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Cinco anécdotas curiosas de «El hombre de la gran sonrisa» (+ Fotos)

Cuando se habla de una figura tan trascendental como Camilo Cienfuegos es fácil recordar las grandes hazañas contadas en los libros de historia, pero ¿qué pasa con aquellas, que no por pequeñas dicen menos de este gran hombre?

Autores:

Leyla M. Mancebo Bada
Lázaro A. Darias Becerra

Desde su niñez, Camilo Cienfuegos —El Señor de la vanguardia— gustaba de hacer chistes y bromas a sus amigos, característica que no lo abandonó durante su labor revolucionaria, sin dejar de lado el sentido de la responsabilidad y el deber.

Este 28 de octubre cuando se cumplen 60 años de la desaparición física del hombre del sombrero alón, JR te propone una selección de anécdotas poco conocidas de su vida y obra.

Quedó muy bien Fulgencio

Otra de sus cosas era con los perros, con los animales en general. Recuerdo ahora que, al poco tiempo del 10 de marzo de 1952, del golpe de Estado que diera el dictador Fulgencio Batista, se apareció en casa un perrito. Llegó por la madrugada, de eso estoy seguro, porque Camilo, asociando la llegada del animalito con la entrada de Batista por la posta 6 en una madrugada, le puso Fulgencio.

Cuando se fue quisimos disimular y le decíamos Negrito. Una vez le escribimos mandándole una foto y él contestó: "Quedó muy bien Fulgencio."

Cuando nos hacen un registro, ven la carta y me preguntan por Fulgencio y cuando le digo que Fulgencio es el perro, ¡cómo se puso el guardia!

(Narrado por Ramón Cienfuegos)

El cartuchito de frijoles

Después de Uvero nos quedamos enterrando los muertos, porque esa era la misión de la vanguardia. El resto de la columna continuó retirándose y cogimos en un altico atravesando, y allí les dimos sepultura.

Camilo mandó a recoger y alcanzar a la tropa, y al poco rato la pasamos y volvimos a ocupar la vanguardia. Eso de andar alante siempre tiene sus ventajas, porque ese día, por ejemplo, cruzamos por un bohío abandonado y había un cartuchito y Camilo lo recogió, le echó un vistazo dentro y comentó:

- ¡Qué bueno, encontramos frijoles!

Víctor Mora vio una maceta de arroz para semilla y la cargó también y nos cargamos esas dos cosas pensando en el banquete que nos íbamos a dar con el arroz y los frijoles.

Cuando llegamos fuimos a preparar lo que traíamos y resultó que los frijoles que vio Camilo, que era un hombre de la ciudad, no eran frijoles sino semillas de júcaro para sembrar el café. El arroz también fue imposible cocinarlo y pasamos en blanco esa noche.

(Narrado por Walfrido Pérez)

Ese «matasanos»

La primera vez que William Gálvez vio a Camilo fue en el Hombrito. El guerrillero ya legendario venía a la «consulta» de Ernesto. Fue también la primera jarana que le escuchara. Estaba risueño y comentó su preocupación de extraerse una muela con el Che.

- ¿Cómo es posible --comentó William-- si el Che es médico y seguro no te va a doler?

- No, no es porque me duela, sino porque ese «matasanos» de seguro me saca una buena y no la mala.

(Narrado por William Gálvez, guerrillero invasor, autor de varios libros sobre la vida de Camilo)

De la memoria popular

El Che visitaba la zona de Yaguajay para discutir con Camilo los pasos a seguir. La presencia del legendario guerrillero argentino provocó la lógica curiosidad y muchos pobladores del lugar se acercaron para verlo; se asomaban por todos lados.

En medio de la conversación, antes de iniciar la reunión que sería privada, Camilo, al notar la curiosidad de los campesinos, le comentó a Ernesto Guevara:

- Ya sé a lo que me voy a dedicar cuando triunfemos: Te voy a meter en una jaula y recorrer el país cobrando cinco kilos la entrada para verte. ¡Me hago rico!

¿Impresionar con tu estado mayor?

Una noche de finales de agosto llegó Camilo a Las Vegas para ver al Che. El Che estaba acostado en la cama, sin camisa, y conversando con Miguel, Ramón Pardo, Guile y yo.

Desde que llegó Camilo se puso a jugar con el Che: a hacerle cosquillas, a imitarle el hablar. Entonces, riéndose, le dijo a Camilo:

- Mirá, Camilo, fíjate que estás jugando al lado de mi estado mayor.

- ¿Cuál es tu estado mayor? --le preguntó Camilo.

- Pues, mirá, aquí tienes al compañero Miguel, que es el jefe de la comandancia, al compañero Guile, que es el jefe de la escuadra, y a Pachequito, que es el jefe de suministros de la tropa.

Camilo lo miró y hablando en tono argentino, le ripostó:

- ¿Y vos creés que me vas a impresionar con tu estado mayor?

(Narrado por Raimundo Pacheco Fonseca, guerrillero)

Mención ¿Qué les llevan?

Era el segundo domingo de mayo y en el campamento rebelde del comandante Camilo Cienfuegos se planificaban las próximas acciones en el llano para batir a la tiranía.

Dos jóvenes se le acercan, son muchachos de la zona que se han unido al movimiento en los montes.

- Comandante, ¿usted podría darnos un permiso para llegarnos a ver a nuestras madres?

- Bien, pueden ir, pero no tarden...

- Enseguida, Comandante... --y dieron la espalda para retirarse. Camilo, como un relámpago, volvió a detenerlos.

- Un momento... ¿qué les llevan?

Los jóvenes se miraron.

- Nada...

- ¿Y cómo piensan ustedes ver a sus madres sin llevarles nada... No, y no... cojan estos veinte pesos, repártanlo y llévenles algo.

(Narrado por Antonio, Ñico, Cervantes, enlace de la columna con la ciudad).

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