Josiel de Jesús Barrios Cossio. Autor: Yunet López Ricardo Publicado: 21/09/2017 | 06:55 pm
Fue en la playita Cajío, de su pueblo Güira de Melena, donde encontró un motivo para experimentar y adentrarse más en las ciencias. Había escuchado ya muchas leyendas sobre el lugar, no exactamente de aparecidos o mareas crecidas; pero sí sobre un fango que, como le dijeron los más viejos, puede curarlo casi todo.
Con sus sueños de científico nuevo fue hasta allí Josiel de Jesús Barrios Cossio, cuando apenas cursaba el primer año de Radioquímica en el Instituto Superior de Tecnologías y Ciencias Aplicadas (Instec), y no imaginaba que ese sitio de mitos curativos le daría el tema de su tesis de licenciatura.
«En la playa tomé muestras y empecé a investigar el lodo, a través de técnicas nucleares, para lograr los detalles de su composición». Así, durante años escudriñó en los secretos de ese sedimento, que puede tener fines cosméticos y curativos.
«Las personas se lo añaden y se ponen al sol, se sumergen en él... Ya se han obtenido resultados en la terapéutica, sobre todo referidos a los padecimientos del sistema osteomuscular o problemas de la piel», dice.
Josiel fue uno de los mejores graduados de su especialidad en 2016, obtuvo el premio que otorgó la Agencia de Energía Nuclear y Tecnologías de Avanzada (Aenta) en ese año, y tiene muchos desvelos con la ciencia, pues «todo lo desconocido atrapa mi atención».
Esa inquietud de explorador entre probetas y tubos de ensayo le nació mucho antes, cuando aún vestía el uniforme azul del preuniversitario y todavía no había decidido entre ser periodista o radioquímico.
«Siempre me gustaron más las letras», confiesa. Pero un profesor le habló un día acerca de la radioquímica: «No sé bien qué es, solo sé que tiene que ver con cosas nucleares». Y bastó para que el muchacho, siempre atraído por lo inédito, se decidiera a enfrentar también esa prueba de aptitud, sin imaginar tal vez que le llegarían las dos carreras.
«Traté de buscar referencias en los libritos a mi alcance y supe que la radioquímica sería sumamente difícil. Mas, por eso que ni uno mismo se explica, la escogí. Fueron muy complejos los primeros años: mucha Matemática, Física, Química, pero a partir de tercero me enamoré completamente de la carrera», cuenta.
Hoy, cuando desde hace unos meses dejó de ser estudiante y se convirtió en profesor, sigue rodeado de jóvenes; pero en esta nueva etapa como trabajador han cambiado muchas cosas: «la percepción de los demás hacia mí, las dinámicas diarias...».
Para trabajar, aunque haya dormido poco y el transporte no lo ayude muchas veces, «a las ocho de la mañana debo estar en el aula si me toca impartir el primer turno. Es todo un reto, pero con empeño lo logro. Ahora las tareas no me las pone el maestro, yo mismo debo hacerlo e implica más responsabilidad.
«No quiere decir que uno no vaya a fiestas, que no se divierta, no comparta con los amigos o no visite un rato el cine. Todo eso se puede hacer también, pero en el camino hacia lo que nos hemos propuesto», asevera.
Y a la par que caracteriza recursos naturales y ejerce como profesor donde mismo él aprendió, en el Instec, Josiel se interesa por las nanociencias, la llamada «última revolución científica», y es parte de un proyecto en conjunto con el Centro de Aplicaciones Tecnológicas y de Desarrollo Nuclear (Ceaden).
«Estamos produciendo nanoestructuras de carbono», expone, y con mirada de experto explica que aunque muchas personas no tengan percepción de ello, se producen toneladas de estos nanomateriales en aras de mejorar las características de otros productos. «Por ejemplo, cuando se fabrican algunos celulares para que no sean dañados por el agua», manifiesta.
Hablamos de estructuras que son del tamaño de un virus, aclara, aun más pequeñas que nuestros poros. Siempre hemos estado en contacto con ellas, pues forman parte del ambiente, pero en concentraciones que permitieron a nuestro organismo evolucionar junto a ellas.
«En la actualidad las estamos produciendo nosotros en grandes cantidades, por lo que estamos cercanos a esas altas concentraciones como nunca antes. ¿Qué ocurre si esas estructuras se incorporan al organismo? Es una de las preguntas que tratamos de responder, sobre todo porque la radioquímica nos permite introducir en ellas ciertos isótopos reactivos y conocer qué sucede», señala.
Traducir la ciencia
«¿Por qué funciona el refrigerador?, ¿por qué enfría?, se preguntan algunos, mientras otros afirman que el abrigo los calienta. Entonces por qué no pones a cocinar la comida encima de él», interroga el joven científico a quienes aún están lejos del conocimiento de la ciencia, a pesar de que interactúan constantemente con ella.
«En esa situación, una gran responsabilidad la tenemos nosotros, por quedarnos en la élite. El reto es traducir a la sociedad los fenómenos. Debemos dejar atrás la percepción de muchos que consideran que la radioquímica y las ciencias nucleares son solo para fabricar bombas.
«La gente debe saber, por ejemplo, qué son los rayos X. A veces un paciente pide que le hagan placas de pie, manos, pecho, e ignora que así recibirá radiaciones, que debe hacerse solo la que le toca. Todos debemos hablar en la misma lengua para entendernos, pues el pensamiento científico, más allá de lo que expresa, es una forma de vida», asevera.
Recuerda entonces el muchacho a Fidel, el líder que nunca le dijo al pueblo cree, sino lee. Según Josiel, eso es también lo que piden hoy los jóvenes científicos a la gente. «Decimos lee, investiga, prueba, trata de llegar a las mismas conclusiones por ti mismo, y entonces habla de lo que obtuviste, de lo que pudiste experimentar, saca tus conclusiones y dalo a conocer».
Tal vez por eso, cuando su grupo de primer año en el Instec viste batas blancas y se disponen a ir al laboratorio para realizar esos experimentos que curan, alivian o mejoran la calidad de vida, él les recuerda que «lo más importante no es cómo lo van a hacer, sino por qué, pues allí no se puede ir a cocinar. El experimento no puede quedarse en el entretenimiento, debemos saber qué aplicaciones puede tener».
Es que el maestro, presidente de la FEU desde su segundo hasta el último año de la carrera y casi tan joven como los estudiantes, no deja de sentirse parte de ellos y ya ha encontrado formas para hacer entendibles los conocimientos a sus alumnos.
«Quizá he recurrido a maneras con las que me fue fácil aprenderlos a mí, o he encontrado otras que les resulten mejores a ellos», comenta quien ya ha impartido clases de Química general, Introducción a la radioquímica y Química inorgánica.
«Hacen muchas preguntas, me ponen retos a cada minuto. Uno aprende muchísimo también. Antes era alumno ayudante y ya había enfrentado un aula, pero la primera vez que lo hice como profesor me puse un poco nervioso. No obstante, creo que ha funcionado».
Hace pocos meses se graduó; sin embargo, no se arrepiente de haber elegido quedarse en el Instec a enseñar a otros, en lugar de haber ido a otro centro científico.
«La academia da mayores libertades para investigar, y eso me atrapa. En la Universidad puedo llevar varias investigaciones a la vez, sin perder el vínculo con los estudiantes, con mis profesores; y estoy al tanto de lo que sucede en otros centros de investigación, “arriba de la bola”, como decimos».
Siempre que puede, Josiel regresa a su patria chiquita de Güira de Melena. «Allí está la familia a quien le debo mucho; y no sé si es la tierra, el aire, o porque no dejo de ser guajiro, aunque pase más tiempo en La Habana, pero siempre necesito volver allí para recuperar ese “no sé qué” del campo, esa energía que da la raíz».
Y así camina otra vez por aquella playita donde tomó sus primeras muestras para hacer un experimento, o anda por la calle Cuba, donde nació y aún está su dirección legal. Sabe que aunque pasen años y vengan premios, si está trabajando por mejorar la vida de las personas, se sentirá feliz de haber elegido la radioquímica para caminar siempre hacia lo desconocido.
Los jóvenes científicos apuestan por acercar la ciencia a la gente. Foto: Raúl Pupo