Explosión de La Coubre en el Puerto de La Habana. Autor: Archivo de JR Publicado: 03/03/2020 | 09:55 pm
Han pasado 60 años pero Cuba jamás podrá olvidar los detalles del criminal sabotaje contra Cuba, realizado en el umbral de la tarde del 4 de marzo de 1960, que hizo explotar el vapor La Coubre mientras se descargaban las armas de aquel buque francés en los muelles de la Pan American, en el puerto de La Habana.
Todo se preparó por el enemigo imperialista para que cuando los obreros, soldados, bomberos, policías, trabajadores portuarios y gente del pueblo acudieron a prestar socorro a las sorprendidas víctimas de la primera explosión, se produjera el segundo estallido, que provocó un número aún mayor de muertos y heridos y destruyó completamente las bodegas donde se realizaban los trabajos.
La nave salió del puerto de Amberes, en Bélgica, y transportó armas y municiones adquiridas por Cuba, no para invadir tierra alguna, sino para su necesaria defensa cuando nos invadieran. Un centenar de muertos y 400 heridos —entre ellos numerosos mutilados— fue el trágico saldo de aquel crimen.
Desde las primeras noticias sobre la agresión, sin investigación de ninguna clase, nuestro pueblo y el mundo sabían que había sido concebida, ordenada, organizada, financiada y ejecutada por los tentáculos del Gobierno de Estados Unidos.
Claro que las investigaciones realizadas y las pruebas presentadas después por Cuba, que incluyeron el lanzamiento —por ejemplo— desde aviones de las cajas de granadas para los fusiles FAL (las mismas que estaban siendo descargadas cuando se produjo el desastre) demostraron con absoluta certeza que era imposible que fuera un accidente fortuito.
No se necesitaron muchos meses para que la dirección de nuestro país comprobara con firme convicción que el doloroso suceso del 4 de marzo de 1960 se trataba de un acto típico de sabotaje del principal enemigo de los pueblos y que se conformó e instrumentó en el lugar y el instante exactos del embarque de forma tal que al ser movidas las cajas que venían apretadas rigurosamente unas a otras, se desatara de inmediato la primera detonación y que en otra parte del buque surgiera unos minutos después, igualmente, la activación prevista para una segunda de mayor potencia, más cruel y dañina, de mayor potencia destructiva.
Socorriendo heridos en la explosión de La Coubre en el Puerto de La Habana, el 4 de marzo de 1960. Foto: Archivo JR
La conmoción producida enseguida por aquella vil agresión, que solo hacía pensar en terrorismo a pulso y no en accidente casual, fue de dolor, repudio, lágrimas de odio reprimido de los cubanos y de nuestros amigos en América Latina y el Caribe contra el imperialismo norteamericano, al que más convenía dejar sin armas defensivas a los habitantes de la Mayor de las Antillas.
Al siguiente día, el 5 de marzo, la ciudadanía cubana pudo ver por televisión, escuchar por la radio, y el día 6 leer en la prensa escrita, el triste y entrañable sepelio de las víctimas. Un cortejo largo e interminable marchó a todo lo largo de la calle 23, rumbo al Cementerio de Colón.
Algunos antecedentes
El espacio disponible no permite extender el recuento. Bastaría saber que el año 1960 comenzó bajo el esperado y lógico signo de incursiones aéreas enemigas, por supuesto, procedentes de Miami, tierra en aquel momento de la más recalcitrante guarida de los esbirros fugitivos y sus séquitos de torturadores, asesinos, malversadores, ladrones, corruptos, terratenientes y millonarios de la época batistiana, que arrojaban bombas y material incendiario sobre centrales azucareros, campos de caña, industrias y poblaciones de la Isla, en un intento por impedir y frenar la zafra azucarera y crear al mismo tiempo un clima de terror, pánico, incertidumbre e inestabilidad.
Grandes fueron las pérdidas en los 14 meses transcurridos desde el 1ro. de enero de 1959, hasta el 4 de marzo fatídico que evocamos. No podemos soslayar un dato bien ilustrativo en el contexto y el ánimo de este artículo: el 13 de enero de ese año 1960, el director de la CIA, Allen Dulles, creó, con el visto de la Casa Blanca y del Pentágono —como era de suponer— una denominada Fuerza de Tarea dedicada especialmente a realizar acciones violentas contra el Gobierno cubano y nuestro pueblo.
El piloto estadounidense Robert Ellis Frost encontró la muerte el 18 de febrero al explotar su avión cuando atacaba el central España, en la provincia de Matanzas. Los documentos que llevaba confirmaron que este había incursionado en otras tres ocasiones sobre el territorio cubano, partiendo de bases en Estados Unidos.
En definitiva, han sido muchos los sabotajes y las agresiones contra la Revolución que iniciara Céspedes y continuaran hombres como Mella, Villena, Guiteras, Maceo, Gómez, Martí y Fidel. Sin embargo, está vacío aún el banquillo de los acusados donde debieron, deben y deberán sentarse los culpables.
Fidel en el sepelio de las víctimas
El Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz entonces se preguntó: «¿Quién habría siquiera soñado hace algunos años ver marchar las milicias obreras codo a codo con las brigadas universitarias; con los soldados del Ejército Rebelde; con los miembros de la Marina y de la Policía; con una columna de campesinos con sus sombreros mambises, sus filas marciales y compactas, sus fusiles al hombro; guajiros de las montañas que hoy nos acompañan en este minuto de dolor?».
Se preguntó también, emocionado: «¿Quién iba a soñar siquiera que un día militares y obreros no serían enemigos; que un día militares, obreros, estudiantes, campesinos, intelectuales, marcharían del brazo de los hombres armados; que algún día el pensamiento, la fuerza de trabajo y el fusil marcharían juntos, como han marchado hoy?».
Y observando los rostros de los presentes, en nombre del resto del país diría: «Hoy he visto aquí más gloriosa a nuestra patria; más admirable a nuestro pueblo, dignos de admiración, como se admira a una columna que regresa del combate».
Como si nos hablara en este marzo de 2020 el Jefe de la Revolución expresó: «Al despedirnos, a la entrada de este cementerio, una promesa que más que promesa de hoy es promesa de ayer y de siempre: ¡Cuba no se acobardará! ¡Cuba no retrocederá! La Revolución no se detendrá, la Revolución seguirá adelante victoriosamente, la Revolución continuará inquebrantablemente su marcha!».
También, con sólidos argumentos, agregó: «Se quiere que no podamos defendernos; que no tengamos los medios necesarios, que estemos indefensos (…) para doblegarnos y someternos; para que no resistamos a las presiones y a las agresiones.
«(…) Aquí, en esta tierra que se llama Cuba; en medio de este pueblo que se llama cubano; habrá que luchar contra nosotros mientras nos quede una gota de sangre y un átomo de vida».
Y, enardecido, sin inmutarse por las amenazas constantes del imperio, casi gritó: «Y hoy sabremos resistir y vencer cualquier agresión. Y nuevamente no tendríamos otra disyuntiva que aquella con que iniciamos la lucha: la de Libertad o Muerte. Solo que ahora Libertad quiere decir algo más todavía: Libertad quiere decir Patria. Y la disyuntiva nuestra sería ¡Patria o Muerte!».
FUENTE: La Revolución Cubana. 45 grandes momentos, Julio García Luis, Ocean Press, páginas 40-44, 2005; El pensamiento de Fidel Castro, Tomo I, Volumen I, Editora Política, La Habana, 1983; Archivo de JR y del autor.