Al joven Michel Cabreras Díaz le gusta atender el tabaco, verlo crecer y tenerlo bonito. Autor: Yunet López Ricardo Publicado: 21/09/2017 | 07:01 pm
Creció en el sitio donde el arroz aún está dentro de la espiga y el tabaco es una hoja verde. Miró desde niño a los bueyes enderezando surcos y añoró las lluvias para los retoños. La vida rural de su padre y sus abuelos materno y paterno le enseñaron al joven Michel Cabreras Díaz los secretos de los cultivos, pero sobre todo cómo cuidar de las vegas en su tierra de Pinar del Río.
«El tabaco habla conmigo y yo lo entiendo; pide lo que necesita y se lo doy. Tiene que tener la raíz suelta, así crece mejor; insecticida, para que el gusano no le coma la hoja, y otros muchos cuidados. El que teníamos sembrado hace poco en la cooperativa de créditos y servicios (CCS) 13 de Marzo, donde trabajo, lo llamamos “de adentro”, “de sol”».
Y después de recogerle a cada planta dos o tres hojas, como explica Michel, estas se llevan a las grandes casas con techo a dos aguas donde las mujeres las ensartan y ponen a secar.
«Me gusta atenderlo, verlo crecer, tenerlo bonito. Yo disfruto el campo», dice este joven que desde hace tres años trabaja en esa CCS que cosechaba anualmente 40 000 posturas de tabaco, pero la primera vez que él estuvo a cargo, sembró 180 000. «Lo tripliqué. Muchas tierras se dedicaban a otros cultivos; y hoy las aprovechamos mejor.
«Le ponemos empeño, por eso cada año recogemos de 40 a 60 quintales de frijoles, y de tabaco de 100 a 150. En la primera cosecha de este año recogí 3 127 cujes, las aguas no fueron muchas y ayudaron a aumentar la producción. Habitualmente ocurre una sola siembra de tabaco al año, pero aquí hacemos dos».
Y aunque lo que más se siembra en la CCS es el habano, también recogen «arroz, yuca, maíz, boniato, café, de todo». Por eso desde hace unos años en la casa de Michel no hay libreta de abastecimientos, y en la de sus padres, tampoco. Es la suya una de las familias campesinas que, luego de los acuerdos del 11no. Congreso de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños, han hecho en Cuba dejación voluntaria de los productos de la cuota normada de alimentos.
«Desde que trabajo el campo la libreta se fue olvidando. No me hace falta, para qué la voy a tener. Yo siembro de todo y, si entregándola ayudo al país, pues no se diga más. Y a mis padres les doy todo, por eso también ellos dejaron de coger los mandados en la bodega».
Según cifras de la Oficina de Control para la Distribución de los Abastecimientos en Pinar del Río, entre 2015 y lo que va de 2017, más de 9 500 consumidores han prescindido de coger algunos alimentos, sobre todo frijol.
¿La moda del campesino?
Cuando amanece ya está en la finca, incluso aquellas mañana que lo sorprendieron sin haber dormido a causa de las travesuras de su pequeño, pues para él, ese es «un lugar sagrado».
Debe ser por eso que en la casita de tablas donde descansa a veces pedazos de la tarde, como santas sobre el altar de una repisa de madera y en jarrones de porcelana, hay sembradas dos plantas de tabaco. «Me parecen hermosas, y en mi casa tengo otra aún grande, pero artificial».
Tal vez por amar los milagros de la tierra sus días como agricultor le han traído «un mundo de alegrías. Disgustos, ninguno. Soy joven, puede ser que los próximos años alguno venga, pero lo que uno hace con tanto esfuerzo y amor, siempre la vida lo premia. No todos tienen una finca, muchos sí pero no les interesa, y otros no quieren saber nada del campo.
«A mí ser campesino no me ha impedido nada, salgo y me divierto como cualquier otro joven», argumenta quien habla de un ayer de guajiros con machetes, polainas, bigote y barbas, y un hoy de muchachos agricultores que usan aretes. «La juventud evoluciona y cambia junto a los tiempos. Hay personas mayores que saben mucho de tierra, pero ya no pueden trabajarla, por lo que hay que buscar gente nueva para eso.
«No importa que tenga una argolla, lo que necesitamos es que trabaje, y aquí en la finca muchos las usan, pero son muy buenos trabajadores», manifiesta.
Él, de cejas entresacadas, asegura que está bastante a la moda y no deja que tanto trabajo lo haga olvidar que es joven. «No se puede salir todas las noches, pero un día de la semana es para eso. Mi esposa tiene 22 años, no puedo dejar de sacarla a fiestas».
—Y, ¿qué piensa ella de que le dediques tanto tiempo a la finca? ¿No se pone celosa?
—No, ella dice que esto es de ella, que no es mío.
Y esta vez suelta algunas carcajadas; y luego habla del orgullo que siente su abuelo de verlo siguiendo los pasos de la familia en la siembra del tabaco.
Sin embargo, Michel reconoce que velar por los sembrados es una responsabilidad que le trae grandes preocupaciones. «Temo que venga un ciclón y me lleve la casa de tabaco, que me rompa las plantas o que la cosecha no salga bien».
Por eso, para alejar los malos augurios, cada viernes se fuma un tabaco, ya sea con los amigos bajo uno de los árboles de la finca o acostado en la hamaca de la casita de guano donde duerme algunas tardes.
«Dicen que hacer eso es algo bueno, abre los caminos». Así, como la tradición de sembrarlo, mantiene su ritual de humo que traerá bendiciones al sitio donde el arroz aún está dentro de la espiga y el tabaco es una hoja verde, para que los surcos sigan derechos y las lluvias continúen bautizando los retoños.
Las tierras pinareñas son reconocidas en el mundo por la calidad de su tabaco. Foto: Tomada de telepinar.icrt.cu
Tierras pródigas
Reconocidas en el mundo por la calidad de su tabaco, las tierras pinareñas originan más del 65 por ciento de la producción total de este en la Isla, y en 2017, aseguran haber logrado la mayor campaña tabacalera de los últimos 11 años; pese, incluso, a la sequía que afectó, esencialmente, a las plantaciones del norte de la provincia.
En recientes declaraciones a la prensa y en medio de los preparativos para la celebración en Pinar del Río del 26 de Julio, Virginio Morales, director del Grupo Provincial de Tabaco, dijo que acopiaron hasta ahora más de 16 000 toneladas y que otras 3 000 quedan en las casas de curado.
Desde la campaña 2005-2006 no se alcanzaban allí las 19 000 toneladas. Si bien se perdieron casi 400 hectáreas debido a la falta de agua, se cosechó la superficie planificada, y la dedicación de los campesinos para sacarle partido a las condiciones del tiempo posibilitó sobrecumplir los planes.
También se utilizaron variedades más resistentes a la sequía y la pata prieta, como la Corojo 2006 y 2012.
Más de 4 000 personas trabajan hoy en el beneficio de la cosecha en 116 escogidas y 19 microescogidas. Para la venidera campaña, se prevé plantar 18 700 hectáreas y ya se montan 68 túneles, destinados a garantizar las posturas para la siembra de tabaco tapado e impedir las nocivas consecuencias que sobre ella puedan tener las lluvias.