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La ruta de las cien ceibas

Fue plantada la ceiba número 60 en el poblado camagüeyano La Matilde, justamente en el lugar histórico que rememora la composición del Himno Invasor

Autor:

Yahily Hernández Porto

NAJASA, Camagüey.— En recordación al aniversario 115 de la Invasión de Oriente a Occidente, liderada por los generales Antonio Maceo y Máximo Gómez, la Sociedad Cultural José Martí desarrolla un proyecto de siembra de ceibas en todo el país, en sitiales, obeliscos históricos y comunidades próximas a los campamentos de la ruta trazada por la hazaña mambisa.

Al cierre de esta información fue plantada la ceiba número 60 en el poblado La Matilde, del municipio de Najasa, justamente en el lugar histórico que rememora la composición del Himno Invasor por el General Enrique Loynaz del Castillo, el 15 de noviembre de 1895, durante la Invasión.

Adelaida Ramos Leal, secretaria ejecutiva de la Sociedad Cultural José Martí, informó vía telefónica a JR que el proyecto concibe plantar unos cien árboles de esta especie, y que la jornada de homenaje se inició el pasado 5 de julio, fecha en que cayó José Maceo, y se extenderá hasta el 7 de diciembre, fecha de la caída en combate del Titán de Bronce.

Ramos Leal precisó que aunque la Isla de la Juventud no se incluye dentro de la ruta trazada por las huestes mambisas, «también se plantó un ejemplar en el Museo de El Abra, lugar en el que estuvo José Martí».

Destacó que esta iniciativa, en la que también participan los Clubes Martianos, junto a jóvenes, trabajadores, campesinos y combatientes, tiene como objetivo estrechar los vínculos de las nuevas generaciones con la historia de Cuba.

Insistió en que esta es además una acción para el cuidado de sitiales, muchas veces de difícil acceso, y del medio ambiente.

El historiador José Antonio Morales Oropesa, presidente de la Unión Nacional de Historiadores de Cuba en Najasa, significó que el Himno Invasor fue escrito en pleno apogeo de lucha.

«El propio autor, Enrique Loynaz, narró en entrevista realizada el 12 de febrero del año 1943, en los salones de la Benemérita Casa de Maternidad y Beneficencia, cómo los versos surgieron en contingencia inesperada, porque al instaurarse el Gobierno de la República en Armas, presidido por Salvador Cisneros Betancourt, en la casa de la finca La Matilde, en una de las hojas de una de las ventanas, los españoles habían dejado insultos, bellos versos y una pirámide coronada con la Bandera Española, que los mambises comenzaron a borrar.

«Sin embargo —continuó Morales Oropesa—, el General Enrique Loynaz no dejó que se tachara ninguno de los escritos y expresó textualmente: “…las letras y las artes, bajo cualquier bandera, son patrimonio universal, ajeno a los conflictos de los hombres”.

«Justamente en ese momento decidió el autor, Loynaz del Castillo, pintar sobre la otra hoja de la misma ventana no solo la “dorada bandera cubana” —como la nombró en su entrevista—, sino “bajo su glorioso palio escribí los versos”», continúa el prestigioso investigador Oropesa.

«Enrique Loynaz nombró a su Himno de Guerra, Maceo, pero este, después de escucharlo de boca del autor, puso su mano sobre la cabeza de Enrique y le dijo: “Magnífico, yo no sé de música, para mí es un ruido, pero esta me gusta. Será el Himno Invasor; sí, quítele mi nombre, y recorrerá en triunfo la República”.

«Luego Maceo ordenó a Dositeo Aguilera, jefe de la banda del Ejército Invasor, ensayarlo, pero Loynaz, para no olvidar la tonada, decidió escribir su música sobre taburetes y unos 30 minutos después estaba en el pentagrama la melodía», concluyó el historiador Oropesa.

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