Chuchi, como le llamaban sus allegados, era un joven divertido, preocupado, consecuente. Autor: Archivos del Minint Publicado: 21/09/2017 | 05:35 pm
PINAR DEL RÍO.— Aquella misiva, la primera luego de su partida, empezaba igual que como comenzaría sus posteriores cartas, con las disímiles maneras en que apelaba a su madre querida: «A mima», «A mi viejita linda».
Por aquellos días integraba la misión diplomática de la Embajada de Cuba en Argentina. Describía en su carta la estancia en el nuevo país, las diversas experiencias y recordaba a su familia el infinito amor que les tenía a pesar de la distancia. Mas sabía que, por su contenido, a Rosa, su progenitora, le sería difícil entenderla cabalmente, y la incitó a que la guardara hasta su retorno para él explicarle todos los detalles. Jesús Cejas Arias, casi 37 años después, regresa a la Patria.
El «Chuchi»
Jimagua con Teresita, Jesús, conocido entre sus allegados como Chuchi, fue el primero de una familia numerosa de nueve hermanos.
Miguel, el padre, de 84 años de edad, recuerda hoy al niño bueno, ocurrente, «decidido en todo lo que hacía o quería»; aquel chiquillo honrado que se sonrojaba cuando detrás de una perreta, usual en los muchachos de su edad, el padre le decía: «Eres el primero, siempre querré que seas un hombre decente, que no lamentes nada de lo que hagas. Debes dar el ejemplo».
Sus hermanas María Rosa y Teresita lo evocan como un joven divertido, sencillo, con un carácter forjado por las exigencias de la vida, atento con la familia y amante fiel de los animales, especialmente de los caballos.
«Tenía grandes principios: no soportaba las injusticias, hasta en la escuela defendía a los otros niños de los castigos. Era noble, pero fuerte de carácter», agrega Teresita, su hermana jimagua.
De partidas y Operación Cóndor
Miguel no olvida. «Sabía que en algún momento tendría que irse a cumplir misión, para eso había estudiado. Aquel día me dijo que lo habían llamado para una tarea. Le pregunté si estaba preparado y me contestó que sí. Pero le advertí que estuviera en el país que fuera, socialista o capitalista, tenía que comportarse disciplinadamente y bajo todas las orientaciones. Le di un abrazo. Nunca más lo volví a ver».
Jesús fue una de las víctimas de la larga lista de desaparecidos durante la dictadura argentina de la década de los 70.
En aquella época formaba parte de la misión diplomática de Cuba en ese país. Tenía solo 22 años cuando, junto a su compañero Crescencio Galañena, de 26, fue capturado en agosto de 1976 frente al parque Belgrano, en un barrio residencial surcado de embajadas.
Unos 20 hombres armados los bloquearon con sus Ford Falcon a ambos lados de la vía. Los dos jóvenes resistieron tremendamente. De ahí fueron conducidos al centro clandestino Automotores Orletti, una de las sedes del Plan Cóndor, donde fueron interrogados bajo tortura por oficiales argentinos y chilenos. Algunos autores afirman que entre los torturadores se encontraba el terrorista de origen cubano Guillermo Novo Sampol. La Embajada norteamericana fue informada del secuestro y de los interrogatorios, según consta en documentos desclasificados.
En su autobiografía Los caminos del guerrero, el terrorista Luis Posada Carriles incluyó el asesinato entre las «glorias» de su lucha contra el «comunismo castrista». Orlando Bosch igualmente presumió «del secuestro de dos miembros de la Embajada en Buenos Aires, que no han aparecido jamás».
La noticia del secuestro llegó a la familia por Radio Reloj. Miguel recuerda cuando su hermano le contó que había oído del hecho. Todos quedaron desconcertados, y así comenzaron 37 años de algunas respuestas y muchas incertidumbres.
El regreso
En estas más de tres décadas han sido innumerables los desasosiegos. «He llorado miles de veces», confiesa Miguel. La madre, Rosa, no ha vuelto a ser la misma desde entonces.
Solo les quedó una certeza: «el Chuchi no desertaría jamás», asevera Miguel, cuando recuerda aquella carta aparecida en la que supuestamente los jóvenes anunciaban su abandono de la misión diplomática cubana.
Después del rapto, las evidencias sobre su muerte eran innegables. Pero habían versiones disímiles, no se sabía nada con certeza y, en medio de todo, a la familia le quedaba un pequeño hálito de fe de encontrarlo vivo.
Sus restos fueron hallados recientemente en un tambor metálico de 200 litros de capacidad y rellenado con cemento, muy cerca del lugar donde aparecieron los de su compañero Crescencio Galañena, junto a los cadáveres de los argentinos María Rosa Clementi de Cancere, maestra de la Embajada de Cuba en aquel momento; y Ricardo Manuel González, quienes también estaban desaparecidos.
«Uno nunca está preparado para esto, aunque pasen más de 30 años pensando en la posibilidad», declara Miguel.
El hallazgo fue posible gracias a la búsqueda del Equipo Argentino de Antropología Forense y la constante cooperación y esfuerzo de la sede diplomática de Cuba en ese país.
«Es duro, aunque ya esperábamos la noticia. Desde el 2003 se buscaban los cuerpos, se hicieron todos los trámites y análisis a la familia. Siempre supimos que buscábamos restos, después de todos estos años de silencio y tras la dictadura qué otra cosa podíamos esperar», explica Teresita.
«Pero siempre existe, independientemente de todo, una pequeña llamita de que aparezca, de que esté preso, de que esté vivo. Eso siempre queda, hasta que llega la noticia que no por esperada duele menos», apunta la hermana jimagua.
Miguel siente pesar y alivio. Lo primero por la confirmación de su muerte: «A pesar de imaginarlo, saberlo con certeza es distinto». Lo segundo, porque «ya estará en la Patria, por fin en casa. Volverá de alguna manera con los suyos y tendremos un lugar donde estar más cerca de él.
«El regreso será difícil. Para nosotros fue muy impresionante cuando aparecieron los restos de Crescencio y fuimos a su velorio. Fue tremendo, quedamos impactados. Nos preparamos para el momento, pero no será fácil», agrega Miguel.
Para los próximos días se prevé la llegada a Cuba de los restos de Jesús, así como una peregrinación por la ciudad de Pinar del Río y el merecido tributo de familiares, amigos y pueblo en general en el Palacio de la Ciudad.
De esta manera culminan casi 40 años de incertidumbre. Se pone fin a una página dolorosa de la historia de las dictaduras sudamericanas.
Por estos días apareció también aquella carta, la primera, la que la tía Candelaria Arias ha guardado durante casi 37 años con profundo celo. Rosa, la madre de Jesús, le encargó que la salvaguardara, cumpliendo los deseos de su hijo de «explicársela cuando regresara».
El retorno no es el deseado, pero ya está camino a casa, y con los ánimos de la noticia se desempolvó la misiva que fue leída, con profundo sentimiento, hace unos días por toda la familia. Muchos ni sabían que existía, otros no la habían visto nunca.
«Es muy política, de un sentido profundo. Nos habla de que tenía un nuevo cambio de vida, que estaba aprendiendo cosas diferentes en ese país. A los hermanos nos exhortó a que siguiéramos educándonos en los principios de la Revolución y de Martí; que lucháramos por la Patria».
Pronto estarán entre nosotros los restos de Jesús Cejas Arias; mientras, la carta del regreso trajo de nuevo, más allá del dolor, al joven divertido, preocupado, consecuente, quien en su misiva confesaba pensar siempre en su «viejita linda», y le decía a su familia que nunca dejaría de estar a su lado «a pesar de la distancia», y que no creía en despedidas formales y definitivas.