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Cuando suena la campana

Incorporarse a la preparación militar básica de los nuevos soldados, conocida popularmente como «previa», más que otra etapa de la juventud es el inicio de una nueva forma de asumir la vida

Autor:

Patricia Cáceres

Despertarse a las seis de la mañana al toque de una campana, alistar la cama con rapidez, realizar la gimnasia matutina, el aseo y la inspección personal en apenas minutos, no son rutinas habituales en jóvenes de 18 años de edad.

Por eso para ellos siempre resulta un cambio brusco incorporarse a la preparación militar básica de los nuevos soldados, conocida popularmente como «previa», durante la cual dejan atrás el paternalismo, la comodidad e incluso el desorden que algunas veces caracteriza la vida civil.

Durante casi todo el año llegan a los centros de preparación de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) miles de nuevos reclutas inscritos en los comités militares de cada uno de sus municipios de residencia.

Este primer acercamiento a las Fuerzas Armadas —que define el inicio de los nuevos soldados en el Servicio Militar Activo—, más que una nueva etapa es el inicio de otra forma de asumir la vida, un momento oportuno para desarrollar habilidades, formarse una disciplina, aprender a enfrentar las responsabilidades sociales y a ser hombres independientes.

Sin mamá ni papá

No son pocos los jóvenes que crecen bajo la tutela de sus padres y se sienten inseguros, una vez que están lejos de ellos y deben actuar por sí mismos. Por eso cuando se acerca el momento de decir adiós a la familia para vestirse de verde olivo no es de extrañar que surjan temores, desconfianzas y prejuicios.

El joven camagüeyano Leosdanis Ruiz Quirós confiesa que cuando llegó la hora de incorporarse a la «previa», lo asustó el hecho de permanecer tanto tiempo alejado de casa.

«También tenía una mala impresión porque en la calle me decían que el servicio era “aterrador”. Pero me di cuenta que no es así porque, aunque es duro, desde el principio nos acogió un colectivo de oficiales y sargentos instructores que siempre han velado por el respeto mutuo», explica.

Al principio —dice— pasé un poco de trabajo para adaptarme, porque en la casa es mi mamá quien me tiende la cama, quien limpia mis cosas, las organiza… y aquí debo hacerlo todo yo solo.

«Pero no todo es difícil. También tenemos actividades culturales deportivas para entretenernos. Ah, y la música los fines de semana no puede faltar», añade.

Algo similar le sucedió a Yasnier López Saldívar, de la provincia de Granma, quien dice que al principio solo asociaba el Servicio Militar con algo negativo.

«Mi opinión cambió enseguida al comenzar la “previa”, al observar la higiene, la buena alimentación y el trato respetuoso de los superiores que, aunque velan por nuestra preparación física, en caso de sentir cualquier malestar nos trasladaban sin pensarlo dos veces al puesto médico.

«Es cierto que he tenido que hacer algunos sacrificios, como alejarme de mi familia, de mis amigos… Pero sé que estoy viviendo una etapa necesaria, que me prepara física y mentalmente. Es un medio más de enseñanza que nos hace crecer como hombres.

Para toda la vida

En las cuatro o cinco semanas, porque son dos modalidades, en las que se desarrolla la «previa», los jóvenes se familiarizan con el reglamento militar, se desarrollan políticamente, reciben clases de táctica, infantería, combate cuerpo a cuerpo, primeros auxilios y, sobre todo, ejercitan el manejo del fusil automático AKM como arma individual.

Así pudo constatarlo este diario al visitar el regimiento de estudio de la Gran Unidad de Tanques de la Gloria Combativa Rescate de Sanguily, Orden Antonio Maceo, de las Fuerzas Armadas.

Según el primer teniente Elmis Ramírez González, oficial de Preparación Física y Deportes en esa unidad, los jóvenes soldados tienen a su disposición toda la base material que necesitan para fortalecerse físicamente, dígase gimnasios y campos de obstáculos, entre otros.

«La preparación física está dirigida a desarrollar cualidades, hábitos y capacidades en los soldados para enfrentarse adecuadamente a una guerra. Además estas actividades mejoran su salud, sus condiciones de vida, así como el porte y aspecto», destacó el oficial.

Los jóvenes —dijo— también reciben preparación de infantería, dirigida a la formación de hábitos y habilidades que le permitan realizar movimientos con marcialidad.

Para aprender a disparar el fusil AKM, los nuevos soldados reciben primero una preparación teórica. Luego, antes de salir al campo de tiro, comienzan la práctica en un simulador con ejercicios de precisión.

El segundo suboficial Leovel Rosabal Valdés, jefe de la máquina entrenadora del simulador de tiro de fusil, explicó que con estos ejercicios aprenden a afinar la puntería.

«Al principio pasan un poquito de trabajo, pero después se van acostumbrando al retroceso del fusil, a su funcionamiento… Y llegan al campo de tiro con una noción de lo que es el AKM, sin haber gastado cuantiosas municiones», señaló.

Para el camagüeyano Dariel Álvarez Villa, portar un arma tan potente no fue cosa de juego. «Nunca había tenido un fusil en mis manos; me sentí alguien importante», expresó.

«Me siento muy agradecido por estar aquí. Porque de lo contrario jamás hubiese sabido cómo armar y desarmar un fusil, cómo dispararlo, cómo defenderme en caso de guerra. Lo que aprendemos aquí nos dura para toda la vida».

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