Camilo Cienfuegos junto a Raúl Castro. Autor: Archivo de JR Publicado: 21/09/2017 | 05:17 pm
YAGUAJAY, Sancti Spíritus.— De seguro la pareja de Ramón Cienfuegos Flores y Emilia Gorriarrán Zaballa pensó que el anhelado alumbramiento de aquel 6 de febrero de 1932 les regalaría uno de los mayores orgullos de sus vidas.
Varias décadas después, aun con la desesperanza de no ver más a su Camilo, ambos padres sembraron una guásima. Incólume al paso del tiempo, el árbol permanece en el centro escolar Héroe de Yaguajay, del poblado de Meneses, para legar a las nuevas generaciones de estudiantes el eterno ejemplo del hijo.
Los 676 alumnos de varias enseñanzas del centro educativo aprenden en la escuela que en 1971 fundó Fidel, luego de varios años de ser prometida por el Señor de la Vanguardia. Miles de lugareños ahora agradecen el gesto, y se disponen a convertir en una gran fiesta el aniversario 80 del natalicio del hombre que protagonizó la ruptura de las cadenas opresivas en su terruño.
Cuando nace una estrella
La referencia de hombre de pueblo ahonda en las entrañas de un Camilo que sufrió todas las penalidades de la Cuba neocolonial, y sin embargo fue educado junto a sus dos hermanos en un ambiente familiar sano y patriótico. Vale recordar que guardaba los centavos de su merienda, sin que nadie se lo indicase, y los entregaba a la causa solidaria de las guarderías de niños huérfanos de Barcelona por la Guerra Civil Española.
Los padres pudieron observar su posición intransigente desde pequeño, cuando soportó con austeridad un mes de penitencia por haber mordido a un conserje del kindergarden o preescolar. Ramón decidió perdonarle el castigo y soportarle posteriores «trastadas», cuando se enteró de que el verdadero autor del hecho había sido otro niño, amigo de Camilo.
Desde muy joven debió ayudar al padre en su oficio de sastrería, e incluso abandonó sus estudios de escultura en la Academia de San Alejandro para trabajar a tiempo completo. En abril de 1953 decidió viajar a los Estados Unidos junto a su amigo Rafael Sierra, con visa de visitante por 29 días, en busca de un empleo para sustentar a la familia.
Durante más de dos años permanecieron en ese país de forma ilegal, en constante movimiento para no ser detectados. Relata William Gálvez en su libro El Joven Camilo que negando las vicisitudes, para demostrar a sus padres absoluta tranquilidad en la aventura y a la vez fortaleza en el carácter, les escribió el 27 de noviembre de 1953: «Ya yo tengo algo que vale mucho, siempre lo he tenido, pero ahora más, es lo siguiente: plena confianza en mí mismo (…) todo el mundo debiera ponerse a prueba a sí mismo».
En el segundo viaje a los Estados Unidos, después de ser herido en una manifestación revolucionaria en La Habana, e incluido en la lista negra del Buró de Represión de Actividades Comunistas (BRAC), el 13 septiembre de 1956, desde San Francisco, escribe a un amigo estas líneas, que resumen su pensamiento político: «No, no creo que la eliminación física de ese gran H. de P. de Batista sea la solución al problema cubano (…) Las elecciones parciales, a mi entender, son una burla descarada (…) A mi modo de ver las cosas, hay un solo camino digno de terminar la situación actual, y con sus responsables, seguir la causa de Fidel».
Por suerte para él, y para el proceso revolucionario, el nombre de Camilo resultó incluido en México en la lista de 82 expedicionarios del yate Granma, aunque fuera uno de los últimos.
«Camiladas»
Resulta tan amplio y risible el anecdotario de Camilo que las lágrimas y la incertidumbre por su pérdida desaparecen de súbito.
Ante la enorme cantidad de campesinos presentes para conocer al Che, en el encuentro de ambos en el campamento de Alicante, Camilo aseguró que cuando triunfara la Revolución pondría al jefe guerrillero en una jaula de cristal, recorrería el país cobrando a medio real la entrada, y se haría rico.
Cuenta Jerónimo Besanguiz Legarreta, director del Complejo Histórico de Yaguajay, y uno de los estudiosos de la vida de Camilo, que este, con el mismo humor, ante la resistencia de los soldados batistianos para tomar el cuartel, ideó junto a otras personas la construcción de un carro blindado lanzallamas, el que asestó un golpe psicológico al enemigo.
Según este estudioso, lo bautizarían como Dragón, porque Abón Lee, el jefe de la guarnición militar, era de procedencia china, y los asiáticos creen en dragones que vomitan fuego. Pues «le vamos a mandar un dragón que vomita fuego de verdad, y nada menos que por la madrugada», expresó Camilo.
El Yaguajay de Camilo
En la memoria de los más veteranos de Yaguajay queda la medida que tomó el líder guerrillero ante la muerte de un niño de solo un año como resultado de un disparo en medio de una tregua. En una visita a la madre del bebé, la autorizó a una pensión vitalicia cuando triunfara la Revolución, hecho que ocurrió hasta el fallecimiento de la mujer.
El apadrinamiento de Camilo hacia el poblado del norte espirituano engendró ese amor perceptible en calles, instituciones y casas, reforzó el orgullo y la potestad con que sus habitantes se identifican con el héroe. Camilo no solo es el niño que nació en el barrio de Lawton de La Habana y que de hecho pertenece a todos los cubanos. Para los de Yaguajay, su ciudad es Camilo.
Bibliografía utilizada:
-El Joven Camilo. William Gálvez Rodríguez. Editorial Gente Nueva, 1998.
-Batalla de Yaguajay. Jerónimo Besanguz Legarret y Osiris Quintero Fernández. Editora Política.
-Simplemente Camilo, Documental de Mundo Latino.