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Tragedia al final de una alegría

Testimonio sobre el accidente en Venezuela que acabó con la vida del Comandante Francisco Cabrera Pupo, «Paco», jefe de la escolta personal de Fidel, el 27 de enero de 1959

Autor:

Luis Hernández Serrano

«El comandante Francisco Cabrera Pupo, “Paco”, era un hombre hecho de otra fibra, jovial, amable, desprendido, que un día se quitó su camisa para dársela a un compañero que la tenía vieja y hecha flecos. Y lo mismo hizo con sus botas al ver que otro de sus rebeldes andaba casi descalzo».

El testimonio pertenece a Mario Augusto Carranza Rivera. Pocos lo conocen por esas cuatro palabras. Sus compañeros del Ejército Rebelde le llamaron, con sumo afecto, «Guatemala», por su país natal. Formó parte de la escolta personal que tuvo el Comandante en Jefe cuando fue a Venezuela en enero de 1959, grupo encabezado entonces por el Paco.

A la una de la madrugada del martes 27 de enero de 1959, el comandante Paco Cabrera Pupo, héroe de más de 20 combates, murió abatido por la hélice de un avión Douglas C-4 de la compañía Aerovías Q, en la pista del aeropuerto de Maiquetía, que literalmente le desbarató la cabeza.

La inmensa mayoría de los jóvenes cubanos, por su edad, no conocen este suceso, que hizo llorar a muchos compañeros suyos del Ejército Rebelde integrantes de la delegación encabezada por Fidel. Y tal vez los que peinan canas ya no recuerden en detalle el trágico accidente que también golpeó mucho a Fidel, pocas horas después de su jubilosa visita a Caracas.

«Aquel día de su muerte se incrustó en mi alma como una estaca que uno clava a golpes de mandarria en la tierra. Lo recuerdo con una especie de dolor y de amargura, como uno de mis instantes más tristes.

«La delegación cubana partió del aeropuerto del antiguo campamento militar de Columbia el viernes 23 de enero. Salieron tres aviones cuatrimotores con algunos minutos de diferencia. En el primero iban compañeros invitados y el grueso del grupo de la escolta, yo entre ellos. Y en el tercero, Fidel, el resto de la escolta y los demás integrantes de la comitiva cubana, como Celia Sánchez, Violeta Casals, Luis Orlando Rodríguez, Pedro Miret Prieto y otros comandantes y oficiales rebeldes, con las armas cortas a la cintura y las largas al hombro.

«El primer avión llegó a Caracas y el aeropuerto de Maiquetía estaba ya repleto de gente. Por la gran multitud, la escalerilla para el avión en que venía el Comandante en Jefe tardó 45 minutos en atravesar la masa humana y situarse en el punto exacto donde se bajarían los visitantes cubanos.

«Se festejaba el primer aniversario del derrocamiento del dictador Marcos Pérez Jiménez. Y Fidel acudía también para agradecer personalmente al presidente Wolfgang Larrazábal y al pueblo bolivariano la oportuna ayuda en armas y pertrechos a los guerrilleros de la Sierra Maestra».

Aclara Guatemala que a los escoltas que llegaron en el primer avión les pidieron las armas largas para guardarlas hasta el fin de las festividades.

«Paco y los demás compañeros del primer grupo de la escolta, estábamos solo con las armas cortas. Pero al llegar Fidel, la gente se lanzó con fuerza inesperada, rompió los cordones policíacos de seguridad y rodearon el avión, para ser los primeros en verlo y darle la bienvenida.

«A los del tercer avión no pudieron pedirles las armas largas. Yo estaba subordinado directamente al Comandante Paco. Y la gente, empujándose uno a otro para alcanzar el puesto más cercano.

«Cabrera Pupo me hizo seña de que fuera con él hacia la escalerilla ubicada al lado del piloto y el copiloto.

«“Guatemala, ven, acompáñame”, me dijo, y yo subí con él por esa escalerilla de la punta del aparato al interior de la cabina. De allí pasamos al interior del avión y todavía Fidel y algunos de sus acompañantes estaban allí.

«Mi jefe le dijo a Fidel: “Comandante, venga para acá, es mejor que usted se baje por aquí”, al tiempo que le señalaba la cabina del piloto.

«El líder de la Revolución estaba contento como un niño chiquito, al ver por las ventanillas del avión el volumen enorme de personas esperando el aterrizaje. “Paco, chico, ¿para qué quieres llevarme hacia allí?”, le preguntó a su compañero de la guerra encargado de su custodia. —“Comandante, para que usted se baje más fácilmente por la escalerilla del piloto…”. “Pero… ¿cómo? ¿Tú estás loco, Paco? ¿Tú crees que yo voy a tomarle así el pelo al pueblo venezolano que me espera por la escalerilla principal?»”.

Cuenta Guatemala que Fidel, sonriente, miró a Paco, le puso la mano en el hombro y se bajó por la escalerilla normal de todo el mundo, de todos los pasajeros. Y al descender, el pueblo no dejó que pusiera un pie en el suelo.

«¡Lo cargaron en peso! Creo que esa ha sido la única

vez que a Fidel lo cargan así en un recibimiento como aquel, tan esperado y masivo, al bajarse de un avión.

«Tampoco olvido que el vehículo previsto para trasladarlo al centro de la ciudad, no pudo llegar por la presencia de tan enorme y pujante multitud. Entonces él mismo decidió subir a un camión allí estacionado, destartalado y falto de pintura, en el que entramos a Caracas aquel memorable día.

«Celia y Paco me dijeron que me pegara a Fidel y no me separara de su lado; por eso aparezco en muchas de las fotos de aquellas jornadas en la capital venezolana».

Cuarenta veces lo mencionó Fidel

Paco Cabrera Pupo es mencionado por Fidel en 40 momentos diferentes en su libro La Victoria Estratégica, editada por la Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado en 2010, ejemplo ilustrativo de la importancia que le otorgara a este compañero desde los primeros meses de 1958 en las acciones de contención de la gran ofensiva enemiga en la Sierra Maestra.

Paco —nos contó su viuda, Paquita Carralero— nació el 5 de diciembre de 1925 en la finca La Aguadita, en Velazco 29, Las Tunas. Miembro del Partido Ortodoxo, tras la muerte de Eduardo Chibás se sumó a las filas del Movimiento 26 de Julio y se incorporó al Ejército Rebelde en cuanto tuvo la primera oportunidad, a mediados de 1957.

«Cuando el movimiento lo mandó a alzarse, tuvo que ir al hospital materno de Puerto Padre, a acompañarme en el parto de nuestra tercera criatura. Si era varón lo nombraría Fidel, pero al ser hembra, le puso Nedelsis Fidela», recordó ella, quien dice que ese romance de ella y él se merece un libro.

«La actividad en Venezuela fue muy grande», explicó Guatemala. «Se calculó que unas 300 000 personas lloraban y lanzaban flores y gritos de saludo al paso del líder de la Revolución. En la llamada Plaza del Silencio habló durante dos horas. El público se agolpó peligrosamente alrededor de la tribuna donde pronunció su discurso. La policía lanzó diez bombas de gases lacrimógenos para controlar el orden.

«A donde iba Fidel, una pared humana lo rodeaba. La comitiva lo llevaba de un lado a otro sin que sus pies pudieran a veces tocar el suelo. Era una gran alegría, el homenaje al libertador de Cuba».

Muerte de Paco

«La muerte de Paco fue un drama inolvidable para toda la delegación y los cubanos de aquella época, sobre todo para Fidel y para nosotros, los de la escolta.

La muerte del capitán Paco Cabrera fue un drama inolvidable para toda la delegación que acompañó a Fidel en enero de 1959 a Venezuela. Foto: Archivo JR.

«Teníamos que regresar y llegamos a las 11:30 de la noche del 26 de enero de 1959 al aeropuerto de Maiquetía. Paco, sonriente y feliz al cumplir aquella misión, tenía tabacos y me dio uno. A los pocos minutos llegó el jefe de la Revolución con otros compañeros. A la una de la madrugada ocurrió el accidente fatal. Habían empezado a entrevistar a Fidel, casi en la oscuridad. Le avisaron enseguida que había muerto uno de los comandantes rebeldes.

«Fue una terrible noticia para él, quien de inmediato salió para el lugar. Yo estaba allí. Nos alumbraban las luces encendidas del cuatrimotor de la compañía Aerovías Q. Los motores estaban recién apagados. Y en el piso, en medio de un charco de sangre, yacía el comandante rebelde, boca abajo, con su traje verde olivo nuevo de paquete y su cabello brilloso, negro natural. Se veían fragmentos de su cerebro en el piso, muy cerca de su cabeza. ¡Horrenda escena!

«Pensé que era el comandante Pedro Miret Prieto, pero al mirarlo bien vimos que era mi jefe directo, Paco Cabrera Pupo, el mismo hombre que desafió los bombardeos de los aviones de la dictadura, muerto por una hélice del avión, cuando se aproximó a la cabina del piloto para preguntarle si traían las armas largas del grupo nuestro, recogidas al llegar a Caracas.

«Fidel, al reconocerlo, dijo algo triste y cierto: “En esta lucha hemos aprendido a sufrir con firmeza el dolor de la muerte de un querido compañero de armas”».

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