasado. Es impredecible esta enfermedad. En cada persona se comporta diferente.
— La comunicación con su familia, ¿cómo es?
— Buena, y mi hijo se encuentra aquí conmigo.
— Usted debe estar superando la enfermedad…
— Yo estoy prácticamente afuera. Me dieron el alta clínica, ahora espero el alta epidemiológica. Hace solo unas horas me repitieron las pruebas y aguardo el resultado con ansias para que me den el alta total.
— Y su hijo, ¿también estaría de alta?
— Él es negativo. También por eso quiero salir de aquí lo antes posible. Es solo un niño y está en aislamiento total. Lo que más deseo es que los dos salgamos de aquí, y sé que será cuando no haya ningún peligro, pero es lo que más deseo. En la casa será diferente, aunque tampoco pueda salir.
— Son muchas las personas en su natal ciudad y en toda Cuba que están al tanto de su evolución y de su hijo. ¿Algún mensaje?
— Estamos en una situación en la que tenemos que estar muy unidos; es como único se puede vencer este momento. Somos privilegiados de estar en Cuba, en sus hospitales que hacen mucho y por tantos a la vez. Se puede decir que es el país más privilegiado del mundo, y eso lo sé porque lo he visto cerca de mí.
«Me dan mucho sentimiento las personas que no han logrado sobrevivir al virus. Yo pude ser una de ellas. A quienes están bien, que se cuiden, que tomen las medidas, porque esto no es un juego. A quienes están preocupados por mí y mi hijo, que sepan que he sido disciplinada y sigo luchando. Ese sentir de preocupación me ha llegado al alma. Gracias.